Tesis e hipótesis, por Miguel Antezana Corrieri
Tesis e hipótesis, por Miguel Antezana Corrieri
Miguel Antezana

Sin que nadie lo sospechara, el factor académico ingresó en la carrera electoral peruana, elemento que –irónicamente– se ha convertido en una forma de valoración democrática, irrebatible, de peso, aunque voluntaria, para el público elector; independientemente de que este tenga algún título profesional o académico.

Como hay mucha tela que cortar (y no solo de un candidato en particular) y otras tantas tesis que investigar, lanzo esta hipótesis sobre la base de la coyuntura: los plagios (en tesis, planes de gobierno, etc.) se han convertido en una llamada de atención a la sociedad y a las instituciones para que tomen decisiones que generen cambios cualitativos en cómo hacer política y a quiénes permitimos practicarla.

Hasta ahora, una característica de nuestra idiosincrasia ha sido la criollada, la viveza, la cual incluso aplaudimos y promovemos como si fuese una forma de éxito personal, de conseguir lo que se quiere sin importar el pisoteo a otros ni las consecuencias del actuar. En lugar de premiar el esfuerzo, el sacrificio u otros valores, se ha venido confundiendo el comportamiento palomilla con el camino fácil, el actuar fraudulento y hasta estafador. Por haber llegado a extremos, la realidad nos está pasando factura.

Las instituciones públicas (y algunas privadas) actúan también así. Basándose en tecnicismos burocráticos o administrativos, perdonan o libran de castigo a unos mientras que a otros les cae todo el peso de la ley. La “vara”, o la simple recomendación con tufo a inevitable orden superior, tiene más importancia que un currículo, que un historial de desempeño o que una perspectiva real con bases en el futuro. Si el Perú sigue siendo un país de segundo nivel, es porque somos demasiado vivos para subir el escalón.

Considero que esta cachetada que nos da la coyuntura es una oportunidad para la ciudadanía, las instituciones y hasta para nuestras familias. O seguimos con la torpe visión de salir adelante engañando a los demás o damos el giro (aunque sea ligero) hacia lo que deberíamos ser como sociedad. 

El cambio requiere esfuerzos y medidas ejemplares y polémicas, pero no promesas. Si las instituciones toman acciones ejemplares, el pillo tendrá que pensarlo muchas veces antes de andar pavoneándose por las calles, pues será señalado sin rubor. 

El escrutinio público ya no necesita de instituciones, sino de acceso a Internet. Sin embargo, todavía hay millones de peruanos que no utilizan la tecnología y están a merced de personas y organizaciones, millones de personas manipulables e inducibles a la toma de malas decisiones.

Ante la oportunidad de lo que se nos presenta, creo posible un cambio, si existe la voluntad para ello. Hoy estamos en el ojo de otras sociedades, no por Machu Picchu ni por nuestra gastronomía, sino por el escándalo moral que implica tener como posibles gobernantes y congresistas a personas sin ética, condenados por la justicia, con más sospechas de dolo que títulos, a simples “vivos” que han venido siendo premiados sin justificación. 

Tenemos la oportunidad de madurar como sociedad, de dejar la vergüenza de la tesis para trabajar una hipótesis de cambio. Eso o seguir aplaudiendo al criollazo de turno.