Indígenas de Sudámerica y polinesios salvaron las miles de millas náuticas que les separaban alrededor del año 1.200, como lo demuestra el ADN presente en poblaciones de hoy en día, reveló un estudio científico.
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Se desconoce no obstante si fueron los pueblos de lo que hoy en día es Colombia y Ecuador quienes navegaron hasta las pequeñas islas de la Polinesia en el Pacífico, o si fueron los polinesios quienes hicieron el viaje de ida y vuelta a Sudamérica.
Pero lo que es seguro, según el estudio publicado el miércoles en Nature, es que el encuentro tuvo lugar varios siglos antes de que los europeos desembarcaran en ambas regiones y que el Nuevo Mundo dejó su huella en el ADN de la población de la Polinesia francesa.
“Estos hallazgos cambian nuestra comprensión de uno de los capítulos más desconocidos de la historia de las grandes expansiones continentales de nuestra especie”, dijo a la AFP el investigador Andreas Moreno-Estrada, del Laboratorio Nacional de Genómica de la Biodiversidad de México.
Arqueólogos e historiadores han debatido durante décadas la posibilidad de que indígenas americanos e isleños del Pacífico se cruzaran en ese periodo.
El boniato, el tubérculo en común
En 1947, el explorador y escritor noruego Thor Heyerdahl se aventuró a construir una precaria balsa, a la que bautizó Kon-Tiki, (a partir del principal dios incaico, Apu Kon Tiki Viracocha), y navegó desde Perú casi 7.000 km durante 101 días antes de desembarcar en Tuamotu, en la Polinesia francesa.
Esta es una de las islas en las que apareció el ADN del Nuevo Mundo.
Heyerdahl estaba convencido de que indígenas del actual Perú habían habitado estas remotas islas del Pacífico y quiso demostrar que era posible. Pero solo habría acertado a medias.
“Es más probable que los polinesios llegaran a las Américas, dada su tecnología para viajar y su demostrada habilidad para cruzar miles de millas en aguas abiertas”, dijo a la AFP el autor principal del estudio, Alexander Ioannidis, investigador de la Universidad de Stanford.
A bordo de canoas, los polinesios establecieron asentamientos en una vasta zona triangular, formada por Hawái, la isla de Pascua y Nueva Zelanda.
Hasta ahora, la principal prueba de que estos pueblos se cruzaron con los indígenas del Nuevo Mundo había sido el boniato.
“Aunque es nativo de las Américas, fue hallado en islas a miles de kilómetros (del continente), previamente a cualquier contacto europeo”, según Ioannidis.
Además, las palabras que describen este tubérculo en polinesio son similares a las que se encuentran en las lenguas indígenas de los Andes.
Pero los escépticos señalaban que los brotes de boniatos también podrían haber recorrido el Pacífico solos, sobre un trozo de tronco a la deriva, por ejemplo.
Una nueva forma de escribir la historia
Los investigadores recabaron datos genéticos de 15 grupos indígenas oriundos de la costa del Pacífico de América del Sur y Central y de 17 islas polinesias, contando con un total de más de 800 individuos.
“Buscamos largas secuencias de ADN con exactamente el mismo código”, dijo Ioannidis.
La coincidencia entre los grupos indígenas de Colombia y Ecuador resultó innegable, según permitieron confirmar tanto los métodos estadísticos tradicionales como las técnicas modernas de macrodatos (“big data”).
“Al medir la longitud de los pequeños fragmentos de ADN de los nativos americanos presentes entre los polinesios, podemos estimar cuántas generaciones atrás tuvo lugar el contacto”. Y la fecha que surgió de ese análisis fue 1.200.
Entre las grandes teorías que este hallazgo es susceptible de desmontar está la afirmación de que Rapa Nui --más conocido como la Isla de Pascua--, fue el lugar en el que ambas culturas se encontraron cara a cara por primera vez.
Según Moreno-Estrada, los nuevos métodos informáticos de inteligencia de datos pueden permitir destapar historias desconocidas del pasado.
“Buena parte de la historia se basa en relatos escritos, que generalmente están controlados y consagrados a quienes gobiernan”, dijo. “La genética y la ciencia de datos nos permite ahora explicar las historias más increíbles y --no por ello menos ciertas-- del resto de la humanidad”.
“Esto es lo que me motiva”, dijo el investigador.
AFP
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