Fernando Vivas

No es político viejo –tiene 52 años– pero sí curtido. Ya abandonó un añejo partido, el PPC; ya vio nacer y pervertirse otro, el Chim Pum Callao de Álex Kouri; ya se cansó de ser tres veces alcalde de un mismo distrito, San Miguel; ya postuló a Lima y perdió para beneplácito de su presunto aliado (ya les contaré eso, aunque él no quiera); y acaba de sobrevivir a la debacle de PPK en nombre de otro PPK (Peruanos por el Kambio), ajustándose el fajín para enfrentar las críticas que le llueven desde la izquierda justiciera que no lo quiere de ministro de Justicia por haberse codeado con algunos chuecos de la política.

Salvador, curtido como es, habla sin confrontar, con evasivas siempre amables. Prefiere el ‘no le deseo mal a nadie’ y el ‘no vale la pena contestar agravios’, a la réplica franca y cachosa. Pero algunas interrogantes sí va a tener que responder porque son parte esencial de este perfil.

—No cantes dos veces—
Para empezar, le pido que aclare si su fichaje en el Minjus es fruto de un pacto, de esos que no se admiten aunque son obvios y legítimos: “Recibí la invitación del presidente Vizcarra y me dice que es por mi trayectoria, que fui un alcalde exitoso y estuve en la Comisión de Justicia [del Congreso] y me dice: ‘En consideración a tu cargo como secretario general del partido’”.

O sea que el partido –que cambiará de nombre como me han señalado sus dirigentes– cuenta en la designación. Y cuenta –esto es importante– un detalle adicional: , a diferencia de otros ppkausas como Gilbert Violeta, tuiteó pidiendo la renuncia de PKK. Antes de eso, mostraba una lealtad, digamos, esforzada. “Hasta el último momento iba a defender la institucionalidad. He estado en Palacio con Juan Sheput y Gilbert y manifestamos [a PPK] que los operadores que dialogaran [para conseguir los votos] fueran solventes y no novatos”. Solventes y éticos, acoto. “Absolutamente, luego de ver los videos entré en cura de silencio”. (Heresi asegura que el partido no se involucró en la compra de votos, que ellos los hubieran buscado solo con argumentos políticos. Esto será tema para los fiscales).

Si Vizcarra fue tildado de desleal a PPK por hacer lo que tenía que hacer, Heresi también lo será, sin mayor culpa de su parte. Le pido recordar cómo nació su aventura ppkausa en el 2014, para que quede claro el límite de su lealtad: “Ellos [los primeros ppkausas] sacaron un kit electoral y no tenían suficientes firmas. Yo venía del PPC y tenía gente que me ayudaba, había recolectado más. Juntos logramos recolectar 400 mil”. El pacto firmado era que Salvador apoyaría a PPK en el 2016 y este lo apoyaría a Lima en el 2014. “Pero me dijo que sus asesores le dijeron que si apoyaba a alguien que no ganaba iba a ir debilitado al 2016”.

Para no dejarlo colgado, PPK habló con Renzo Reggiardo, y le pidió que Salvador candidateara como invitado de Perú Patria Segura, el partido de Renzo. El resultado fue pobre, apenas un regidor. Pero, en un momento, Salvador estuvo segundo en las encuestas, detrás de Castañeda: “Tenía un consultor, Ralph Murphine, un hombre mayor y con tarifa accesible. Me decía: ‘Tú tienes que dar tu propuesta’, y no pasábamos del 5%. Un día escuché a Carlos Raffo que decía que a la campaña le faltaba alguien que rompiera esquemas. Lo llamé, le pedí ideas y surgió lo de cantar la cumbia vernacular ‘Soy Salvador’. Subimos al 11%, pasamos a Susana Villarán y empieza la campaña de demolición”. ¿Fue un error que volvieras a cantar? “La primera estuvo bien, la segunda fue un exceso”.

