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| Historias
Eran los primeros días de 1965, y la leyenda de un misterioso malhechor cobró fuerza tras una feroz balacera desatada en la playa Agua Dulce, en Chorrillos. Este hecho se sumó a los otros casos policiales registrados a fines de 1964 e hizo crecer el mito de un “pistolero fantasma” y su auto negro. Un personaje que causó incertidumbre en las calles de Lima durante 10 años.
La historia comenzó en setiembre de 1955. Un hombre desconocido a bordo de un auto negro realizó varios disparos contra un ciudadano chino que circulaba por una calle de Lima. La Policía de Investigaciones del Perú (PIP) nunca pudo identificar al agresor ni obtener la placa del auto, pero este no fue el único caso.
Tiempo después, el incontrolable delincuente hirió de bala a un panadero; luego, destrozó de un disparo el parabrisas del automóvil de un investigador policiaco; y así fue realizando fantasmales apariciones hasta que desapareció poco a poco. Todo hizo indicar que el fin del temible personaje había llegado. Pero a inicios de 1960, el “pistolero fantasma” volvió a penar.
Aquella vez atacó a un transeúnte en la avenida Brasil, a la altura de la iglesia María Auxiliadora, en Breña. No tardó luego en disparar desde su auto contra el vidrio delantero de un vehículo que pasaba por la avenida general Garzón, en Jesús María. Todos esos casos hicieron pensar a la PIP que el delincuente que buscaban era una persona con algún trastorno mental, que salía a las calles de la capital con su arma en mano para atemorizar a los ciudadanos.
La hipótesis creció tras el crimen de un joven que se escapó del manicomio y asesinó a una empleada de nueve cuchillazos en el cuerpo, cerca de su casa, en Lince.
La noche del 10 de enero de 1965, el misterioso delincuente volvió a sonar para la Policía. Esta vez le dio dos balazos al estudiante de ingeniería Clement Dumler, de 20 años. El hecho se produjo cuando el joven circulaba con un amigo dentro de su vehículo por la avenida Emilio Cavenecia, cerca del Ovalo Gutiérrez, en San Isidro. Antes de perder el conocimiento, la víctima dijo a los agentes que los disparos salieron de un auto negro que lo venía persiguiendo. Nuevamente la leyenda del “pistolero fantasma” tomaba fuerza.
En seguida, el joven estudiante fue trasladado a la Clínica Anglo Americana. Ahí le hicieron una primera operación de emergencia. Al día siguiente, cerca de las nueve y media de la mañana, fue intervenido nuevamente. Esta vez se le extraería un proyectil que tenía alojado en el pulmón. Su vida estaba en peligro.
La operación no duró ni treinta minutos y fue todo un éxito. Así lo confirmó Carmen de Dumler, madre de la víctima, al cronista de El Comercio: “La operación ha sido todo un éxito; mi hijo se salvará y podrá seguir sus estudios”. Minutos después, el comisario de Orrantia del Mar explicó a los medios presentes en el nosocomio que la bala había sido llevada a un laboratorio para ser comparada con otros proyectiles que “presumiblemente” fueron usados por el irascible pistolero.
El comisario dijo, además, que varios patrulleros habían empezado con los operativos para encontrar alguna pista de este delincuente. Sin embargo, la PIP exigió a los protagonistas y familiares de los heridos que no proporcionaran detalles de este caso. Querían mantener todo en reserva. Ya eran 13 las víctimas del avezado tirador.
Las autoridades policiales se enfrentaban a un gran desafío. Nadie había visto la cara del “pistolero fantasma”; solo sabían que se movilizaba en un auto negro de la marca Oldsmobile. Por eso, la Policía de Investigaciones designó a 20 hombres para identificar al violento sujeto.
La primera pista señalaba que el personaje era un millonario excéntrico o loco. Esto hizo que se redoblara la vigilancia en un sector residencial de San Isidro, donde habitaba un peligroso tipo que solía utilizar sus armas de fuego.
La tarde del 11 de enero, los agentes realizaron un exhaustivo operativo por la ciudad con el fin de identificar el automóvil de color negro. Según los familiares de Clement Dumler, su agresor fue un hombre de buena apariencia, pelo rubio y de cara blanca y redonda. Esta descripción fue corroborada por su compañero y amigo de esa noche, Abraham Bloomberg.
La Policía ya tenía los rasgos físicos del supuesto delincuente, pero había un detalle extraño: el lugar del atentado era una zona alejada del radio donde acostumbraba atacar el malhechor; ya que, la mayoría de los disparos fueron cometidos en Paseo de la República, entre Plaza México y 28 de julio. Por eso, los agentes sacaron un comunicado solicitando la colaboración de la ciudadanía para atrapar al famoso pistolero.
Al día siguiente, 12 de enero, Clement Dumler y Carmen Samanamud, padres del estudiante herido, declararon a uno de los periodistas de El Comercio. Ellos manifestaron que el día del tiroteo su hijo fue a una fiesta en una casa de San Isidro. Cerca de la una de la madrugada, Clement (hijo) y su amigo se retiraron del lugar y acompañaron a una chica hasta su domicilio, ubicado en la avenida Emilio Cavenecia, en el mismo distrito. Luego, ambos jóvenes partieron en su auto rojo hasta sus hogares.
