(Foto: AP)
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Redacción EC

La carne se hace rendir al máximo. El arroz se reemplaza por vegetales. La harina de maíz se hace a mano. Guardar rollos de cocina para reemplazar al papel higiénico en caso de desabastecimiento incluso en el "mercado negro".

Los miércoles hay que dejarlos libres para ir al supermercado y esperar por horas. Tener siempre disponibles 10.500 bolívares a la espera de que llegue en algún momento -quién sabe cuándo- una caja de productos básicos subsidiados por el Gobierno.

Estos son algunos de los hábitos que debió adquirir Mireya Amaya a la hora de cocinar o hacer las comprar en los últimos años. Esta mujer, vendedora de inmuebles de 66 años, que vive junto a su hijo, de 33 años, y sus tíos, de 86 y 87, en el barrio Santa Rosa, una zona popular de Caracas, es solo un reflejo de la creatividad a la que los venezolanos -especialmente de clase media y media baja- debieron apelar para hacer frente a una crisis que combina una inflación galopante (del 720% para este año, según el FMI), una grave escasez de alimentos y medicamentos, y una pobreza que alcanza al 82% de los hogares, según la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) de 2016.

—Una dieta distinta—

Las proteínas se convirtieron en un lujo en la mesa de los venezolanos, con precios cada día más altos para las carnes. "El pollo lo hago picadito, pisadito, de vez en cuando una milanesa, pero se trata de hacerlo rendir más. Antes compraba la pierna completa, ahora la mitad y se completa con cebolla y zanahoria", cuenta Mireya al diario La Nación, sentada en el sillón de su casa. El pollo es el más elegido porque tiene el precio más bajo. "Pero rinde menos", repara Mireya. "Lo más caro es el pescado, y se come menos. Una vez al mes. Y si compras, es atún, que es lo más barato. A la carne roja la consumimos molida o mechada", expone, sobre su dieta adaptada a la crisis.

La médica Maritza Landaeta, coordinadora de investigación de la Fundación Bengoa para la Alimentación y Nutrición de Venezuela, confirma que lo que sucede en la casa de Mireya se replica en muchos hogares del país. "Las proteínas han desaparecido de la mesa de los venezolanos", sentencia, y agrega que esto tiene efectos a largo plazo porque afecta principalmente a los más chicos.

"Las carnes son las fuentes de hierro, vitamina B y zinc. El hecho de no tener hierro, tampoco por la harina enriquecida de maíz, lleva a tener niveles de anemia muy altos. Los estudios muestran que 6 de cada 10 niños tiene anemia. Eso afecta al desarrollo cognitivo. Tampoco tienen grasas, no se consigue casi aceite, y el cerebro es pura grasa. Los pediatras están muy preocupados por el daño en niños. Los que no se mueren, ¿cuántas son las facultades que pierden y son difíciles de recuperar?", dice la nutricionista.

La encuesta Encovi de 2016, realizada por la Fundación Bengoa junto a universidades venezolanas, refleja estos cambios en las dietas de la población: las hortalizas y los tubérculos desplazaron a la carne y el pollo en la lista de productos que las personas adquieren.

A la cabeza de esa lista siguen estando la harina de maíz, el arroz y la harina de trigo. Sin embargo, la "harina Pan", marca local de la harina de maíz que se utiliza para las tradicionales arepas, se convirtió este año en la figurita más difícil de conseguir, incluso en el mercado negro. Esto también obliga a buscar alternativas. "Estamos comprando maíz en grano, lo serruchamos, lo molemos... pero no se puede hacer eso todos los días. El arroz también cuesta, pero se consigue más bachaqueado [en el mercado negro, a más del doble del precio]. A fines del año pasado, no estaba ni bachaqueado. Entonces teníamos que comer chuca, ahuyama, batata, todo tubérculo", describe Mireya.

—Farmacia y perfumería—

Si hay algo difícil de conseguir en Venezuela, tanto en supermercados como en farmacias, son los productos de aseo personal. Pasta de dientes, shampoo o desodorante desaparecieron de las góndolas, y deben buscarse en el mercado negro, con precios hasta diez veces más altos que el oficial.

La falta de papel higiénico en Venezuela ya es mundialmente conocida. Ante esta situación, el hijo de Mireya, Humberto, consigue a través de una amiga paquetes de este producto en un mercado mayorista. Pero para cuando eso se acaba, y ningún miembro de la familia consigue, Mireya tiene reservados algunos rollos de cocina. "Cuando veo que me quedan dos rollitos [de papel higiénico], me compro esto. Porque conseguir papel toilette está bien difícil", grafica, con los rollos de cocina en la mano.

Comprar medicamentos también es una odisea. Por eso, suele ser lo primero que los venezolanos les piden a amigos o familiares que viven en el exterior. "Un sobrino que vive en Texas a veces nos manda paracetamol y antialérgicos, calcio y otras cosas", cuenta Mireya.

Sus tíos son quienes necesitan los medicamentos más complejos y necesarios para tratamientos prolongados. Para eso, las redes sociales son aliadas: en Twitter se crearon las cuentas de "Servicio Público", que buscan unir a los pacientes que necesitan remedios con farmacias o personas que los tienen. "Así le encontramos a mi tía unas pastillas para el vértigo", dice Mireya. "También es difícil conseguir pastillas contra la hipertensión... por eso el médico a veces cambia las pastillas por otra, a pesar de ir muy bien con las primeras. Y otras veces toman las pastillas día por medio para que rindan, o toman remedios caseros, como el ajo", agrega. Los médicos también deben apelar a nuevas estrategias.