Por supuesto, Heresi no olvidó el desdén de PPK que, en una entrevista, llegó a decir que el mejor candidato era Enrique Cornejo. Pero siguió en el nuevo partido en espera de una curul en el 2016. Consiguió el número 4 al Congreso, pero ninguna injerencia ni vocería en la campaña liderada por Martín Vizcarra. Hasta que este hombre que no pierde la paciencia en público y que, a juzgar por sus temporadas chalacas, manifiesta cierta indolencia ante las prácticas políticas ajenas, se salió de sus casillas. Le pido evocar ese episodio de la recta final de la segunda vuelta: “Y PPK le dio pleno poder a Gilbert para organizar la campaña, yo no tuve participación. [...]. Ya era parlamentario y me dijeron que no era vocero. Perdí la santa paciencia, como decía Álex Valle”.

Por fin vocero y con curul, Heresi se dividió tareas con los otros congresistas del partido. No hubiera sido convincente de escudero, así que se lo vio de oficialista desganado, tendiendo puentes, eso sí, con otras bancadas. Hasta que posando ni muy leal que lo encarpetaran con el pasado reciente, ni muy desleal que quedara mal con bancada y partido; se ha convertido en el único, quién sabe si último, ministro del partido que aún se llama PPK.

Él no lo dice pero un amigo suyo añade un dato que explica por qué con Kuczynski solo puede mantener una imposible lealtad: la empresa Westfield, de PPK, según las revelaciones de los últimos tiempos, recibió, de entre varios trabajos para Odebrecht, pagos por el proyecto Rutas de Lima. Salvador cree –según su amigo– que esa es la razón por la cual PPK no lo respaldó en el 2014. Los candidatos apoyados por Odebrecht serían otros.

—Adiós a los Beatles—
Heresi se relaja hablando de su mestizaje: “Mi abuelo paterno no era musulmán, sino palestino de la ciudad de Belén [...] Mi madre, chiclayana, el apellido Chicoma es mochica chimú”. ¿Pariente de Tito Chicoma, el trompetista? “Fue mi tío, hermano de mi madre”. Había otros músicos en su familia y él mismo agarraba la guitarra y rockeaba. Aún lo hace, cuando de homenajear a los Beatles se trata, y lo hacía cuando era alcalde de San Miguel, en eventos populares del distrito. Pero la política ganó a la música para siempre. Entró al PPC antes de entrar a la universidad.

En un partido de abogados y municipalista, Salvador se vio de pronto trabajando en municipalidades. Primero fue la de Carmen de la Legua, con Félix Moreno. Luego Kurt Woll en el Callao, adonde volvió, ya con Álex Kouri, tras un intermedio en Chorrillos. Pregunta inevitable: ¿Qué pasó allí, eficiencia y mafia, Kouri está preso y Moreno por poco no lo está? ¿Qué tuviste que ver con todo eso? “Los cuestionamientos son válidos. Yo desempeñé un papel técnico, por mis gestiones no tengo un solo proceso administrativo o penal”. ¿Has visitado a Kouri? “No he ido, probablemente puede estar un poco resentido”.

Lo de cero procesos administrativos es respuesta para el Callao, pues en sus tres mandatos en San Miguel, sí ha tenido, por lo menos, reclamos para explicar excesivos gastos en publicidad. Dejo la mala costumbre del bombo edilicio, para evocarle la principal acusación en su carrera. “Cuarto poder” denunció compras inmobiliarias que no se ajustaban a su sueldo: “La premisa de que construí un patrimonio ganando un sueldo de alcalde de S/8 mil estaba errada. Yo además tenía un trabajo profesional y mi entonces esposa también y teníamos ahorros personales”. El Ministerio Público entró a tallar, ¿no? “Sí, y me levantaron el secreto bancario y me hicieron peritajes contables. Me investigó la fiscalía 38 por lavado de activos y encontraron superávit. Salí airoso”.

