Diego Elías, ganador en squash. (Sebastian Castañeda / Lima 2019)
Diego Elías, ganador en squash. (Sebastian Castañeda / Lima 2019)
Guillermo Oshiro Uchima

ya es la mejor actuación peruana en unos Panamericanos. Las medallas doradas de los maratonistas Gladys Tejeda y Cristhian Pacheco, del squashista Diego Elías y la esquiadora Natalia Cuglievan así lo certifican, pero no necesariamente son producto de una política de un país que se la juega por el deporte. Los cuatro son maravillosas excepciones, los cuatro han sido forjados por apuestas personales que luchan contra las adversidades y el desinterés generalizado de una nación que solo se toma una pausa para prestarle atención cuando organizamos unos Juegos, que incluso muchos no quisieron, o cuando ganan un torneo importante.

No se puede negar que la ayuda económica del Estado se ha incrementado en los últimos años con el Programa Apoyo al Deportista (PAD) que beneficia a 136 atletas, según la página web oficial del IPD, el Programa de Maratonistas y el Top Perú. Sin embargo, es evidente que ello ha sido producto de la obligación implícita generada por la organización de los Panamericanos. Habrá que ver si se sostiene en el tiempo para saber realmente si el deporte es de interés nacional.

Salvo Pacheco, quien ha entrenado en el Centro de Alto Rendimiento para fondistas en Huancayo con muchísimas limitaciones en los últimos meses, nuestros medallistas dorados han tenido que crear su propia metodología de entrenamiento para llegar al éxito. Han tenido que invertir el aporte que les ofrece el IPD –entre 1.000 y 5.100 soles mensuales según el PAD– para prepararse por cuenta propia. La mayoría de federaciones adolece de un plan estructurado para pulir el talento de nuestros deportistas y captar también nuevos valores. Muchas disciplinas estiran la mano para recibir dinero del Estado, pero no lo invierten correctamente porque no existe un horizonte claro y el IPD tampoco hace un seguimiento ni ejerce el rol fiscalizador que se requiere, de lo contrario no se entiende cómo nuestro básquet, por ejemplo, se quedó sin Panamericanos por una sanción que recae sobre la federación desde el año pasado. Hasta el día de hoy sigue fuera de la órbita de la Federación Internacional de Baloncesto.

La apuesta no solo se debe clarificar en el incremento del presupuesto anual o en la organización de unos Panamericanos, sino también con una política coherente, con proyectos de ley que beneficien a nuestros atletas, que sean a todo nivel para que el deporte competitivo y recreativo sean parte de nuestra cultura educativa. Mientras ello no ocurra seguiremos dependiendo del corazón de más Gladys, Natalias, Cristhians o Diegos para aplaudir sus medallas milagrosas, como también lo son las de plata de los taekwondistas Marcela Castillo y Hugo del Castillo, y las de bronce del pesista Luis Bardales, los boxeadores Leodan Pezo y José María Lúcar, el doble masculino de squash y el equipo de pares mixtos de poomsae.

El éxito de Lima 2019 es producto del esfuerzo de los 592 deportistas que nos representan quizá sin la preparación óptima porque el Estado no se las ofrece. Ojalá que esa lucha sea valorada como el impulso que necesita nuestro deporte para ser tomado en serio.

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