GABRIELA MACHUCA Revista SOMOS

Las tres recorren las calles del Cusco más felices que niñas en Disneylandia. El auto pasa por la Plaza de Armas y la emoción hace que dejen de hablar español y comiencen a hacerlo, sin darse cuenta, en inglés. Dicen que es de lo más bello que han visto. Tratan de coger sus cámaras, pero se les caen torpemente de las manos. Uno las ve y no puede dejar de pensar en lo ‘normales’ que son para tener los trabajos que tienen. Son ingenieras de la NASA. Las chicas que se mueren de risa en el asiento de atrás, mueven cosas en el espacio.

Sin nacer en cuna de oro, las peruanas Melissa Soriano, Aracely Quispe y Rosa Ávalos han logrado tocar las estrellas –casi literalmente– utilizando una llave que abre casi todas las puertas: el estudio. El cómo cumplir los sueños es lo que vienen compartiendo por estos días con estudiantes de Cusco, Puno y Lima, en una gira organizada por la Embajada de los Estados Unidos. Somos conversó con ellas en la Ciudad Imperial, el ombligo de este mundo.

ESPÍRITU AVENTURERO Melissa Soriano sonríe de oreja a oreja cuando recuerda el 6 de agosto del 2012: el robot Curiosity llegó a Marte y ella fue la primera en saberlo. Durante dos años formó parte de la misión, específicamente en la labor de navegación y comunicaciones. De ahí que saltara de alegría junto a sus colegas ingenieros del Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) de la NASA, tras recibir la confirmación del funcionamiento del artefacto a 248 millones de kilómetros de casa. Esto de detectar señales que provienen de diferentes orbitadores dejados por los humanos en el espacio es precisamente la especialidad de esta chica de padres peruanos, nacida en Virginia. Hoy ya no trabaja con el Curiosity, pero sí con la misión Juno, una sonda espacial que va camino a Júpiter. También en el Cold Atom Laboratory del JPL.

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