Si uno pregunta por qué le cortaron la cabeza a María Antonieta en 1793, la respuesta parece estar en los excesivos impuestos que se imponía a los ciudadanos y la poca calidad de servicios públicos que existían en Francia. Y, es cierto, la “política económica” de Luis XVI se había concentrado básicamente en recaudar la mayor cantidad de recursos de los franceses para financiar las guerras y las pomposas fiestas de su corte, mientras la gente se moría por enfermedades y hambruna. El Gobierno Peruano, quizá aprendiendo la lección, ha decidido aplicar la guillotina a los impuestos, antes de que se la apliquen a él.
En efecto, horas después de que la Comisión de Economía del Congreso aprobara el cuarto paquete reactivador, el ministro de Economía y Finanzas, Alonso Segura, anunciaba lo que considera el “paquete de medidas más importante de la actual gestión y, probablemente, de todos los gobiernos”. Sin duda, se trata de una medida sumamente significativa. Después de muchísimos años y varios gobiernos, una administración apuesta por reducir los impuestos para beneficiar directamente a todos los peruanos.
¿Qué ha planteado el Ejecutivo? Aunque los detalles de las medidas aún no son públicos, sabemos que propone la reducción progresiva del Impuesto a la Renta (IR) a las personas naturales (del 15% al 8% para el tramo más bajo a partir del 2015) y la reducción del Impuesto Selectivo al Consumo a los combustibles. También propone la reducción progresiva del IR corporativo del 30% al 26% para el 2019, aunque los efectos de esta última medida parece que serían neutralizados por el incremento del impuesto a los dividendos de 4,1% a 9,3% . En total, esto significa más de S/.1.000 millones que se quedarían en los bolsillos de los contribuyentes.
Algunos economistas opinan que sería necesaria una mayor reducción de tributos para que se sienta un efecto positivo en el corto plazo en la economía. En todo caso, la realidad nos demostrará si la guillotina debió estar más afilada. Pero lo que sabemos con certeza es que se trata de un paso importante hacia adelante que además supone la ruptura de la inercia dentro del Estado.
Las razones para celebrar la disminución de impuestos son claras. Para empezar, resulta sumamente injusto e ineficiente que el gobierno tome la riqueza que producen los ciudadanos –y los prive de todo lo que podrían hacer con ella– para gastarla mal o no gastarla.
El Estado, de hecho, ha triplicado la recaudación tributaria en los últimos diez años (en el 2003 recaudó S/.27.576 millones, mientras que en el 2013 esa cifra llegó a S/.89.397 millones), pero nadie en sus cabales puede sostener que la calidad de los servicios mejoró proporcionalmente. Por ejemplo, la seguridad ciudadana, la justicia o los servicios de agua y saneamiento son paupérrimos y calamitosos. Incluso, en algunos lugares del país su calidad no dista mucho de los de la Francia de María Antonieta. ¿Por qué entonces los ciudadanos tenemos que darle más dinero de nuestro bolsillo a un Estado que no nos devuelve el equivalente en servicios?
Incluso, el gobierno nos priva de nuestro dinero y ni siquiera gasta una buena parte del mismo. Como muestra un botón: estando muy cerca de finalizar el año, el Estado Peruano solo ha ejecutado el 57% de su presupuesto de inversión. Si para eso se lleva nuestros tributos, es claro que hace bien en devolvernos parte de ellos para que decidamos en qué gastarlos.
Finalmente, otra razón por la que esta es una buena noticia es que una menor carga tributaria supone bajar la valla que hoy tienen que superar los peruanos para ingresar a la formalidad, lo cual, de hecho, ayuda a ampliar la base tributaria y, como potencial resultado, a recaudar más en el mediano plazo.
Hay que saludar el golpe de timón que, para bien, ha dado el gobierno en su política tributaria (pues el señor Ollanta Humala incluso era partidario de elevar más los tributos cuando candidato). Ojalá que la guillotina del señor Segura no pierda su filo y que sigan rodando este tipo de cabezas.