Hagamos del Perú un país de lectores, por Germán Coronado
Hagamos del Perú un país de lectores, por Germán Coronado
Germán Coronado

En nuestra historia patria existen incontables testimonios de amor por el libro. Insignes maestros de escuela y catedráticos universitarios han impulsado la lectura como el camino, por excelencia, para el ejercicio exitoso de la tarea educativa. El libro es, qué duda cabe, un vehículo indispensable en la forja de espíritus cultivados, en la gesta por dotar a los individuos de capacidad crítica, de lograr ciudadanos con un sentido de pertenencia comprometidos con el desarrollo de su colectividad. Unos pocos nombres bastan para reconocer este hecho: Ricardo Palma –el ‘bibliotecario mendigo’–, José Antonio Encinas, Jorge Basadre, José María Arguedas, Carlos Cueto Fernandini, son algunos de ellos, y en nuestro tiempo Luis Jaime Cisneros, Oswaldo Reynoso, Lily Caballero de Cueto, Carmen Checa de Silva, por citar algunos de los más recordados.

En fechas coincidentes con las Fiestas Patrias, este mes abrirá sus puertas la 21ª Feria Internacional del Libro de Lima (FIL-Lima), que tendrá lugar del 15 al 31 de julio en el Parque de los Próceres de la Independencia en Jesús María. La FIL-Lima es un evento que convoca grandes multitudes en torno al libro y la lectura, y es una ocasión inmejorable para auscultar cómo se vinculan los peruanos con el hecho de leer. 

Es indudable que la lectura ha perdido terreno en el interés de amplios sectores de nuestra población. Los difíciles años de turbulencia social y crisis económica, que agobiaron a nuestra sociedad en las últimas décadas del siglo XX, destruyeron en el Perú todo vestigio de políticas de fomento del libro y la lectura. A mediados de la década de 1960, la Unesco promovió en los países de América Latina la instalación de bibliotecas públicas como medida orientada a fomentar la lectura y, en última instancia, elevar los estándares de vida de los ciudadanos. El Perú nunca emprendió esta tarea. Ninguno de los gobiernos de las últimas cinco décadas destinó recursos al fomento de la lectura y hoy pagamos las consecuencias: no existe acceso gratuito a la lectura para la gran mayoría de ciudadanos puesto que no hay bibliotecas públicas que lo faciliten. De los 1.851 municipios distritales y provinciales que existen en la actualidad, no más de diez cuentan con bibliotecas municipales apropiadamente instaladas y repertorios bibliográficos actualizados, capaces de prestar un servicio eficaz a sus comunidades. En el 2015, el conjunto de municipios distritales de Lima Metropolitana invirtió apenas seis mil quinientos soles en la adquisición de libros destinados a las bibliotecas municipales, cifra que revela el desinterés de las autoridades edilicias en la materia.

No obstante, y a pesar de lo abrumador que resulta el tiempo perdido, existe, en todos los estratos socioeconómicos de nuestra población, una sed enorme por acceder al conocimiento y no hay duda de que los peruanos identifican el libro como el principal camino para alcanzarlo. También se valora el libro como esa ventana por medio de la cual es posible atisbar otros mundos, vivir otras vidas y aun viajar a destinos remotos sin levantarse del asiento. Esto lo constatamos cada año, cuando medio millón de ciudadanos se movilizan para participar de la fiesta del libro, que es la FIL-Lima. 

Uno de los grandes desafíos que enfrenta el Perú del siglo XXI es salvar las enormes brechas socioeconómicas y culturales que durante casi dos siglos han trabado la marcha de la República. Esas diferencias nos han impedido encontrarnos en un diálogo fecundo e inclusivo y en reconocernos como partícipes de un mismo destino. Ese concepto de nación nos ha sido negado por una realidad en la que las grandes diferencias quedan definidas por la desigual oportunidad de los ciudadanos de acceder a una educación de calidad. 

“Leer es una forma de felicidad”, dice el filósofo Fernando Savater. La lectura es una de las claves que puede conducir a nuestra sociedad hacia el bienestar, paso previo e indispensable para alcanzar un desarrollo integral. Para dar inicio a este proceso virtuoso, el Estado debe garantizar políticas públicas de fomento del libro y la lectura. Recordemos que no solo de pan –y de una gastronomía exitosa, como la peruana– vive el hombre.