LUIS SILVA NOLE

El doctor Belmont recuerda octubre de 1966 como el mes en el que le sucedió lo más espectacular que ha vivido a lo largo de más de medio siglo de carrera odontológica. En el consultorio que en aquella época tenía en la avenida Santa Cruz, en Miraflores, le colocó una corona de porcelana a Gordon y también conoció a Armstrong. Ir al dentista fue lo primero que ambos cosmonautas hicieron en su histórica visita oficial a Lima.

¿Cómo así llegaron Gordon y Armstrong a su consultorio? Fue de pronto. El embajador de Estados Unidos de entonces, quien era mi paciente, arregló todo para que, apenas bajasen del avión, vinieran a mi consultorio. A Richard Gordon se le había roto la corona de un incisivo central superior. Él me dijo que eso le había pasado cuando comió una costilla de cerdo en el avión.

Por lo visto tenían prisa. Es que tenían muchos compromisos. Iban a visitar al presidente Belaunde. Iban a pasear por las calles saludando a la gente. Tenían planificadas muchas visitas protocolares. No podían encontrarse con nadie antes de que yo arreglara el problema.

¿Y fue algo fácil de solucionar? Hice pasar a Richard Gordon al consultorio, mientras Neil Armstrong se quedó en la sala de espera. A Gordon le dije que podíamos corregir el diente con una porcelana. Se sentó, lo anestesié y le tomé impresiones. Le pregunté si quería una corona temporal o una permanente. Escogió lo segundo porque no iba a poder regresar. La corona de porcelana es para siempre.

¿Cuánto tiempo lo tuvo en su sillón de pacientes? Llegaron poco después del mediodía y a él lo tuve en el sillón unas tres horas. Yo empezaba a atender recién a las 4 de la tarde. Aquella vez no fue el técnico, así que yo mismo tuve que hacer el vaciado. Todo lo hice rápido. Aceleré porque los astronautas tenían muchos compromisos. Gordon se fue feliz con su corona.

¿Cuánto tiempo toma normalmente ese trabajo? Mucho más en total. Hay que fabricar la corona. Primero se talla la pieza, luego se toma la impresión y después se pone la corona temporal. Todo eso lleva 30 minutos. Luego el paciente se va a casa. Recién al segundo o tercer día se le cambia esa corona por la permanente.

¿Usted entonces hablaba inglés? ¡Claro! Recuerdo que mientras lo atendía, pregunté a Gordon cómo era estar en el espacio. Él ya había ido [misión Gemini 11; un mes antes de venir a Lima]. Me dijo que era impresionante. Me explicaba cómo veía la Luna completa, de cerca, y lo bella que se veía la Tierra, especialmente cuando iban de regreso. Decía que era algo maravilloso.

¿Cómo describió a la Luna? Dijo que verla era sobrecogedor, que tenía cerros, pero que era muy árida.

¿Y llegó a hablar con Armstrong? Lo saludé cuando llegaron, pero él salió de la sala de espera poco después de que Gordon entrara al consultorio. Para cuando estuvo la corona lista, Armstrong ya había vuelto. Estaba con su esposa. Prácticamente le di la mano dos veces. Alcancé a felicitarlo por su carrera espacial. En ese momento no pensé que ambos iban a ser protagonistas del evento histórico del alunizaje. Eran grandes y lucían corte militar. Tenían su porte. El año pasado me apenó mucho la muerte de Armstrong.

¿Se tomó fotos con ellos? No. Lamentablemente, no tenía cámara. En realidad, tenía una de aproximación de boca. Pensé usarla, pero hubiera tenido que desarmarla. Era mucho trabajo y esos aparatos son muy delicados.

Qué pena. Hubiera sido importante inmortalizar ese momento. Así es. Después de que se fueron reflexioné que había estado con personajes históricos. Llamé a mi esposa y ella me dijo: “¿Por qué no te tomaste una foto con ellos? ¡Qué idiota eres!” [risas]. La enfermera que trabajaba conmigo fue testigo del encuentro. ¿Qué será de esa chica?

Imagino que la seguridad de los astronautas era extrema. Afuera había muchos carros y hombres, estadounidenses. Uno nos acompañó en el consultorio. Le pregunté si había una cámara dentro de un pequeño maletín que portaba. Se rió, hizo un movimiento y eso se convirtió en una metralleta. Si antes hacían eso, qué no harán ahora.

¿Qué sensación tuvo cuando el 20 de julio de 1969 vio por televisión el éxito del Apolo 11? Emoción. Estaba en Chosica, en una parrillada , y decía: ‘¡Yo conocí al que está allá arriba [Armstrong]! Esa vez, periodistas de “La Crónica” me buscaron, y les conté. Coloqué la única porcelana dental peruana que fue al espacio. Eso se concretaría con Gordon, en el Apolo 12.

¿Habló nuevamente con Gordon y Armstrong? No, pero tiempo después el embajador estadounidense me entregaría dos fotos tomadas en el espacio que me había enviado Gordon. Una de ellas tenía escrito de puño y letra: “Mr. Belmont, many thanks for your help ”. Él lleva la corona de porcelana hasta ahora

LESLIE BELMONT REÁTEGUI Odontólogo Nací hace 83 años en Iquitos, mi padre era inglés y tengo dos hijos y doble nacionalidad: peruana y estadounidense. Ahora atiendo pacientes dos veces por semana y dirijo la Escuela de Posgrado de la Facultad de Odontología de la Universidad Científica del Sur. Hace seis años sufrí una severa enfermedad que casi me lleva a la muerte. Dos operaciones en Estados Unidos me salvaron, pero se llevaron retazos de mi memoria. Sin embargo, no pudieron eliminar el episodio de los astronautas. La actriz Anahí de Cárdenas es mi nieta. Tengo otros tres nietos que también son mi adoración.