Desde 2017, cuando se realizó en Perú la primera edición de Taza de Excelencia, una competencia que premia la calidad de los cafés de especialidad en países productores, los consumidores empezamos a tener una idea má clara del trabajo que conlleva producir café enfrentando múltiples desafíos: el cambio climático, los bajos precios, las plagas y el narcotráfico que empuja a la producción de la hoja de coca en detrimento del cultivo de café.
En setiembre de aquel año, el café del productor cajamarquino Juan Heredia fue reconocido como el mejor del país. Llegó a la ceremonia de premiación en Lima junto a otros caficultores de Cajamarca, Amazonas, Junín, San Martín y Cusco. Uno a uno fueron llamados al estrado, recibieron diplomas y aplausos. Solo había una mujer junto a ellos, pero sin diploma en las manos. Miré la lista con los primeros 18 puestos y confirmé que todos eran hombres. Aquella mujer debía ser la esposa o madre de alguno de ellos.
Las cosas empezaron a cambiar el 2018 cuando una mujer se coló en el cuarto lugar de la Taza de Excelencia de ese año: Florencia Mamani Calcina de Puno. Grimanés Morales (Cajamarca), Hilda Leguía (Cusco) y Blanca Flor Córdova (Cajamarca) ganaron las ediciones del 2019, 2020 y 2022, respectivamente.
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Detrás de una taza de café hay esfuerzos invisibilizados y son las mujeres productoras las más invisibles porque, pese a trabajar codo a codo con los hombres y en el cuidado del hogar, la mayoría no es reconocida, como aquella mujer de la que no supe su nombre. Por ello,desde este espacio, hemos querido reconocer a cinco mujeres líderes en el sector café, pues, son ellas, con su trabajo e historias de vida, las que inclinan la balanza a favor de la equidad de género. Que no salgan en fotos sin que sepamos sus nombres y su aporte a la industria cafetalera nacional.
Reyna Mamani Luque
En 2018, Reyna Mamani Luque se convirtió en la primera mujer que ocupó un cargo directivo en la Central de Cooperativas Agrarias Cafetaleras de los Valles de Sandia (Cecovasa), la emblemática central de cooperativas cafetaleras de Puno.
Desde su fundación en 1970, Cecovasa no había tenido a ninguna mujer en su directiva hasta que en diciembre de 2018, Reyna asumió el cargo de presidenta del Consejo de Vigilancia de la organización cafetalera más importante de Puno y principal productora de café orgánico en los valles de Tambopata e Inambari. Ese momento histórico demoró 14 años en escribirse.
En 2004, Reyna impulsó el voto de las mujeres en esta organización. En una reunión, a la que ellas acudían en representación de sus esposos o padres, Reyna quiso participar en la votación y no la dejaron porque no se les consideraba socias aunque tuvieran sus propias tierras. “Agradezco que eso haya pasado porque me hizo dar cuenta de nuestra situación”, recuerda.
Ese mismo día, junto a sus compañeras, redactó un documento en el que solicitaba que la asamblea se pronunciara sobre la participación activa de las mujeres a través de la expresión de su voto. Les dieron la razón.
Desde entonces, las mujeres quechuas y aymaras que son parte de Cecovasa tienen voz y voto y son, por sobre todo, la fuerza de esta organización que agrupa a unas 5.000 familias caficultoras. Mientras los hombres se hacen cargo del transporte y la venta del café o buscan trabajos alternativos para la subsistencia familiar, son las mujeres las que suelen llevar sobre sus hombros la siembra, cuidados y cosecha del café.
En la actualidad, Reyna tiene 53 años, de los cuales lleva 27 trabajando en café. Su finca se llama San Francisco y queda en el distrito de Alto Inambari, en Puno. Desde la ciudad de Juliaca, donde está la planta de Cecovasa, son 11 horas de viaje en camioneta. Allí continúa cultivando café junto a su esposo Jorge Paredes Mamani, con quien se casó en 1992. Tienen cafés de las variedades Bourbón, Gran Colombia y Geisha en una hectárea y media de su finca que es parte de un proyecto de reforestación de bosques de la zona.
