"'El nombre del Perú' de Raúl Porras Barrenechea es, pues, un libro de lectura a la vez fascinante, amena, instructiva y didáctica". (Ilustración: Víctor Aguilar)
"'El nombre del Perú' de Raúl Porras Barrenechea es, pues, un libro de lectura a la vez fascinante, amena, instructiva y didáctica". (Ilustración: Víctor Aguilar)
Harry Belevan-McBride

El 16 de agosto de 1951 se inauguró en Lima el Primer Congreso de Peruanistas, organizado por con el auspicio de don Aurelio Miró Quesada Sosa, decano de la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos, que ese año celebraba su tetracentenario. Para la ocasión, Porras publicó un opúsculo intitulado “El nombre del Perú” que constaba de apenas 38 páginas, a las que había añadido a última hora tres cuartillas de tipografía menor destacadas en bastardilla y que llamó “El nombre del Perú en el Congreso de Peruanistas”. El maestro sanmarquino dejaba así constancia de la “discusión entre el eminente profesor francés Paul Rivet… y el autor de este trabajo, a propósito del nombre del Perú”. Tal debate tuvo el marco académico más propicio imaginable, puesto que al congreso concurrieron algunas de las más eminentes figuras de la historiografía mundial como Arnold Toynbee, Hermann Trimborn y el citado americanista y director del Museo del Hombre de París. El áspero desencuentro al que aludía Porras se dio, asimismo, entre los dos célebres etnólogos alemán y francés, razón por la que el anfitrión peruano consideró como una necesidad apresurar la publicación de “El nombre del Perú”. Debido a la inclusión del colofón sobre el mentado rifirrafe, es dable suponer que Porras se sintió apremiado en terminar su ensayo a fin de exhibirlo en el evento de peruanistas y lograr, con ello, afirmar su indiscutible autoridad sobre el tema.

Una característica saltante de este breviario es que concluye en un resumen de trece puntos denominados precisamente “Conclusiones”, en las que Porras formula una soberbia recapitulación de su tesis construida con las múltiples fuentes consultadas acerca del origen del nombre de la nación. Otro rasgo es que, no obstante su concisión, el texto está dividido en nueve títulos o apartados que se organizan como verdaderos capítulos, en los que reluce la impresionante suma de fuentes y referencias bibliográficas sobre las que Porras sustenta sus indagaciones, y corroboran la rigurosidad con que investigó sus aserciones acerca del nombre del Perú, en un esfuerzo solo comparable a la del clérigo Fernando de Montesinos que, ya en el siglo XVII, le dedicaría “a este tema del nombre del Perú”, según el propio Porras, diez capítulos de su obra magna, “Memorias antiguas, historiales y políticas del Perú”.

“El nombre del Perú” de Raúl Porras Barrenechea es, pues, un libro de lectura a la vez fascinante, amena, instructiva y didáctica, que también puede servir como eficaz herramienta para recordarles a esos millones de peruanos que hoy distorsionan penosamente el nombre de la nación cómo debe decirse. En efecto, impacienta el equívoco cada vez más frecuente con que se desfigura el patronímico de nuestro país, y no solo en el lenguaje coloquial, sino en los noticiarios diarios, la prensa y los avisos publicitarios. Porque, desde la “Historia General del Perú” del, hasta Fray Martín de Murúa con su “Historia de los reyes incas del Perú” y Lorenzo de Vidaurre con el “Plan del Perú”; transitando por “Las antiguas gentes del Perú” de Fray Bartolomé de las Casas, la “Relación de la conquista del Perú” de Miguel de Estete, la “Historia del descubrimiento y conquista del Perú” de Agustín de Zárate y las sugestivas narraciones de la “Historia de la geografía del Perú” de Antonio Raimondi; se llega a este magnífico texto de Porras que, tal como ha sucedido desde el primer aliento hispano que se dio en estas tierras, acredita que el nombre propio de nuestra nación siempre estuvo precedido del artículo –el– o de la contracción –del–, o bien de la preposición –en–, pero seguida siempre del citado artículo. Así fue durante el virreinato y así se consagró con la independencia: República del Perú y no de Perú, y en el Perú en lugar del indigesto en Perú. En el año de su bicentenario republicano, el Perú se merece un esfuerzo de todos de llamarlo apropiadamente.