Antes de ese trance judicializado, se le había abierto el apetito por Lima, pues el plato de San Miguel ya lo había aburrido. Sin embargo, las cosas no pintaban bien para él en el PPC. Quiere y no quiere decir –es su estilo elusivo– que hubo una relación entre las denuncias y la pelea por el sillón de Lima. La candidata fue Lourdes Flores y Salvador hizo su control de daños, cantando en “El show de los sueños”, de Gisela Valcárcel, y resignándose a ser alcalde de San Miguel por tercera vez. En verdad, no salió airoso, pues la política municipal, repetitiva y, en un principio asociada a la figura de Kouri, deja estigmas en el perfil; pero la foja congresal estará limpia mientras su partido no sea enredado en el trasiego de votos de la vacancia. Y la foja de ministro está por llenarse y ya está urdiendo ideas.

Antes de preguntar por su cartera, insisto en que me aclare cuál fue la relación entre las denuncias y su quiebre pepecista: “En la fiscalía 38 se descubrió que un militante del PPC muy ligado a la presidenta del partido [Lourdes Flores] había sido autor de la denuncia”. ¿Quién? “Prefiero no mencionarlo, no le deseo mal a nadie”. Otra vez, tengo que recurrir a otra fuente para saber el nombre: Horacio Cánepa, el abogado acusado de armar arbitrajes truchos a favor de Odebrecht.

La resignación de Heresi fue proactiva: se fue del PPC y se puso a recolectar firmas para su propio partido. En el camino sembrado de planillones y recolectores que los llenaban de cualquier forma, se topó con la gente de PPK que tenía menos firmas que él. Y firmó ese pacto inamistoso que ha rendido frutos a destiempo. ¿Calculó lo que pasaría con PPK y con Vizcarra? No me lo va a decir porque lo más probable es que él mismo lo ignore. En coyunturas difíciles e imprevistas, los políticos están al borde del abismo: son más reflejo que cálculo.

—¿Y la cartera?—
Seré infidente a medias. Heresi me dijo, tras la entrevista, que la llamada de Vizcarra lo agarró de sorpresa –como habrá agarrado de sorpresa su designación a varios ppkausas– y que antes de recibirla pensaba en la posibilidad de ir al Mundial. Ese proyecto personal está cancelado. Quiere ser ministro que marque agenda. Pero antes que marcarla él mismo, la Corte IDH se la puede marcar a él. ¿Cómo encarar un fallo que, por lo menos, obligue a revisar el proceso del indulto? “Analizarlo con especialistas para saber si las consideraciones se ajustan a las normas. Como corolario de todo eso, el Perú va a acatar el fallo”.

Le pido sus prioridades para los primeros 100 días. “Ser un ministerio más cercano a la población, pasar de los derechos humanos, que es fundamental en este despacho, a trabajarlo de manera activa en el campo. La primera petición que le he hecho al presidente es que reciba a las víctimas del terrorismo. Eso no se hizo en los primeros años de PPK”. Otra vez, a patear al fantasma de PPK.

Queda claro que Heresi no quiere pegarla, ni de caviar ni de lo opuesto. Eso le permitirá navegar, mejor que otros, entre las polémicas entre conservadores y liberales, que eventualmente tocarán de cerca a su cartera. Me responde en modo Marisol Pérez Tello, católica derechohumanista: “No somos un organismo confesional, somos un Estado laico y el Estado tiene que velar por los derechos de todos. Desde la perspectiva cristiana, es amar al prójimo sin excepción”. Está a favor de la unión civil y en contra de la despenalización del aborto. Ah, y ya tiene su primera discrepancia con el presidente. No está de acuerdo con la ley que exceptúa al Congreso del mandato de la contraloría. Pero concilia: “Es mejor tener una buena ley que fortalece la contraloría que una ley perfecta en debate”. Tiene mucho que conciliar en adelante, entre los propios y los ajenos.