—Cajas CLAP—

Para hacer frente a la escasez, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, lanzó en abril de 2016 los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP), que reparten bolsas o cajas con productos de primera necesidad especialmente en los barrios que más lo necesitan a un precio accesible. Sin embargo, el programa, coordinado por el Ministerio de Alimentación, es eje de varias críticas, por su contenido y periodicidad.

La caja CLAP, decorada con las caras de Nicolás Maduro y Hugo Chávez, tiene un valor actual de 10.500 bolívares (casi 4 dólares según la tasa de cambio del Sistema Marginal de Divisas -un tipo de cambio oficial para fijar el precio de la mayoría de los bienes que comercializan en el país- y 1,2 dólares en el mercado blue, al que deben acudir la mayoría de los venezolanos).

El primer precio de las bolsas (así se presentaba en sus orígenes) oscilaba entre los 800 y 1400 bolívares. Además del impacto de la inflación, el aumento en el precio de las cajas CLAP está influido por otro factor: incluye cada vez más productos importados de países como México, Panamá y Colombia ante la falta de productos locales. Según la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios (Fedeagro), la producción nacional de maíz apenas cubre el 31% del consumo de la población, por ejemplo.

Bolsa CLAP.
Bolsa CLAP.

Los 10.500 bolívares deben pagarse un día antes de su entrega. Lejos de ser cada quince días, como había sido anunciado, el plazo entre las entregas de las cajas CLAP puede ser de hasta dos meses.

"Pagamos por algo que no sabemos qué va a traer. Pero lo que contenga, si sale 10 mil bolívares, lo vale. Un kilo de leche [en el mercado negro] te cuesta 15 mil. Si me trae una leche, dos harina Pan y un arroz, yo ya estoy ganando. No te cubre mucho, pero algo sirve", dice Mireya, beneficiaria de este programa.

La nutricionista Maritza Landaeta cuestiona el sistema: "A la bolsa CLAP le faltan carbohidratos, a veces granos. No tiene leche, no hay alimentos para los niños. Esas cajas traen cosas que no son de primera necesidad, como salsa. Lo que tienen son productos que no son básicos ni fundamentales para la alimentación de la gente".

¿Qué debería tener una caja CLAP? "Leche, obligatoriamente, granos y cereales para poder tener proteína de alto valor, lácteos en general. Los niños pequeños después de los seis meses necesitan complementar la alimentación ", responde la nutricionista.

Según un recuento de la BBC, la última caja CLAP contenía: 14 paquetes de fideos, 2 paquetes de harina de maíz, 4 paquetes de leche en polvo, 2 botellas de aceite, 1 paquete de azúcar, 1 bote de salsa de tomate, 1 sobre de mayonesa, 1 paquete de frijoles negro, 1 paquete de lentejas, 5 latas de atún en conserva, y 3 paquete de arroz. "Esta fue mejor que las anteriores", dice Mireya, y repara que las cajas no siempre contienen lo que anuncian.

—Productos regulados—

Otro sistema que creó el gobierno de Maduro para hacer frente a la escasez y la "guerra económica" a la que ellos achacan la crisis es el de "precios justos". Los productos de primera necesidad pasan a ser "productos regulados": el Gobierno establece a qué precio deben venderse y cuándo lo puede comprar cada ciudadano, en función de su número de documento.

A Mireya, por ejemplo, le asignaron los miércoles. Es la única de la familia que va: sus tíos son grandes y su hijo trabaja los martes, el día que le correspondería ir al supermercado.

Después de varios ensayos y errores, Mireya creó su propia rutina para ese día y adapta sus horarios en función de eso, ya que trabaja freelance. "Hay personas que van a las 4 de la mañana, yo no, porque la delincuencia es muy fuerte. Voy a las 7.30, 8, y hay días que he regresado a las 3 de la tarde. Mi tía se asusta y me empieza a llamar. Si llego y veo que hay productos, me quedo; si no, me vuelvo. A veces voy a la mañana, no hay nada, vengo, almuerzo y voy", dice sobre las filas que se arman fuera de los supermercados a la espera de los productos básicos. "A veces no llega nada, y me siento, me quedo hablando y quizás a las 11 llega un camión. Llega el arroz [por ejemplo] y hacemos la cola", cuenta.

Según el Centro de Documentación y Análisis Para los Trabajadores (Cenda), el mes pasado una familia debía reunir 15,2 salarios mínimos para poder pagar por los 58 alimentos que integran la canasta básica alimentaria, que tiene un costo de 226.462 bolívares (27 dólares en el mercado blue), más de cuatro veces lo que salía un año atrás. El salario mínimo en Venezuela a partir de mayo es de 65.000 bolívares (US$ 7,8), más un bono de alimentación de 135.000 bolívares (US$ 16,2).

Según ese informe, a la cabeza de la inflación está el grupo de "leche, quesos y huevos". Un paquete de 30 huevos pasó de 1423 (0,17 dólares en el mercado paralelo) a 13.851 bolívares (US$ 1,66), es decir, su valor se multiplicó por diez en un año. Según los "precios justos", debería costar 43 bolívares (menos de un centavo de dólar en el mercado paralelo).

—Trueque—

"A veces llegan cosas que no quiero pero las compro igual. Yo quiero harina Pan, pero si llega pasta la compro, por si hago trueque", dice Mireya, al describir una de sus últimas estrategias en el supermercado.

Como ella, son varias las personas que compran productos que no necesitan para cambiárselas a otros a quienes les pasó lo mismo. Así es como resurgió el trueque en el país: hay páginas de Facebook, grupos de WhatsApp y hasta días dedicados exclusivamente al intercambio.

Sin embargo, Mireya reconoce haber hecho "poco trueque". "A veces en el trabajo he cambiado aceite por harina Pan, pero no tengo tanta abundancia para hacer trueque", concluye.

Fuente: La Nación, GDA
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