A los ejecutivos se los reconoce por su determinación para hacer las cosas. Cuando sus subordinados dudan o remolonean frente a un reto importante, el verdadero ejecutivo toma la responsabilidad en sus manos y convierte en realidad aquello que originalmente vislumbró solo entre sueños. Pensemos, por ejemplo, en César Acuña, el actual gobernador regional de La Libertad. ¿Qué es lo que explica la existencia del partido Alianza para el Progreso (APP) y la de esos contenedores de estudiantes que él insiste en llamar universidades? Pues la decisión y el empuje que lo caracterizan. Y a nuestro parecer, es en esa misma línea de comportamiento que deberíamos ubicar el controvertido episodio de la estatua recientemente develada en su honor en Trujillo. Según ha declarado él, la pieza escultórica “viene de personas” que lo conocieron años atrás. Pero si eso fuera cierto, habría seguramente una plaquita con los nombres de los fulanos empeñados en agasajarlo incrustada en el bloque marmóreo que le sirve de base. Y sucede que no la hay.
–Hawai, Bombay–
No hay indicios, efectivamente, de que alguien como “el gerente de Hawai” o el superintendente de Bombay haya apoquinado para mandar a hacer la estatua. En esa medida, pues, no resulta descabellado maliciar que, cediendo a los dictados de su vena ejecutiva, la haya mandado a hacer él mismo.
De cualquier forma, se trata de una obra digna de análisis. Dorada como los ídolos de los que nos habla el Antiguo Testamento, la efigie representa a un César Acuña con las manos entrelazadas a la altura del abdomen y la mirada perdida en el horizonte. Entregado, digamos, a la noble tarea de otear serenamente el porvenir. Como detalle curioso, debajo de sus pies, se distingue un voluminoso libro cerrado: probablemente, un ejemplar de “Política educativa. Concepto, reflexiones y propuestas”, el opus pedagógico que nunca plagió y solo copió.
Pero más allá de las características formales de la escultura, lo importante es preguntarse qué es exactamente lo que se pretende homenajear a través de ella. Felizmente, don César ha ofrecido algunas pistas. “Creo que la trayectoria que he recorrido hasta ahora ha servido de impulso para que los que me conocen valoren en vida mi trabajo”, dijo algunos días atrás. Y, si lo pensamos bien, tiene razón. Porque, como él mismo sentenció en alguna oportunidad: “La vida es lo más preciado que uno tiene en la vida”. Pero eso no fue todo. Picado por la jactancia, el fundador de las galerías de aulas conocidas como “César Vallejo”, “Señor de Sipán” y “Autónoma del Perú”, añadió: “Va a ser imposible que aparezca un peruano y forme tres universidades”… Y corren voces de que cierto congresista dedicado al mismo giro se ha tomado el desafío a pecho y estaría en el proceso de adquirir dos vistosas fachadas de utilería.
Volviendo, sin embargo, al gobernador regional de La Libertad, hay que anotar que sus merecimientos no solo se cuentan en matrículas, sino también en votos. Si bien como candidato presidencial nunca ha tenido mucha fortuna, no se puede negar que ha creado un partido que ha llevado al Congreso a un buen número de representantes difíciles de olvidar. Entre ellos, su hermano Humberto Acuña (que fue condenado a tres años de pena privativa de la libertad por complicidad en el delito de cohecho activo), Benicio Ríos (sentenciado a siete años de cárcel por corrupción agravada), Edwin Donayre (enviado por cinco años a prisión por su participación en el robo de combustible al Ejército), Freddy Díaz (con prisión preventiva por una denuncia de violación sexual) y César Villanueva (también con prisión preventiva, por presunto tráfico de influencias).
A la luz de estos opinables logros, cualquiera diría que la estatua es un esfuerzo inútil. Pues, como es obvio, nadie que tenga noticia de ellos, se va a dejar impresionar por sus destellos dorados y sus pretensiones épicas. Pero en esta pequeña columna, creemos que don César está pensando en el futuro. Es decir, en un tiempo en el que toda la menudencia que ahora conocemos se haya ya desvanecido y la única huella que quede de estos días aciagos sea la que perpetúen engañosamente la piedra o el mármol. Pensemos en los altivos personajes de las esculturas romanas que de tiempo en tiempo se descubren todavía en las entrañas de la ciudad de las siete colinas. ¿Qué sabemos en realidad de ellos? Poco o nada. Pero cómo impresionan.
–Sabio, justo y prudente–
De la misma manera, en unos dos mil años, un grupo de arqueólogos interesados en conocer cómo la barbarie desplazó alguna vez a la incipiente civilización en este rincón del planeta, podrían toparse en una excavación con la estatua del líder de APP y llegar a la conclusión de que fue un hombre sabio, justo y prudente. ¡Alucinen!
Por eso, no es de extrañar que don César se empeñe hoy en este singular canto a sí mismo. Después de todo, de acuerdo con su filosofía, una persona es feliz cuando logra su felicidad, y él parece estar encaminado en una larga pero indetenible marcha por conseguirla.