Jorge Malpartida Tabuchi

La huaca prehispánica Bellavista, ubicada en Santa Anita, se convirtió en una necrópolis en Lima para los inmigrantes chinos que laboraron en la hacienda algodonera Zavala durante la segunda mitad del siglo XIX. Dentro de los ambientes de adobe de este antiguo centro administrativo de las culturas Ychsma e Inca, los arqueólogos del Ministerio de Cultura encontraron 16 entierros de culíes chinos, peones que trabajaban en condiciones de semiesclavitud.

Años atrás se descubrieron tumbas similares en el complejo Mateo Salado y La Punta, pero esta es la primera vez que aparecen tantas sepulturas en un mismo sitio patrimonial de Lima.

Roxana Gómez, directora del proyecto arqueológico Bellavista, explica que en esa época estos inmigrantes no podían ser enterrados en los cementerios de la ciudad debido a que no eran católicos. “Vivían en las afueras de la hacienda, casi aislados. Ahí mantuvieron sus ritos y tradiciones religiosas. Como no eran aceptados en otros camposantos, cavaron en este sitio que ya estaba abandonado”, señala.

La historiadora Carlota Casalino Sen explica que esta discriminación era una expresión del rechazo de la sociedad peruana hacia los chinos. “Los sectores populares sentían que iban a quitarles trabajo. En cambio, las élites los despreciaban por ser simples obreros de campo”, resalta Casalino.

—Datos en los huesos—
Solo cinco de los restos encontrados estaban en ataúdes. Los otros fueron sepultados directamente en la tierra o envueltos en textiles.
Este grupo de esqueletos muestra la precariedad en la que vivían los culíes, ya que la mayoría está enterrado con sus prendas típicas: camisas con ojales transversales. En una de las sepulturas están los restos de un joven de 20 años, el cual, según los análisis forenses, habría tenido una muerte violenta. Su cráneo tiene una perforación, producida aparentemente por un fuerte golpe.

Según el arqueólogo Marco Valderrama, jefe de campo del proyecto, este sería un indicio de los abusos que los capataces cometían contra los culíes. Aunque tenían un contrato formal, en las haciendas los chinos eran castigados con palos y azotes.

Según la hipótesis de los investigadores, las sepulturas pertenecerían a chinos que llegaron a Lima a fines del siglo XIX y pudieron juntar dinero para comprar prendas occidentales y costear los gastos de su funeral.

En una tumba se encontraron jeans y sombreros. En otro entierro se halló una copa de porcelana y una pipa, que habría sido usada para fumar opio, y una alforja con documentos y accesorios.

En el sitio también se hallaron restos de hojas con caracteres chinos y fragmentos de lozas de origen oriental. Además, hay cimientos de un falso piso y huellas de soportes de madera, los cuales habrían sido usados por los peones hace un siglo.

En el proceso de sepultar a sus seres queridos, los culíes irrumpieron en el entorno de tumbas prehispánicas. Pese a que estos entierros podrían considerarse una afectación al diseño original del recinto, Gómez indica que se planea conservar estos vestigios. “La huaca Bellavista data del año 1000 d.C. Aquí vivieron ychsmas e incas, pero los entierros chinos también forman parte de su historia”, dice la especialista.

Para los arqueólogos, estas tumbas son un registro de cómo un grupo de inmigrantes encontró un nuevo hogar al otro lado del mundo.

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