Instantes después, Dumler observó que un automóvil negro los estaba siguiendo. Sin embargo, no le dio mucha importancia. De esta forma, los estudiantes recorrieron unos kilómetros y cerca de la clínica Anglo Americana escucharon dos fuertes detonaciones. Ambos creyeron que una de las llantas se les había reventado. Incluso la víctima volteó su cabeza sin darse cuenta que había sido baleado. Es ahí cuando Bloomberg llevó a la clínica a su amigo herido tras verlo ensangrentado.
La madre de Dumler explicó que su hijo había visto cómo el auto negro pasó por su lado en sentido contrario y rápidamente se perdió por el óvalo Gutiérrez. Nunca se percató de los disparos. Solo le pareció ver dentro del auto a “un hombre de raza blanca, bastante claro, casi rubio y de más o menos unos 40 años”. Más adelante, la PIP informó de varios atentados realizados por el supuesto hombre rubio en Ventanilla y Jesús María. Sin embargo, las pericias determinaron que impactos de piedra habían sido las causas de dichos ataques.
Para el 14 de enero de 1965, la Policía de Investigaciones había capturado ocho automóviles negros de marca Oldsmobile. Todos sus conductores fueron interrogados como sospechosos. Luego de algunas horas, los pilotos salieron libres tras comprobarse que no tenían relación con el misterioso caso. No había rastro del delincuente. La psicosis colectiva iba creciendo en Lima.
Horas después, las autoridades policiacas descartaron que el autor del ataque contra Dumler fuera el “pistolero fantasma”. Esto debido a que las balas fueron disparadas por el piloto de un automóvil que salió en defensa de dos mujeres rusas que los estudiantes habían estado molestando. Svetlana Swidiam, una de las mujeres acosadas, le contó al reportero de El Comercio que el hecho se dio cuando ella, junto a su hija y el padre de la modelo Silvia Gálvez iban en un auto (que era de la “China”, así le decían a Silvia) rumbo a la casa de unas amigas.
En el trayecto, el vehículo rojo de Dumler se le cruzó repetidamente en forma peligrosa. Es así como empezaron a molestarlas. Luego, las mujeres extranjeras se cruzaron con tres amigos que iban en un automóvil. A ellos les dijeron lo que estaba pasando. Es así como los sujetos emprendieron una persecución contra los estudiantes. En seguida, se escucharon dos disparos.
Las mujeres no se percataron de dónde provinieron las detonaciones. Horas después, José Cáceres, Enrique Fernández y Cristian Stockholm fueron detenidos e interrogados por la PIP. Ese día, todos los implicados pasaron la prueba de la parafina para descartar su implicancia en el acto.
Más tarde, la PIP sacó un identikit del autor de los disparos contra el estudiante de Ingeniería. También se supo que los resultados de la prueba de balística realizados a los tres sujetos fueron negativos. Sin embargo, la mujer rusa y sus tres amigos seguían detenidos. Ellos insistían en que los disparos fueron realizados desde un auto negro Oldsmobile de 1963. También coincidían en la descripción del misterioso pistolero.
No obstante, el director general de la PIP descartó la existencia del temible delincuente: “Lo del ‘pistolero fantasma’ es un mito”. Además, agregó que pronto tendrían los resultados de la mayoría de los trece ataques perpetrados por el supuesto facineroso. Cada vez más se apagaba la leyenda urbana del feroz tirador.
El martes 19 de enero de 1965, la PIP anunció que nunca existió un “pistolero fantasma”. Esto debido a que la mayoría de casos fueron resueltos. Asimismo, aseguraron que los disparos que recibió Clement Dumler fueron realizados por Enrique Fernández. Dos de sus amigas corroboraron el hecho aduciendo que vieron un revólver en la guantera de su auto cuando este las llevó a la playa, horas después del atentado.
También se descubrieron huellas de pólvora en la ventana derecha del auto donde estuvo sentado Fernández. La testigo Svetlana Swidiam declaró que fue él quien le dijo que con dos balazos iba a asustar a los jóvenes que la estaban molestando. Todo indicaba que cuando realizó los disparos un auto negro Oldsmobile pasó al costado del vehículo de los estudiantes. Esto hizo que las víctimas relacionaran el hecho con el misterioso pistolero.
Los tres detenidos fueron recluidos en una carceleta de la Policía Judicial y puestos a disposición del Juez Instructor de Turno. A Enrique Fernández se le acusó de ser el autor intelectual de los disparos. Sus dos amigos fueron denunciados por el delito contra la administración de justicia. Finalmente, los investigadores determinaron que la mayoría de los ataques atribuidos a esta leyenda fueron hechos con pistolas de fogueo vendidas en las fiestas navideñas.
“Seguramente por probar esas pistolas adaptadas a calibre 22, la gente comenzó a disparar y de allí surgió el mito del pistolero fantasma”, dijo uno de los encargados en resolver este increíble caso policial.
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