Desde que la diseñadora británica Mary Quant la concibió en los años 60 (debía mencionarse también al diseñador francés André Courrèges), la minifalda tuvo amantes perdidos en sus fronteras y opositores que la acusaban de todo lo que imaginaban. No obstante, la juventud de esos años la lució con alegría, gracia y hasta orgullo; era un símbolo de libertad, atrevimiento y respuesta a los cánones tradicionales de la moda.
La misma Quant contó una vez que una auténtica inspiración para crear su popular prenda fue observar a una bailarina de tap, cuya falda plisada de 25 cm. de largo sobre unas mallas negras que cubrían sus piernas la hipnotizó.
Ya con la minifalda en la mente de la mayoría de los peruanos, desde mediados de los años 60, el minivestido llegó para subir la temperatura con un concurso en Lima. La norma clásica, dictada desde Inglaterra, marcaba los 34 cm. de largo.
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LIMA Y EL FUROR DE LA MINIFALDA
Más allá de los centímetros de largo de la prenda, la imaginación popular medía la audacia por los centímetros contados desde la rodilla hacia arriba. Es decir, por la cortedad de la minifalda. Cada centímetro valía oro para los expertos.
El sábado 10 de febrero de 1968, el Club de Regatas “Unión” de La Punta (Callao) organizó el evento del verano. Fue una competencia exprés y con poca difusión para evitar el “escándalo” de cierto sector.
Destacó desde un comienzo una muchacha del Callao, Martha Abad Cavassa, quien lució un modelo “romano” a 10 cm. por encima de la rodilla. La belleza y carisma de la representante chalaca sumó puntos para ser una de las favoritas. De hecho, gozaba de una gran popularidad.
Sin embargo, le salió una dura rival en Ilse Braedt. Ella no quiso quedarse atrás y se presentó esa noche de sábado minifaldera con una pieza 15 cm. arriba de la rodilla. Carismática y bella también mostró con gracia y simpatía la falda que todos admiraron esa noche.
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Los jueces de ese año 68 no discutieron demasiado quién debía ser la ganadora. El segundo lugar fue otorgado a la señorita del Callao, con la inconformidad de una parte del público asistente en La Punta. Braedt había ganado por esos cinco centímetros de diferencia. No había duda.
UN CONGRESISTA INTENTÓ TACHAR LA MINIFALDA
La minifalda se convirtió desde entonces en una pieza de vestir de uso general; una falda bien aceptada por todos. En los años 70 y 80, ya no era un tema de discusión en ningún sitio; aunque a fines de los años 90 hubo un intento de censura desde el Congreso de la República.
En febrero de 1998, el parlamentario Alejandro Abanto Pongo (C90-NM) presentó un proyecto de ley que buscaba prohibir el uso de la minifalda en los centros de trabajo. Los enemigos de la popular prenda hasta le pidieron su opinión al Ministerio de Trabajo.
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Menos mal que la cartera de Trabajo desestimó el despropósito indicando a los congresistas que no se podía empezar a legislar sobre temas relacionados con el comportamiento del ser humano y el desarrollo de la sociedad.
Frente a esas circunstancias, el proyecto no pasó de la Comisión de Trabajo y Seguridad Social del Congreso, que lo archivó. El presidente de esa comisión, Luis Delgado Aparicio, zanjó el tema con una recordada frase: “La minifalda, cuanto más corta, mejor”. Fin de la historia.