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Día Mundial del Agua: Lima y su eterno problema con un servicio que desde un inicio no llegó a toda la población

Hoy en el Día Mundial del Agua recordamos cómo el abastecimiento de este vital elemento no ha ido de la mano con el crecimiento de la capital. Para entender esta situación hacemos un recorrido por la evolución de este servicio público que comenzó con agua de manantial.

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Con mucha paciencia estos vecinos de Pucusana llenan sus baldes con agua en el verano de 1955. (Foto: GEC Archivo Histórico)
Con mucha paciencia estos vecinos de Pucusana llenan sus baldes con agua en el verano de 1955. (Foto: GEC Archivo Histórico)
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Lilia Córdova Tábori

Hoy en el recordamos cómo el abastecimiento de este vital elemento no ha ido de la mano con el crecimiento de la capital. Para entender esta situación hacemos un recorrido por la evolución de este servicio público que comenzó con agua de manantial.

Cuenta el historiador en su libro ‘Las viejas calles de Lima’ que el “agua limpia y de manantial” corrió por primera vez en la capital un 21 de diciembre de 1578, por la pila de la plaza Mayor.

El agua provenía de los manantiales ubicados en Cacahuasi, al este de la aún joven ciudad. A partir de ese momento las autoridades comenzarían a construir nuevos conductos de agua. Los primeros tubos que llevaban el líquido elemento eran de barro cocido.

El sistema de comenzaría a crecer en 1855 cuando el gobierno celebró un contrato con Manuel Basagoitia para conducir, por medio de cañerías de fierro, agua potable a los inmuebles de los vecinos que lo solicitasen. Sin embargo, con el paso de los siglos Lima se hizo demasiado grande y el abastecimiento de agua potable se convirtió en una pesadilla para los vecinos y las autoridades.

Un 3 de febrero de 1955 nuestro reportero gráfico captó a un grupo de niños sacando agua de un pozo en Carmen de la Legua. En la zona solo existían tres pozos que eran insuficientes para su creciente población. Por ello debían recurrir a pozos particulares donde pagaban entre 8 a 12 soles. Foto: GEC Archivo Histórico
Un 3 de febrero de 1955 nuestro reportero gráfico captó a un grupo de niños sacando agua de un pozo en Carmen de la Legua. En la zona solo existían tres pozos que eran insuficientes para su creciente población. Por ello debían recurrir a pozos particulares donde pagaban entre 8 a 12 soles. Foto: GEC Archivo Histórico
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Agua que enferma

En 1884, 150 mil limeños consumían 32 millones de litros por día. Sin embargo, la calidad del agua era pésima y causaba enfermedades estomacales.

El experto inglés D.W. Ross, contratado por el alcalde Federico Elguera, formuló en 1902 el proyecto para la futura red de desagües de Lima. Su investigación concluyó que la ciudad estaba amenazada constantemente por epidemias de origen hídrico. Ocho décadas más tarde, Lima sobreviviría a duras penas al embate del cólera, pero esa es otra historia.

LEE: El año de la peste peruana: el cólera de 1991

El experto presentó una lista de recomendaciones como: prohibición de riegos de tierras de cultivo con aguas de albañal, supresión de descargas de aguas servidas al río Rímac, entre otras que por supuesto no fueron puestas en práctica.

Purificando el vital elemento

En 1917 el alcalde de Lima y presidente de la Junta Municipal de Agua Potable, Luis Miró Quesada de la Guerra, inauguró la primera Planta de Clorinación quedando garantizada la purificación de las aguas. Pero la población pensaba que este proceso la volvería tóxica. El joven alcalde no se detuvo y mandó ejecutar en silencio las obras. Sin avisar a los vecinos puso en funcionamiento la planta. De esta forma la gente se convenció de que el agua no era dañina.

En la década del 20 las obras sanitarias estuvieron a cargo de la empresa inglesa The Foundation Company. Los limeños fueron creciendo y con ellos su red de alcantarillado y abastecimiento de agua no eran suficientes para satisfacer su demanda de agua.

Así lucía la atarjea de Lima días previos a su inauguración en julio de 1956. Foto: GEC Archivo Histórico
Así lucía la atarjea de Lima días previos a su inauguración en julio de 1956. Foto: GEC Archivo Histórico
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Para las Fiestas Patrias de 1956 el gobierno de Manuel A. Odría inauguró la primera planta de tratamiento de agua potable conocida como La Atarjea y administrada por la Corporación de Saneamiento de Lima (COSAL). Asimismo se encargó de mejorar la distribución de la nueva red troncal de agua potable.

En 1966 numerosas calles de la capital fueron cerradas para cambiar las viejas y angostas tuberías por unas de 72 pulgadas. De esta forma se aumentaría la presión del agua. Estos fueron grandes pasos para una capital que no calmaba su sed. Sin embargo, el costo del servicio aumentó.

A partir de la década del 60 comenzaría la instalación de nuevas tuberías como lo muestra esta postal de la avenida Costanera, captada un 8 de julio de 1974. Foto: GEC Archivo Histórico
A partir de la década del 60 comenzaría la instalación de nuevas tuberías como lo muestra esta postal de la avenida Costanera, captada un 8 de julio de 1974. Foto: GEC Archivo Histórico
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Un plan para Lima

La campaña Plan Lima realizada por El Comercio, en 1966, abordó los distintos problemas que agobiaban a la ciudad, entre ellos el eterno desabastecimiento de agua potable. Por aquellos años, unas 500 mil personas no tenían acceso al líquido elemento.

Esta situación se agravaba por el servicio que prestaban los camiones cisterna a los pueblos jóvenes. Los estanques donde se almacenaba el agua estaban al aire libre y el precio del cilindro no bajaba de S/.4.50. Esta situación no mejoró con los años.

Las obras del pasado no resistieron el crecimiento de la capital ni a los embates de la naturaleza. Basta recordar la sequía ocurrida en marzo de 2017 cuando 27 distritos de Lima sufrieron restricciones del servicio debido a los huaicos que impedían el proceso de potabilización.

El agua embotellada desapareció de los supermercados y bodegas. Se formaron largas colas de personas con sus baldes alrededor de los camiones cisterna. Cuando entramos en crisis salimos desesperados en busca de aquel bien que dábamos por sentado. Sin lugar a dudas no aprendemos de nuestros históricos errores. Entonces ¿estaremos preparados para resistir una sequía en tiempos de pandemia? Solo el tiempo y la naturaleza lo dirán.

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