Isabel Uriarte Latorre
Conocí a Isabel Uriarte Latorre en 2011, cuando viajé a la frontera de Lambayeque y Cajamarca para visitar a un grupo de mujeres que conformaban el proyecto de Café Femenino, una marca de café orgánico y con la certificación de Comercio Justo que surgió en 2004 para promover el trabajo de las caficultoras del nororiente (Cajamarca, Amazonas, San Martín y Lambayeque).
Isabel, entonces gerenta de la Promotora de la Agricultura Sustentable (Proassa), buscaba aquel año mejorar la calidad del café que acopiaba en el nororiente, pero se dio cuenta que no ocurriría si no era parte de un proyecto integral que necesitaba mucho más que crear canales de comercialización, mercado y certificaciones. Se requería, también, fortalecer a las organizaciones de productores y mejorar los índices de salud y educación de la población. La lógica es sencilla: con una buena calidad de vida, todos podemos hacer grandes cosas, como un excelente café, por ejemplo.
Para lograr este objetivo, Isabel detectó que era necesario que las mujeres caficultoras pudieran generar mayores ingresos propios, ya que suelen destinar lo que ganan a la salud y la educación de sus hijos. Así surgió la idea de Café Femenino, una marca que conforman un total de 900 mujeres y cuya producción se exporta a EE.UU. Canadá, Australia, Inglaterra, Austria e Italia, principalmente. También se puede conseguir en ferias y tiendas en Chiclayo y Lima.
La marca Café Femenino va de la mano con un mayor acceso a la educación e indicadores positivos en la salud de niños y adolescentes. Esto genera, además, hogares con comunicación y respeto, lo que reduce los índices de violencia física y sexual en las zonas de extrema pobreza, donde tienen incidencia, ya que las mujeres están organizadas y las hijas de las caficultoras tienen más posibilidades de seguir educación secundaria y superior. Estos resultados forman parte del mensaje que los compradores de la marca valoran, pues sienten que están contribuyendo al bienestar de familias caficultoras.
Isabel es cajamarquina, hija de padres campesinos, quienes decidieron dejar el campo en busca de una mejor educación para sus hijos en la ciudad de Chiclayo, en Lambayeque. Estudió sociología en la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo, donde conoció a su esposo, quien tiene la misma profesión y comparte su visión sobre la necesidad de fortalecer las organizaciones de productores para lograr grandes objetivos.
Café Femenino no solo comercializa café hecho por mujeres sino que también busca crear liderazgos entre las caficultoras que transmitan el mensaje de que pagarles el precio justo y reconocer su labor en el campo nos beneficia a todos. Ese es el verdadero valor detrás de una taza con Café Femenino, refiere Isabel, quien en la actualidad es representante de Café Femenino en Perú y directora ejecutiva de la Asociación Femenina de Café y Quinua.
Anggela Sara García
Anggela Sara García es CEO de Industria Metálica Sara (IMSA) Perú, una empresa líder en el desarrollo de máquinas para la industria del café y cacao. Pero hace algunos años todo era diferente: ella se dedicaba a su carrera, la odontología, y quien dirigía la empresa era su padre. Sin embargo, en 2008, la muerte de este lo cambió todo.
Tuvo que involucrarse en las labores de la empresa familiar, entre ellas, asistir a un curso de cata de cafés. Lo que ocurrió allí fue amor a primer sorbo: le encantó el grano y todo lo que representaba a nivel sensorial, así como su potencial en la industria nacional. Dejó su primera profesión y estudió administración de cooperativas de café y cacao para entender el negocio. Lo mismo pasó con su hermano Fidel Junior, quien es ingeniero electrónico, pero cuando entró a una clase de maridaje de chocolates, cambió su destino.
Así, desde 2020, Anggela asumió la gerencia general de la empresa que produce tostadoras, despulpadoras, lavadoras, secadoras, seleccionadoras, entre otros equipos esenciales para la industria cafetalera y cacaotera. También es una convencida de que la industria del café debe enriquecerse con una mayor participación femenina, por lo que es miembro de la International Women’s Coffee Alliance (IWCA) en Perú y fue una de las organizadoras del Campeonato
Nacional Femenino de Barismo Espressate Mujer en las ediciones 2017 y 2019.
