Editorial: El cascabel del crimen
Editorial: El cascabel del crimen
Redacción EC

El asesinato del (el décimo tercer episodio de sicariato del año) es solo una lamentable raya más al tigre de la criminalidad. Las estadísticas son bastante conocidas. Según el , en lo que va de este gobierno el número de personas que han denunciado delitos violentos ha subido en 37%. De acuerdo con el , 38% de los encuestados fueron víctimas de la delincuencia en la segunda mitad del 2012. La señala que los asaltos a bancos y cajeros aumentaron en 100% en el 2013, en comparación con el año anterior. El , en el 2012, informó que la tasa de victimización del Perú durante el año previo había saltado de 29% a 40%, convirtiéndose en el país con el más alto porcentaje después de México. Y, según la encuesta nacional urbana de El Comercio-Ipsos que publicamos ayer, el descrédito de la Policía Nacional del Perú (PNP) cada vez se agrava más: 69% de los entrevistados señala que no confía en la PNP, 44% indica que esta le inspira más temor que seguridad y 82% considera que tiene bastantes posibilidades o que definitivamente conseguiría sobornar a un policía si quisiera hacerlo.

El problema del crimen, en buena cuenta, se le está escapando de las manos al Perú. Y debemos ser conscientes de que países como México o Venezuela no llegaron al nivel de criminalidad que hoy sufren de un día para otro. Ahí, la delincuencia fue escalando poco a poco hasta llegar a un nivel incontrolable. Y si no queremos que nuestro futuro se parezca al presente de los mexicanos y venezolanos, debemos poner de inmediato el cascabel al gato del crimen.

El problema, sin embargo, es que quien está llamado a liderar esa puesta de cascabel no se muestra consciente de esta responsabilidad. Nos referimos, por supuesto, al presidente Humala, quien apenas asumió su mandato se puso a la cabeza del , pero, en lo que va de su gobierno, solo lo ha convocado dos veces. Algo que, además, es particularmente grave teniendo en cuenta que la lucha contra la criminalidad era una de las banderas que él enarboló cuando era candidato. Este ámbito, donde existían las mayores expectativas sobre su desempeño, se ha convertido en aquel donde nos venimos llevando constantemente las mayores decepciones.

La falta de liderazgo, por lo demás, aumenta su gravedad si tenemos en cuenta que el primer ministro brilla por su ausencia y que el ministro del Interior (el quinto de esta administración) no da muestras de realmente llevar las riendas de su sector.

El liderazgo del presidente de la República en el combate contra la delincuencia es imprescindible. No solo por la gravedad del asunto, sino porque si él no marca el compás al cual deben marchar todas las instituciones involucradas en la seguridad ciudadana (la PNP, el Ministerio Público, el Poder Judicial, la contraloría, etc.), entonces nadie podrá hacerlo. Por eso, es necesario que el presidente Humala se reúna de manera frecuente y periódica con todos los involucrados para coordinar acciones y evaluar resultados.

Un ejemplo de esta actitud ocurre en Miraflores, donde el alcalde se reúne semanalmente con los comisarios, el juez del distrito, la gobernadora, las juntas vecinales, entre otros, para analizar lo que sucedió en los días previos y adoptar las acciones correspondientes. Así, el distrito redujo los actos delictivos en casi 45%. Irónicamente, el Ejecutivo ha reconocido en público esta práctica, pero no ha sido capaz de emularla.

En cambio, el gobierno prefiere evadir el tema. El ex ministro Pedraza sugería que era un tema de “percepciones”. El ex primer ministro Jiménez nos acusaba a los ciudadanos de sufrir “histeria” colectiva. El ministro Albán apuntaba que no hay racha de crímenes, sino que ciertas bandas se han vuelto “más visibles”. Y el presidente pasó de sugerir a los peruanos abstenerse de salir a la calle con efectivo a responder que no tiene una “bola de cristal” para saber si la inseguridad es el mayor problema del Perú.

El cascabel anda tirado sin que nadie se anime a ponerlo en su lugar. Ojalá que cuando alguien decida recogerlo el cuello del problema no sea demasiado grueso como para poder colocárselo.