Durante las últimas semanas de 1918 las noticias sobre el fin de la Gran Guerra, la ocupación chilena de Tacna y el avance mortal de la ‘grippe’, hoy conocida como gripe española, llenaban las primeras planas de El Comercio. El gobierno de José Pardo y Barreda había iniciado una campaña para combatir la gripe que ya estaba causando estragos en la población. Solo en diciembre de 1918 habían fallecido unas 28 personas.
La primera medida fue designar médicos para que brinden asistencia gratuita a domicilio a los enfermos de zonas vulnerables. Las personas podían acceder a este servicio a través de una linea telefónica signada con el número 2410 o acercándose al ministerio de Fomento, ubicado en el Palacio de la Exposición. Solo en vísperas de navidad se atendieron 26 llamadas.
Asimismo se dispuso que los hospitales y beneficencias proporcionen en forma gratuita medicamentos a este sector de la población. Se realizó una inspección a las farmacias para controlar los precios de los medicamentos utilizados para combatir la temible gripe.
Si había un enfermo en casa las indicaciones exigían cuarentena del paciente, higiene de las personas que los asistieran y estricta vigilancia de la convalecencia. Todas estas medidas tenían el objetivo de prevenir nuevos contagios.
Además se otorgaron subvenciones a la Municipalidad de Lima para mejorar el servicio de higiene. Unas 80 carretas fueron compradas para recolectar basura de casas y calles. Además se fumigaron los tranvías, escuelas y teatros. Sin embargo, no se prohibió su funcionamiento. Los colegios cerraron el año escolar con normalidad y la cartelera teatral seguía su programación habitual. El teatro Colón anunciaba a la compañía nacional de zarzuelas y revistas de Rafael Palacios.
El Salón Raymondy promocionaba sus cenas de Navidad y Año Nuevo donde los tamales de pollo y una variedad de comida criolla eran los platos principales.
Además del clásico panetón o pan de Pascua un entusiasta industrial elaboró un dulce denominado postre de la paz a base de jugo de frutas. Según la nota el postre tuvo muy buena aceptación.
La inauguración del tren Lima – Lurín fue una de las últimas actividades oficiales de 1918. Ocupando un convoy adornado con guirnaldas de flores y compuesto de tres carros, la comitiva oficial integrada por el presidente José Pardo y Barreda y el arzobispo de Lima Emilio Lissón partieron a las 2:00 p.m hacia Lurín. Gran cantidad de pobladores y una banda de músicos recibieron a las autoridades. Durante el discurso de inauguración se ofreció continuar la linea del tren hacia Mala, Cañete, Chincha y Pisco.
Sin embargo, esa aparente normalidad se vio resquebrajada por un grave problema de salubridad que se presentó en la recién inaugurada Morgue de Lima. El Comercio, haciendo eco a las quejas de los vecinos, denunció que la máquina frigorífica estaba malograda desde hace un mes. Los olores a descomposición hacían irrespirable el aire en las zonas aledañas.
A diferencia de nuestros días donde nos sobra información de todo tipo, por aquellos años los telegramas eran el principal medio para que se conociera qué estaba pasando en las provincias del Perú.
Un telegrama del 25 de diciembre proveniente de Pisco desmentía las informaciones sobre un aumento de muertos por gripe. “Llama la atención siendo la alarma por motivos políticos”. Solo se registró un fallecido durante los días previos a la navidad.
Las noticias que llegaban desde Ambo, en Huánuco, eran desalentadoras. Desde el 16 de diciembre de 1918 habían fallecido unas 20 personas a causa de la gripe española. El subprefecto fue el encargado de proporcionar los medios económicos para enterrarlos.
Mientras tanto en Matucana el párroco con numeroso acompañamiento había realizado una procesión pidiendo “al cielo la cesación de la peste”. Y en Mala se realizó la clausura del año escolar; así como, la entrega de premios y por si fuera poco la inauguración de un bazar.
El Comercio dio la bienvenida a 1919 publicando, en su primera plana, una ilustración creada exclusivamente para sus lectores por ‘Altísimo’, un pintor y decorador muy famoso por esas épocas. Los ideales de paz y progreso eran piezas fundamentales para el Perú de ese entonces sumido entre la fatalidad de la gripe y la desazón por tener a Tacna en manos chilenas.
“Su dibujo abarca una serie de símbolos que representan un solo y cabal sentido de la vida de un país”, explicaba el decano sobre el significado de esta obra artística. “El Tiempo sostiene el reloj que marca la iniciación de las nuevas horas fecundas; la agricultura representada por una criatura, duerme su sueño plácido y feliz, luego de haber logrado una producción fértil; en lo alto, las fábricas simbolizan el avance de la industria y en la parte baja el ferrocarril sugiere la idea del progreso. Todo esto bajo el aura de la paz, simbolizada por las tradicionales palomas y el sol que todo lo alumbra y lo germina y que este año tiene para la humanidad la virtud de ser un sol que no tiende su luz hacia las iniquidades de los hombres sino hacia los horizontes ideales de la paz permanente y de la justicia sublime y eterna que la humanidad ha perseguido”.
El año nuevo se recibió en palacio de gobierno con una recepción no solo para el cuerpo diplomático, sino para un grupo de peruanos expulsados de Tacna, que estaba bajo el dominio chileno. Acompañados de sus familias y una banda de músicos hicieron vivas al Perú. En el aspecto comercial los almacenes del Centro de Lima promocionaban la venta de sombreros y ternos para el verano.
Una de las primeras noticias que publicó el decano en 1919 fue la creación de una vacuna en Estados Unidos. “Hoy ofrecemos a los lectores de El Comercio el retrato de tres médicos militares norteamericanos que han descubierto y perfeccionado una vacuna contra la neumonía que ha sido de gran eficacia para combatir la grippe en los campamentos militares de Estados Unidos. Esta vacuna es solamente preventiva y se inocula a los enfermos lográndose con su empleo evitar las complicaciones mortales de la epidemia”. Los médicos que figuraban en el grabado de izquierda a derecha eran los coroneles Howard, Russell y Vanghn.
Por aquellos años ya se sabía que la mortalidad de la gripe española se debía a las complicaciones pulmonares que se desarrollaban en el enfermo. El Perú sufrió los estragos de la gripe española hasta 1920. Durante ese tiempo no se desarrolló ninguna vacuna para esta enfermedad.
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