"La percepción de que “todo el mundo lo hace” y su impacto en la conducta colectiva ha sido estudiada en muchos campos". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"La percepción de que “todo el mundo lo hace” y su impacto en la conducta colectiva ha sido estudiada en muchos campos". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Alfredo Torres

“La culpa la tiene la prensa” refunfuñaba un empresario esta semana en una reunión social. Según esta visión las denuncias constantes que se hacen contra políticos, jueces y fiscales generan inestabilidad y elevan la percepción de corrupción, sin mayor fundamento. Se trataría, entonces, de un linchamiento donde la turba virtual la constituirían la prensa y las redes sociales. El argumento se desbarata rápidamente al recordarse que la corrupción es un problema real que la prensa ayuda a combatir y que, si no fuese por ella, muchísimos casos, desde Vladimiro Montesinos hasta el fugado y capturado César Hinostroza, pasando por numerosas autoridades regionales y municipales, habrían sido cubiertos por un manto de impunidad.

Sin duda, no es lo mismo percepción que realidad, pero la correlación entre una y otra es alta cuando se trata de los problemas del país. Hace 30 años las encuestas decían que la percepción de los peruanos era que la inflación y el terrorismo eran los principales problemas y la realidad era que, efectivamente, era así. Hace 15 años, las encuestas decían que los problemas que más les preocupaban a los peruanos eran la pobreza y el desempleo; y la realidad es que así era, hasta que el crecimiento económico acelerado los redujo considerablemente. Ahora las encuestas nos dicen que los problemas que más preocupan a los peruanos son la corrupción y la delincuencia. La prensa no hace sino alertar cada día de hechos que confirman estas percepciones.

El tema no es nuevo. Hace más de una década que las encuestas de Proética e Ipsos encuentran que, de manera creciente, la ciudadanía identifica la corrupción como el mayor problema que enfrenta el Estado (pasó de 49% en el 2006 a 62% en el 2017). También, que más del 80% considera que la corrupción lo perjudica en su vida cotidiana y la principal razón esgrimida es que la mayoría se siente potencialmente víctima de abusos de las autoridades, aludiendo a la turbia relación entre coima y extorsión.

Lo que es menos conocido es que el Perú ocupa, según el Barómetro de las Américas de Lapop, el primer lugar en América Latina como el país que menciona a la corrupción como el mayor problema nacional; y también el primer lugar entre 25 países del mundo, según el Global Advisor de Ipsos, como el país al que más le preocupa la corrupción, seguido de Malasia y Rusia. Además, probablemente pocos recuerden que cuando se pregunta ¿qué te avergüenza de ser peruano? 68% responde la corrupción, seguido de 56% la delincuencia y 45% la falta de justicia, que no es lo mismo, pero está muy relacionado.

A diferencia de la inflación y el terrorismo que pudieron ser derrotados, la dificultad es que la corrupción se encuentra muy extendida y con características endémicas. Así como es difícil conducir un auto respetando las reglas de tránsito cuando la mayoría no lo hace, existe una mayor propensión a la corrupción entre quienes creen que “todo el mundo lo hace”. No es fácil salir de ese círculo vicioso.

Para enfrentar un problema social se requiere construir indicadores. Por eso la Unidad de Análisis Político de El Comercio y el Área de Investigación Social de Ipsos, están lanzando esta semana su Índice de Propensión a la Corrupción, el cual medirá el grado de cercanía de la población con experiencias cotidianas de corrupción, su tolerancia a conductas habituales de corrupción y la autopercepción de incurrir en esta mala práctica. El objetivo es averiguar qué proporción de peruanos tiene una propensión alta, media o baja a la corrupción y cuál es el perfil de quienes tienen una propensión alta. El índice será publicado primero en El Comercio y luego analizado en profundidad en un evento en el marco de la Semana de la Evidencia, un conjunto de actividades destinadas a promover el uso de la evidencia en las políticas públicas en América Latina.

La percepción de que “todo el mundo lo hace” y su impacto en la conducta colectiva ha sido estudiada en muchos campos. Por ejemplo, en criminología la teoría de las ventanas rotas sostiene que el vandalismo y la violencia prosperan en entornos urbanos descuidados, de “ventanas rotas”. Inversamente, promover el respeto de los vecinos por su barrio ayuda a reducir la criminalidad. Naturalmente, eso requiere liderazgo y compromiso del alcalde y el comisario local.

Del mismo modo, revertir el círculo vicioso de la corrupción requiere mucho liderazgo y tesón. El presidente Martín Vizcarra parece estar resuelto a enfrentarla y gran parte de la opinión pública lo apoya. Una nueva generación de fiscales y jueces parece estar decidida a no permitir que políticos sigan recibiendo dinero turbio sin mayores consecuencias porque “todo el mundo lo hace” y gran parte de la prensa los apoya. Naturalmente, hay resistencias. En algunos casos, son los afectados los que pitean. En otros, son la desconfianza y el escepticismo los que alimentan las críticas. Lo único claro es que el Perú enfrenta ahora un gran problema de corrupción, pero también una gran oportunidad para salir adelante.

*El autor es presidente ejecutivo de Ipsos Perú