Decir que mi abuela hace el mejor arroz con leche del Perú no sería mentir. Tampoco lo sería que tú afirmes lo mismo sobre la tuya. O sobre tu tía, tu mamá o quien prefieras mencionar. Encuentro poco sentido en hacer de la comida una competencia cuando a la olla también entran ingredientes que no se pueden medir ni tocar. Aquello que transforma un plato sencillo en algo mágico no viene explicado en un recetario y es lo primero que uno debe saber cuando quiere aprender de cocina.
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Comparto el famoso arroz con leche de mi abuela Evelyn. Lo aprendí a los 28 años -algo tarde en la vida- pero gracias a su paciencia ahora puedo servir en mis comidas un postre que no haya salido de la panadería más cercana.
Me despido con una confesión. Me tomó dos intentos dominar esta receta. Ok…tres para perfeccionarla. No se desalienten, tal vez solo tuve un mal día. O tal vez me gusta mucho, mucho, el arroz con leche.
Ingredientes:
- 1 taza de arroz.
- 2 latas de leche condensada.
- 2 latas de leche evaporada.
- Canela entera y en polvo.
- 3 yemas de huevo.
- Un chorrito de oporto.
- Mantequilla.
Preparación:
Primero, pon a hervir 3 tazas de agua con algunos trozos de canela entera. Cuando haya hervido, retira la canela e incorpora la taza de arroz. Deja que se cocine a fuego medio con la olla semi tapada. Ojo, no debes esperar a que el arroz se cocine del todo (evita que quede en el punto en el que lo servirías en una sopa, digamos). Esto te tomará unos 15 minutos. Si es la primera vez que cocinas arroz fuera de una olla arrocera, chequéalo de rato en rato. En mi primer intentó se coció demasiado y tuve que volver a empezar.
Una vez que el arroz esté casi cocinado añade las dos latas de leche condensada y las dos de leche evaporada. Aquí te toca mover, mover y mover hasta que espese. Utiliza una cuchara de madera, de preferencia. Pon buena música, sírvete un vino. Y mueve que mueve.
Cuando empiece a hervir y notes que la mezcla haya cogido una textura mucho más espesa (nuevamente, se consigue moviéndola con paciencia) retira del fuego la preparación.
Este paso es clave. Toma tres yemas de huevo y un chorrito de oporto -hay que admitirlo, el oporto es de esos licores que solo se encuentran en la casa de la abuelita, así que yo usé pisco cuando me tocó hacerlo sola; si he cometido un pecado culinario, que nadie me juzgue- e incorpóralos a la olla a través de un colador. Todo junto: yemas y licor. Debes mover rápidamente para evitar que la yema se cocine (recuerda que la leche estará caliente). Posiblemente necesites la ayuda de alguien: mientras tú mueves, que la otra persona coja el colador. Yo intenté hacerlo sola y me quedó algo parecido a una sopa de leche con tiritas de huevo. Horrible. Un truco que te puede servir es mezclar previamente yemas y licor e incorporarlo todo como una sola mezcla. Abuelita, no me mates por hacerlo así. El resultado es el mismo, doy fe.
Incorporadas las yemas, bien mezcladas con la leche, regresa la preparación al fuego para que siga espesando. Del tiempo que sigas moviendo dependerá el espesor. Mueve con ganas, que vale la pena. Termina con una cucharada de mantequilla para dar brillo. Sirve con canela en polvo.