El superintendente de Banca, Seguros y Administradoras de Fondos de Pensiones (SBS),Daniel Schydlowsky:https://elcomercio.pe/tag/283050/daniel-schydlowsky, sufrió esta semana una auténtica explosión de declaraciones desafortunadas. En primer lugar, dijo que las AFP debían invertir su dinero en proyectos en el Perú para generar empleo y aportar al desarrollo de la infraestructura nacional, en lugar de hacerlo en el exterior, por ejemplo, en Fráncfort o Singapur, donde no pueden servir a nuestro país. En segundo lugar, indicó que los bancos abusaban de los consumidores por el gran diferencial que hay entre los intereses que pagaban a las personas que les hacen depósitos y los que cobran a las personas a las que ellos prestan. Finalmente, aprovechó para quejarse, con evidentes añoranzas intervencionistas, de que, como estamos en un modelo de mercado, no hay mucho que él pueda hacer con estas tasas bancarias.
No resulta muy difícil explicar lo que está mal con la primera de las declaraciones del señor Schydlowsky. El dinero de las AFP tiene, en realidad, dueños de carne y hueso que lo han ganado con su trabajo individual y que se han visto obligados a aportarlo a estas entidades con el consuelo de que –según la misma ley de la que se genera esta obligación– ellas están ahí para intentar aumentarlo lo más que se pueda a fin de asegurarles la mejor jubilación factible. Entonces, forzar a las AFP a invertir este dinero en cualquier cosa que ellas no consideren que dará la mayor rentabilidad a sus propietarios supone desviarlo de sus auténticos fines y engañar a estos propietarios.
En nada cambia, por otro lado, a este desvío y este engaño que el nuevo fin al que los aportes vayan dirigidos sea tan noble como ayudar a generar empleo en el Perú. Si ese va a ser el caso, sinceremos la situación y cambiemos el nombre de las administradoras de fondos de pensiones por el de “administradoras de fondos para la generación de empleo y la inversión pública en el Perú”.
Vale la pena recordar, adicionalmente, que el límite actual de 36% que tienen las AFP para poder invertir en bolsa en el país les viene particularmente mal a los intereses de sus aportantes en estos tiempos en que la Bolsa de Valores de Lima anda muy de capa caída. Y vale la pena recordar que, además de este límite, las AFP tienen otra traba para desarrollar su propia política de inversiones, siendo que la SBS tiene que aprobar cualquier instrumento financiero en el que ellas puedan invertir, incluidos los de mercados mucho más desarrollados y profundos que el nuestro.
La declaración sobre el diferencial en los intereses de los bancos también ha sido notablemente descaminada. Porque, claro, el señor Schydlowsky menciona lo poco que pagan los bancos a sus ahorristas frente a lo mucho que exigen a quienes les piden créditos, pero evita referirse a la igualmente enorme diferencia de riesgos que existe entre una situación y otra. Esto, sobre todo considerando los enormes costos de transacción que tiene que asumir un banco para ejecutar sus deudas en el Perú gracias, entre otras cosas, a la situación de nuestro Poder Judicial (la misma que hace que en la última edición del ránking del Doing Business figuremos en el puesto 115 de 185 países en la categoría “facilidad para hacer cumplir los contratos”).
Lo anterior, desde luego, no quiere decir que no haya espacio para menores tasas en el mercado bancario, pero la manera de lograrlas es atrayendo más competencia al mismo, y alejando de él todo lo que pueda ahuyentar esta mayor competencia –como, por ejemplo, las mal disimuladas nostalgias del poder de controlar precios–.
Por lo demás, si lo que preocupa al señor Schydlowsky es que las pequeñas y medianas empresas no pueden acceder a las altas tasas de los bancos, tal vez su problema sea de desinformación: estamos en el país que es líder mundial de las microfinanzas.
Finalmente, está lo del modelo. Si el encargado de supervisar nuestro mercado de capitales insinúa públicamente no creer en la libertad de dicho mercado, pues mala señal para las personas e instituciones que actualmente canalizan –o tienen planeado hacerlo– sus ahorros a través de él. Y mala señal también, ciertamente, para los emprendimientos que buscan financiarse por medio del mismo: cuanto menos capitales entren a este mercado, más costará conseguir los que haya en él.
Parece ser, en fin, que lo que convendría más al señor Schydlowsky sería supervisar algún otro tipo de sistema al que sí le tenga fe.