Enfermero,Huallaga,Artemio,Sendero Luminoso,Devida
Enfermero,Huallaga,Artemio,Sendero Luminoso,Devida
Ricardo León

Levi Alvarado no es chofer, pero alguna vez ha tenido que conducir la ambulancia de la posta médica para trasladar a pacientes en peligro por trochas complicadas de la provincia de Tocache. No es pediatra, pero en el alejado y (antes) peligroso centro poblado de Santa Rosa de Mishollo las mujeres que dan a luz no tienen a quién más acudir. No es cirujano, pero la madrugada del 9 de febrero del 2012 tuvo que improvisar una operación quirúrgica porque una vida corría peligro. No es policía, pero sabía que la mano sangrante e infectada que estaba curando era la de ‘Artemio’, uno de los terroristas más buscados del país. En sus últimas horas en libertad, ‘Artemio’ se estaba muriendo.

“Fueron a mi casa, tocaron fuerte la puerta y me dijeron: ‘Tienes que salir, hay un herido’”, recuerda el enfermero. Él llevaba 25 años trabajando en Santa Rosa de Mishollo, una de las localidades más convulsionadas del Alto Huallaga, y un lugar de tránsito frecuente de las columnas de Sendero Luminoso encabezadas por Florindo Flores Hala ‘Artemio’. Él lo sabía –es decir, todos lo sabían-, pero asegura que nunca lo había visto. Sabía cuál era su rostro por informes periodísticos. Apenas estuvo enfrente del herido, lo primero que vio fue su mano: un par de horas antes, un colaborador de la policía infiltrado en la columna de ‘Artemio’ le había disparado, en horas cruciales en que él ya estaba cercado, pero cuando aún tenía la opción de escapar. El disparo de escopeta hirió gravemente una mano. El calor de la selva, la suciedad y la carencia de medicinas aceleró la infección. El paciente deliraba y decía incoherencias en el momento en que Levi levantó la vista y vio de quién se trataba.

“Cuando amaneció, esto parecía Vietnam”, recuerda el enfermero. Los helicópteros sobrevolaban, los vehículos correteaban, los policías se desplazaban a gritos y en grupos grandes. Luego de recibir los primeros auxilios en la posta, ‘Artemio’ cruzó la plaza principal del pueblo, ubicada a escasos metros, y luego llegó hasta el río. Al mismo tiempo, algunos policías amedrentaban a Levi, lo acusaban de ser cómplice del senderista, incluso lo acusaron de tenerlo escondido en su casa. Eso fue en la mañana del 10 de febrero. ‘Artemio’ logró ocultarse por casi dos días en el monte, hasta ser capturado en muy mal estado de salud el 12 de febrero, hace seis años exactos.

“Recuerdo ese día más que el de mi cumpleaños”, dice Levi, resignado. Su vida sufrió algunos cambios: el Ministerio de Salud lo derivó a otra zona por varios meses, para evitar ponerlo en riesgo; tuvo que acudir en calidad de testigo a los juicios contra ‘Artemio’ en la Base Naval del Callao; conversó en los meses posteriores con funcionarios que se dieron cuenta de que las postas médicas de la zona estaban en pésimas condiciones, y recibió más personal (aunque insuficiente); finalmente, tuvo que escuchar algunas acusaciones que trataban de poner en tela de juicio su profesionalismo. “Si no fuera por mí, ‘Artemio’ estaría muerto. Pero no pensé en quién era, solo estaba curando a una persona herida, ese es mi oficio. Además, me lo exigieron hombres armados, ¿qué tenía que hacer yo?”, responde Levi.

La semana pasada, la presidenta ejecutiva de Devida, Carmen Masías, visitó Santa Rosa de Mishollo, donde inauguró un local comunal. Antes de la ceremonia, ella conversó brevemente con grupos de personas que la recibieron animosamente en la plaza principal: agricultores, escolares, mujeres. Uno de los últimos encuentros lo tuvo con Levi y su asistente. Él le hizo un único pedido: que el Estado asigne un chofer para la ambulancia casi nueva que fue donada a la posta del pueblo. De lo contrario, él tendrá que volver a conducirla en caso de emergencia.

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