A través de un estudio publicado en www.womenincoffee.org, la IWCA destacó la experiencia de Espressate Mujer. “Las mujeres juegan un papel importante en la cadena de valor del café. Sin embargo, su trabajo y contribuciones a menudo no se reconocen, especialmente en el escenario de la competencia. Anggela Sara y Fabiola Ugarte, fundadoras del capítulo de IWCA Perú, lideraron el cambio de esta situación en Perú”, indica el estudio.
“En 2017, (IWCA Perú) organizó la primera competencia con mujeres baristas y en setiembre de 2019 se realizó el segundo concurso para reconocer y homenajear a las mejores baristas del país. A diferencia de muchos otros concursos nacionales de baristas, Espressate Mujer concretó la visión de un grupo de voluntarias impulsadas por lograr un cambio no solo para las mujeres del café en Perú, sino para cualquiera que dudara de que un concurso nacional de (mujeres) baristas fuera posible en Perú”.
En 2021 fue una de las finalistas en la Categoría Individual del Premio a la Sostenibilidad que otorga la Specialty Coffee Association (SCA) en reconocimiento a las personas que contribuyen significativamente al avance de la sostenibilidad en la industria mundial del café, a través de acciones que generen conciencia o desarrollan proyectos con impactos sociales y ambientales positivos. Actualmente, además de su labor en IMSA Perú, Anggela es jueza de competencias internacionales de barismo y trabaja en el desarrollo del próximo Girlsplainning, un evento que por primera vez se realizará en el país y que promueve que expertas del sector compartan sus conocimientos y experiencias con otras mujeres.
Esperanza Dionisio Castillo
Esperanza Dionisio Castillo es una mujer emblemática en el café peruano. En 1997 asumió la gerencia de la Cooperativa Agraria Cafetalera (CAC) Pangoa, fundada en 1977, y se convirtió así en la primera peruana en liderar una cooperativa. Permaneció en ese puesto por dos décadas.
Aceptó ese puesto cuando la CAC Pangoa atravesaba su peor momento. Se hallaba con deudas y dedicada solo a vender el café de sus socios, sin prestarle atención a la calidad de su producción, lo que hacía que el pago que recibían no fuera justo.
La gestión de Esperanza no pudo ser mejor. Tras superar los problemas económicos, a partir de 2001 apostaron por conseguir semillas de café orgánico para los socios de la cooperativa y potenciar sus procesos de producción hasta convertirse en líderes en exportación de café nacional con certificación orgánica y de Comercio Justo, hacia Estados Unidos, Canadá, Inglaterra, Holanda, Bélgica y Chile, entre otros países.
También iniciaron la diversificación de cultivos: empezaron a producir miel y cacao en el 2000 y 2001, respectivamente. Actualmente producen unas 10 toneladas al año miel de abeja para el mercado nacional y desde el 2004 producen chocolate, así como polvo y manteca de cacao.
Además, ella promovió la creación del Comité de Mujeres (Codemu) para incentivar el empoderamiento y la capacitación de las socias para lograr el desarrollo integral de la cooperativa. Empezaron a enseñarles a usar la calculadora para vender su café para mejorar así sus ingresos y calidad de vida, que impactó en un mayor acceso a la educación de sus hijos. Esto permitió que las socias tuvieran un rol más activo como lideresas, asumiendo cargos dirigenciales a nivel del Codemu, la misma cooperativa, e incluso en sus comunidades.
Nació en el distrito de Muquiyauyo, provincia de Jauja, región Junín. Cuando era niña, su papá la llevaba a ella y a sus hermanas a la selva y fue allí cuando se enamoró del bosque. Estudió agronomía en la Universidad Agraria de La Molina cuando no era bien visto que las mujeres estudiaran “carreras para hombres”. Recuerda que eran 13 mujeres de 150 ingresantes.
Viajó con una beca a Alemania para estudiar fisiología vegetal. En 1977 entró a trabajar en una cooperativa de Satipo para ocupar el puesto que había dejado un ingeniero. Al principio, los directivos mostraron su desconfianza porque era mujer, pero le dieron la oportunidad. Entre 1977 y 1978, los cultivos de café de la zona fueron atacados por la roya y la enviaron a estudiar a Costa Rica y Brasil para aprender lo que estos países hacían en la lucha contra esta plaga.
