Los aumentos de temperatura de los océanos son combustible para las tormentas, producidos por el calentamiento global. (Foto: AFP)
Los aumentos de temperatura de los océanos son combustible para las tormentas, producidos por el calentamiento global. (Foto: AFP)
Redacción EC

El huracán Harvey inundó varias ciudades de Estados Unidos. Su poder se benefició de las aguas en el Golfo de México, explica "The Atlantic". Este hecho, junto a las inundaciones que se han producido en diferentes partes del mundo, como los de marzo en Perú, han llamado la atención de propios y extraños sobre cuánto tiene que ver el calentamiento global con estos sucesos. El sitio en  "Pictoline" lo explica en un cartel.

Para la comunidad científica es difícil responder el grado de responsabilidad del calentamiento global, pues la Tierra funciona como un sistema tan complejo que resulta imposible atribuir causas únicas a estos desastres. Pero sí se sabe que los gases de efecto invernadero están calentando la Tierra y ayudan a empeorar los desastres que naturalmente provocarían tormentas como Harvey o los recientes ciclones tropicales de todo el mundo.

El aumento de temperatura de los océanos son combustible para las tormentas, producidos por el calentamiento global, según Kevin Trenberth, científico principal del Centro Nacional de Investigación Atmosférica de Estados Unidos. El calor oceánico ayuda a formar tormentas más intensas, grandes y duraderas, con lluvias cada vez más fuertes e impredecibles.

Esto se debe a que los gases del efecto invernadero como dióxido de carbono y metano en la atmósfera impiden que algunos de los rayos del Sol vuelvan al espacio, atrapando el calor en el sistema planetario y aumentando la temperatura del aire en todo el mundo. Este aire caliente acelera la evaporación, lo que conduce a mayor humedad en el medio ambiente, lo que finalmente caliente el agua de los océanos que intensifican la fuerza de las tormentas.

Las tormentas también se hacen cada vez más impredecibles. Hasta antes de tocar tierra, Harvey se preveía como una tormenta que no provocaría ni la mitad de daños reportados. Se intensificó y aumentó su fuerza hasta su aterrizaje, logrando horas de fuerza de categoría cuatro, raro en ciclones tropicales en el oeste del Golfo de México. Lo normal es que se vayan debilitando.

Los huracanes se alimentan y crecen en aguas cálidas de la superficie del océano. A medida que crecen, sus vientos fuertes recogen agua del mar, agitando el océano y moviendo las aguas más cálidas por debajo de la superficie. Estos vientos traen agua más fría cerca de la atmósfera, la que sirve para drenar energía y debilitar la tormenta. Pero con Harvey, esto no sucedió, pues las aguas de hasta 200 metros de profundidad que movió aún estaba caliente, lo que la hacía más grande y más fuerte.

"La contribución humana puede ser de hasta un 30 por ciento o más de la precipitación total que sale de la tormenta", dijo Trenberth a "The Atlantic". "[Harvey] puede haber sido una fuerte tormenta, y causado muchos problemas de todos modos, pero [el cambio climático causado por el hombre] amplifica considerablemente el daño".

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