(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Alejandra Costa

Los últimos tres meses deberían servirnos como una lección respecto a cuán delicados son los hilos de los que pende la estabilidad macroeconómica del país y cuáles son los riesgos de que se rompan.

La inflación en el mes de junio (3,25%) superó por primera vez en más de 40 meses el nivel máximo que se fija como objetivo el (BCR), debido al encarecimiento de las materias primas a nivel internacional y el alza del dólar en el Perú.

Si comparamos el tipo de cambio de ayer con el del viernes anterior a la primera vuelta de las elecciones (9 de abril), veremos que se ha incrementado en 7,55%. Esto, aunado al aumento de precio del aceite de soya, el maíz y el trigo, ha llevado a que el costo del aceite vegetal, el pan y el pollo se incrementen.

Señalar culpables no es tan fácil. Por supuesto que las propuestas de durante la campaña han asustado a peruanos y extranjeros que han trasladado sus ahorros a dólares y/o sacado su dinero del país.

Pero hay innumerables fuentes para esos temores: la debilidad de nuestro sistema electoral; partidos políticos con presencia en el próximo Congreso que plantean la anulación de las elecciones o un golpe de Estado; congresistas incapaces de cumplir los procedimientos legales; jueces cuyas medidas cautelares son tomadas como sugerencias; un periodo de transición que aún no puede iniciarse y la incertidumbre sobre quiénes acompañarán a Castillo en un eventual gobierno suyo, exacerbado todo por las dudas sobre si se convocará a una asamblea constituyente y qué cambios se quieren hacer a la Constitución.

En resumen, un escenario caótico donde surge el peligro de que se inicie un círculo vicioso de desconfianza sobre la moneda peruana que se debe romper para evitar que los incrementos del tipo de cambio y precios se conviertan en un incendio permanente.

Esto es aún más necesario porque quienes no tienen muchas opciones para protegerse de las llamas son los peruanos cuyos ingresos siguen golpeados por la pandemia, los endeudados en dólares y las micro y pequeñas empresas importadoras.

Y en estos meses se hace evidente el esfuerzo del BCR por apagar ese incendio, pero también los límites de su accionar. En lo que va del año, el BCR ha vendido US$5.200 millones y ha colocado derivados cambiarios por US$5.500 millones, pero el dólar se sigue acercando peligrosamente a los 4 soles.

Si los agentes económicos empiezan a creer que la inflación seguirá subiendo, el BCR se verá en una disyuntiva complicada, porque subir su tasa de interés para combatir la inflación dificultaría la reactivación económica. Sin embargo, si nos volvemos tolerantes a la inflación, el escenario se tornaría aún más difícil de revertir.

Pero la tolerancia que más me preocupa es la que hemos tenido que desarrollar ante los niveles de confrontación política y caos institucional de los últimos años. De nada servirá que el BCR cumpla su función si no le exigimos al resto que lo haga: que quienes han sido elegidos para gobernar reconstruyan la confianza y promuevan la inversión privada y que la oposición ponga límites al gobierno dentro del orden democrático. No apagaremos el incendio que genera la incertidumbre si las fuerzas políticas lo siguen encendiendo constantemente.