Lourdes y sus compañeras permanecían ayer afuera de la galería incendiada. (Lino Chipana/El Comercio)
Lourdes y sus compañeras permanecían ayer afuera de la galería incendiada. (Lino Chipana/El Comercio)
Redacción EC

Hace diez años Lourdes Cajusol Sánchez empezó a trabajar como vendedora en la galería Nicolini. Aquel fue su primer empleo, el cual le permitió, con sacrificio y ahorros, iniciar hace apenas dos años su negocio propio en el mismo centro comercial.

“Así como vimos crecer esta galería, hoy la vemos caer. Es muy doloroso”, afirma la comerciante que alquilaba por US$700 mensuales un puesto para la venta de productos de limpieza.

Cuando se inició el incendio, Lourdes y sus compañeras de puestos cercanos lograron salir a tiempo y ponerse a buen recaudo. Sin embargo, permanecieron, hasta ayer, en los exteriores de la plaza Unión sin poder hacer nada para frenar el fuego que consumía su gran inversión.

—Volver a empezar—
Lourdes es consciente de que la galería Nicolini no podrá seguir funcionando y que ella y sus compañeros deberán empezar desde cero, pero en galerías que cumplan las medidas de seguridad.
“Desconocíamos cómo se encontraban los pisos superiores, donde había almacenes, y los contenedores del cuarto piso porque a ese lugar no teníamos acceso”, afirma.

Lourdes Cajusol calcula que con un solo stand de venta la pérdida sería de unos S/20 mil. La mayoría de comerciantes de la galería tenía varios puesto.

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