Si hay una palabra que describe a Carolina Botto, la fundadora de Joinnus, una de las start-ups más exitosas de nuestro país, esa es ‘curiosidad’. De hecho, aún recuerda cómo esos biberones que le regalaron para su Peloncita por Navidad le llamaban tanto la atención que decidió romperlos para investigar cómo mágicamente desaparecía el líquido cuando los inclinaba. Porque Carolina a sus 5 años podía creer en Papá Noel, pero no en que la muñeca se tomaba la leche.
Esa profunda satisfacción de descubrir el misterio del biberón la llevó a tener una práctica inusual con sus juguetes: juego que no entendía lo desarmaba para poder comprenderlo. Televisores, radios y hasta discos de vinilo pasaron por sus manos, y mientras iba creciendo tenía más dudas sobre las explicaciones absolutas que recibía e irritación hacia la respuesta fácil “porque así es”.
Quizás por eso años más tarde, luego de regresar de su maestría y a pesar de tener una oferta de trabajo que le brindaba estabilidad, buen sueldo y un horario regular, decidió romper algo de nuevo, esta vez lo que en teoría le tocaba hacer en la vida. Se preguntó uno de sus más importantes “por qué”, y en vez de quedarse solo en la exploración de la pregunta dio un paso más allá y se preguntó “¿por qué no?”. ¿Por qué no exploraba la idea que tuvo en su tesis, cuando entendió que hay muchas más cosas para hacer un jueves por la noche que ir al cine o a comer?
Así nació Joinnus, una plataforma que desafía el sistema tradicional de enterarte de lo que acontece en la ciudad, y permite pagar eventos a través de una propuesta tecnológica amigable. Hoy, cinco años después de su fundación, Joinnus no solo te permite pagar en segundos y a la hora que sea desde una fiesta de garaje hasta megaeventos como el más grande hecho en la historia del Perú: la venida del Papa, que convocó a un millón y medio de peruanos.
Así como en el caso de Carolina, la curiosidad ha sido el gatillo de las historias de éxito de empresas y proezas en la historia de la humanidad. Albert Einstein afirmaba que no tenía un talento especial, solo una curiosidad apasionada, y aunque resulte absolutamente discutible lo de no tener un talento especial, es verdad que no habría resuelto los enigmas del universo si no fuera por su curiosidad. El reconocido Peter Drucker, por su parte, hace unas décadas colocaba el conocimiento de las preguntas correctas en el centro de su filosofía sobre el pensamiento estratégico. El mismo Walt Disney reconoció que la curiosidad fue la que los guio a abrir nuevas puertas y caminos. La curiosidad es una de las competencias más valiosas que debemos desarrollar porque el cuestionamiento continuo nos mantiene vigentes, nos empuja a resolver problemas, a pensar en grande, a desaprender para aprender y propicia la innovación.
Hoy más que nunca, despierta tu curiosidad, no tomes verdades como absolutas, sé un preguntón sin descanso así caigas antipático, no etiquetes algunas cosas como aburridas, porque te puedes perder descubrir una ruta de solución impredecible. No seas selectivo con tu conocimiento, porque aprender hasta de jardinería te puede servir en algún momento. Despierta tu curiosidad artística, sal a explorar. Todo bien con Netflix, pero quizás en esa exposición de arte encuentras el hilo de la madeja para ese problema de la oficina. Lee de todo y no solo aquello con que te sientes cómodo y, sobre todo, quítate los prejuicios y paradigmas, explora lo que te parezca absurdo o una “roca”, porque acuérdate que de las rocas salen los diamantes.