CATERINA VELLA
El actor está nuevamente en el Teatro Marsano, esta vez como el Capitán Georg von Trapp en el clásico musical La Novicia Rebelde. Es un viudo millonario con siete hijos, a los que dirige con un pito como si fueran grumetes de su barco. Los pobres chicos no pueden jugar ni cantar, solo marchar y ponerse firmes. Al adusto capitán Von Trapp con este método marcial le va muy bien… en el teatro.
En la vida real, Diego Bertie es el papá de Aíssa, una niña de 13 años que al primer pitazo le pondría el pare. En la obra los tengo a todos a punta de pitazos y silbidos, hasta los hago marchar. En la vida real hago marchar a mi hija y me manda a rodar. No tengo ese tipo de educación con ella. Hay cosas en las que debo poner límites por su bien, pero negociando siempre.
Aíssa nació de su matrimonio con Viviana Monge, psicóloga y una de las chicas más dulces de la prom 83 del Villa María. A pesar de estar separados desde el 2004, Diego siente que continúan siendo una familia. Tengo una relación amical con su mamá, de mucho respeto y compañerismo por Aíssa, porque somos sus padres. Está feliz porque ha tenido un hermano, ser hijo único no es ideal. Vivimos muy cerca, generalmente la pasa conmigo los fines de semana.
RELACIÓN TRANQUILA A diferencia de Liesl, Friedrich, Louisa, Kurt, Marta y la pequeña Gretl von Trapp, que le temen a su padre, el capitán de navío, a Aíssa le encanta llamar a Diego para verse y hacer planes juntos. Vamos a navegar por la Costa Verde en el velero de mi hermano, la bahía de Lima es deliciosa. También nos gusta comer juntos, ver series cómicas, visitar a la familia, en realidad una vida muy simple. Tiene su cuarto en mi departamento, siempre lo ha tenido, pero de chiquita su condición era dormir juntos en mi cama, hasta con su perro. A esta edad yo le exijo que duerma en su cuarto… ya pues.
¿Todavía no has tenido problemas con la pre adolescente?, preguntamos. Diego cree que está entrando en esa etapa, pues ya ha tenido con su hija escenas tipo déjame hacer mi vida y cosas medio melodramáticas. Lo que sí evita es ponerse de malhumor. Llega un momento en que lo único que funciona es lo haces y punto, no tienes nada que argumentar. Me sale el capitán Von Trapp sin pito, a punta de grito pelado nomás, se ríe Diego en su algo destartalado camarín del Marsano, el viejo teatro al que entró por primera vez en 1976, cuando tenía 9 años, a ver Aleluya, Aleluya, la versión de aquella época de La Novicia Rebelde.
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