El 1 de febrero de 1988 murió Heather ORourke, la dulce niña Carol Anne que destacó en Poltergeist (1982), un clásico del cine terror de los ochenta. A los 12 años una extraña complicación intestinal interrumpió su corta carrera cinematográfica.

Antes de filmar Poltergeist III la pequeña había estado en tratamiento por una enfermedad estomacal que la había atacado repentinamente. Su madre la llevó donde los especialistas, quienes lograron eliminar las molestias. El trance médico se dio por superado.

El día de su muerte Heather se levantó como cualquier mañana. Mientras desayunaba se sintió mal y cayó al piso agobiada por una infección generalizada. Luego de entrar en coma falleció esa misma tarde ante la sorpresa de familiares y la incredulidad de sus admiradores.

LA MALDICIÓN DE POLTERGEIST Aunque fue una desaparición inesperada, el hecho marcó un hito más en la cadena de tragedias que asolaron a los protagonistas de esta saga, dirigida en su primera entrega por Tobe Hooper.

Terminada la filmación de Poltergeist I, Dominique Dunne, hermana mayor de Heather en la película, moría estrangulada por su novio, un alcohólico con problemas psicológicos. Así se frustró su actuación en Poltergeist II, donde las fatalidades continuaron.

En 1985 fallece de cáncer Julian Beck, el actor que interpretó al reverendo Kane. Aunque Beck padecía los síntomas desde el rodaje, su desaparición agregó toques de mayor misterio sobre la secuela. En la segunda entrega también participa el actor de origen indio Will Sampson, quien muere un año después por problemas cardíacos.

Heather no ha sido la única infante en asumir estos tenebrosos roles. El cine ha apelado a rostros infantiles en múltiples producciones. La oposición entre maldad y candidez agudiza la atmósfera de suspenso, lo que alimenta el interés del espectador.

OTRAS PELÍCULAS DE MIEDO En La Profecía (1976) Harvey Stephens luce una inocencia que lo victimiza a pesar de sus diabólicos poderes. Con pasmosa frialdad su personaje, Damien Thorn, intenta asesinar a su madre (Lee Remick) manejando su pequeño triciclo. Si bien no demuestra una precocidad actoral extraordinaria, su imperturbable gestualidad fue suficiente para crear miedo en los cinéfilos setenteros, a pesar de sus escasos seis años.

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