MARÍA PÍA BARRIENTOS (@Pia_Barrientos) Redacción Online
El motor ruge desbocado. El reluciente y estrambótico vehículo está por partir. Este año cumple los tres cheques, pero se pone mejor con el tiempo. Hoy nos lleva a un viaje musical por su historia. Unas 20 mil almas frenéticas se trepan a la máquina, se agolpan, se rozan, se montan uno sobre el otro. Hay sitio para todos. El automóvil comandado por 6 fabulosos está por irse de farra, de juerga, de fiesta. Es tiempo de revivir la travesía sonora que ayer nos hizo vivir Vicentico y su célebre compañía. Abróchate el cinturón, esta máquina va a mil por hora.
CALENTANDO MOTORES Este motor necesita tiempo para estar en su punto. La fiesta comienza temprano. Un ramillete de figuras nacionales e internacionales ratifican que los previos pueden ser tan ricos como el plato fuerte. La gente va llegando. Los uruguayos de No Te Va Gustar impresionan. The Wailers, banda original del buen Bob Marley se trepa al vehículo después. Canciones como “Africa United” o “I wanna love you” resuenan mientras el público se bambolea y un olor peculiar y dulcete va desperdigándose por todos lados. Miki González se pone después al volante con sus clásicos. La Sarita aterriza para dejarnos listos para el arranque. “Guachimán”, “Cariñito” y “Más poder” explotan en el escenario. Quedamos listos para lo fabuloso. Para los Cadillacs.
A TODO METER Los pasajeros comienzan a inquietarse. Los piden. Los llaman. Les gritan. A las 11:15 aparecen por fin. La hinchada grita. Seis pantallas se disponen tras ellos. Cada uno de los integrantes de esta banda poderosa es protagonista. La música empieza. Estos chicos no van con rodeos y meten el pie con todo en el acelerador. De una. “El León” resuena. Los viajeros saltan ya, vociferan desbocados.
“La luz del ritmo”, canción que le da nombre a la gira que una vez más nos trajo a estos fabulosos gauchos, se cruza después. “El genio del dub” nos cantan más tarde. Las manos en el aire, el corazón en la boca. El motor rugiendo. El aire en la cara. La adrenalina en el pecho. Vicentico baila, camina como si estuviera en la luna. El saxofonista Sergio Rotman, pelos al aire y lentes oscuros, da vueltas sobre su eje. Se trepa, salta, se abre el saco guinda.
“Calaveras y Diablitos” nos regalan. Los enamorados se frotan, se besan, se gozan. Hay parejitas para regalar. Los corazones solitarios nos limitamos a seguir bailando, a seguir saltando, a continuar disfrutando. Vicentico habla por fin, tras entonar más de 8 canciones. “Queridas y queridos, la felicidad para nosotros de tocar para ustedes es enorme. Gracias”, dice escueto.
NO PARES, SIGUE, SIGUE El Sr. Flavio, pañuelo rojo en la calva, toma la posta. Vocifera con loco desenfreno. “Nosotros egoístas” y “The Guns of Brixton”, un ‘cover’ de “The Clash” entona. El estadio toma aire. Deja de saltar, solo mira al frente.
Una cumbia empieza a sonar. Los pies se mueven poseídos por el ritmo. “Padre nuestro”, resuena. El vehículo se zarandea. Estamos en trance. No importa dónde vamos. Solo importa seguir.
El conductor mete quinta con “Vos sabés”, sacude con “Saco azul”, serpentea en la carretera con “Siguiendo la luna”. “Carnaval toda la vida” nos acelera todavía más. Intuimos que queda poco por recorrer y decidimos sacarle el jugo al último tramo.
Los primeros acordes de “Mal Bicho” se estrellan en la ventana delantera. Los viajantes se vuelven locos. Vicentico frena en seco. “Les pido 10 segundos de silencio total buscando la tormenta después del silencio”, pide el buen Gabriel Fernández. El estadio hace caso parcial al pedido. La banda prosigue después y la tormenta eléctrica, tal como lo predijo nuestro conductor, nos cae encima. “Matador” estalla luego. La gente se abraza, se toca, se impulsa en el otro. “El satánico Dr. Cadillac” cierra la primera parte de este delirante viaje. El Cadillac para por un segundo. Tomamos aire.
ANTES DE ACABAR Los 6 fabulosos vuelven poco después para culminar. “V Centenario” nos cantan. “Vasos vacíos” les hace pensar a los sedientos que tal vez bebieron demasiado. La fiesta está en ebullición. Los borrachos se chocan entre sí. Los cansados sacan fuerzas de donde ya no las hay. Los ahora afónicos rasgan la garganta por una vez más. Hay que seguir gritando, hay que seguir cantando. “Yo no me sentaría en tu mesa” llega al final. La máquina va desacelerando su marcha. Lima sigue cantando. Vicentico agradece. Los 6 grandes, más que fabulosos, jodidamente buenos, se despiden. Nos dejan una vez más. Sabemos que nos volverán invitar a su auto. Sabemos que nos volverán a llevar en un viaje explosivo. Ellos siempre vuelven. Nosotros siempre queremos más.
Mira aquí imágenes del concierto.