Esperanza refiere que nunca se ha sentido discriminada por ser mujer porque está convencida de que sus conocimientos le han ayudado a enfrentar situaciones complicadas, pero también reconoce que recibió el apoyo de su esposo, de su madre y de la aldea en la que trabajó porque la ayudaron en la educación de sus dos hijos, mientras ella podía trabajar tranquila.
Gracias a su labor en la CAC Pangoa, que trasciende el éxito en la producción agrícola sostenible e involucra el bienestar económico y social de sus socios, Esperanza Dionisio fue reconocida en el 2019 con el Premio a la Sostenibilidad de la Specialty Coffee Association (SCA, por sus siglas en inglés) que se otorga a las personas e instituciones que realizan acciones destacadas en favor de una industria cafetalera sostenible.
Lourdes Córdova Moya
Los catadores usan los sentidos del gusto y el olfato para evaluar la calidad del café, una tarea que se convirtió en un gran reto con la pandemia de la Covid-19. En el primer año de la crisis sanitaria, esta labor fue especialmente difícil para los catadores que decidieron sacar adelante las competencias de evaluación de los cafés de especialidad de sus respectivos países. Perú no fue la excepción.
El trabajo de los catadores nacionales que en 2020 fueron parte de Taza de Excelencia Perú, la competencia que evalúa la calidad de los cafés peruanos desde el 2017, se desarrolló siguiendo estrictas reglas de bioseguridad para prevenir el contagio. Debían presentar sus pruebas de descarte de coronavirus y durante la catación de cafés tenían que usar guantes, cofias, buzos y mascarillas que solo podían retirarse al momento de la cata.
Además, la Asociación de Cafés Especiales, SCA por sus siglas en inglés, introdujo una serie de modificaciones a las etapas de evaluación de los cafés especiales que los catadores debieron aprender y acatar para prevenir el contagio.
El primer año de la pandemia, debido a las restricciones de vuelos internacionales, Taza de Excelencia se realizó sin la intervención de catadores internacionales, incluyendo al juez líder, que suele ser de otro país y que dirige al equipo de catadores. Esta labor recayó en Lourdes Córdova Moya, jefa de control de calidad de la Cámara Peruana del Café y Cacao.
Con más de 20 años de experiencia en el sector, Lourdes es catadora profesional, ha dictado alrededor de 200 cursos sobre control de calidad en café y es miembro del comité técnico que define las principales normas técnicas en café en el país. Por ello, su designación como jueza líder de Taza de Excelencia Perú 2020 no podía ser más acertada.
Lourdes estudió Ingeniería de Industrias Alimentarias en la Universidad Nacional Agraria La Molina. Luego, después de trabajar en el sector de exportación de tomates, llegó a la Cámara Peruana del Café y Cacao. Tenía 29 años. Durante cuatro años trabajó como asistente de laboratorio en el proyecto de mejoramiento de la calidad del café peruano. A raíz de este proyecto se empezaron a dictar en el Perú los primeros cursos de café que buscaban mejorar los procesos en la industria. Ella fue pionera en esta misión y su aporte a la profesionalización de cientos de emprendedores y expertos de la cadena de valor del café debe ser reconocido.
Hoy en día, con una amplia oferta de cursos en diversas instituciones, Lourdes se siente satisfecha porque esa información permitirá que el sector cafetalero siga mejorando sus procesos y, por ende, el café será de mayor calidad y los servicios anexos a la industria, como las cafeterías o tostadurías, pondrán cada vez más alta la valla en sus propuestas de negocios. “Cuando fortaleces tus conocimientos, no solo emprendes un negocio con más seguridad o realizas mejoras sustanciales en la actividad que ya realizas, también mejora el país”, asegura.
Pese a su trayectoria, Lourdes dice que su objetivo pendiente es acercar sus conocimientos a más productores que viven en zonas alejadas.
“Nuestra profesión debe tener siempre una misión de servicio porque en esta vida todos somos pasajeros, entonces, lo que toca es enseñar y aportar algo en el sector donde estés”, sostiene. Por ello, dice, le gustaría realizar más capacitaciones enfocadas en los productores porque, aunque son la base de la industria cafetalera, aún siguen siendo el eslabón más débil de toda la cadena.
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