Como padres, muchas veces damos por sentado que nuestros hijos están ahí y no medimos la manera en la que los tratamos. Puede pasar que, sin darnos cuenta, les estemos haciendo daño con palabras, gestos o discusiones entre los miembros de la familia. Sin embargo, todo ello se ve reflejado en la vida adulta de ese niño cuando crece, ya que como bien se dice “todo acto tiene su consecuencia”. Para explicarnos de qué manera influencia en la vida adulta del niño, Bienestar del Diario El Comercio conversó con Gean Carlo Doria, psicólogo y docente de la Escuela de Posgrado Wiener.
“Hay que tomar en cuenta que los pilares de nuestra personalidad se desarrollan en la infancia y la niñez. Cualquier conducta o cualquier herida emocional que nosotros tengamos en estas dos etapas de vida, infancia y niñez, afectan increíblemente en nuestra vida adulta”, explica el especialista.
Estas tienen diferentes consecuencias, entre las cuales están:
- Podemos experimentar sensaciones de intranquilidad, de ansiedad, de pensamientos obsesivos.
- Se forman en nuestra cabeza fantasías catastróficas de lo que puede pasar, tomando en cuenta que caemos en un estado de ansiedad y que tendemos a suponer cosas que nos pueden pasar.
- Somos mucho más vulnerables a poder caer en cualquier tipo de trastorno, tener un tipo de problema de sueño y, sobre todo, actuar siempre en actitud defensiva, como si la gente siempre quisiera hacerme daño.
Tipos de heridas que se dan en la infancia y se reflejan en la vida adulta
Por el tipo de heridas que se dan en la infancia, tenemos el rechazo, el abandono, la humillación, la traición, la injusticia, etc. Doria nos explica cada una de ellas:
- Rechazo: Alguien que he rechazado en la infancia tiende a huir y no comprometerse. Es decir, se disfrazan de esto, huyen porque quieren evitar sentirse rechazados.
- Abandono: La persona que es abandonada, para no experimentar nuevamente esta sensación, se vuelve dependiente.
- Humillación: Aquellas personas que son humilladas, empiezan a tener una conducta como de masoquismo, porque me habitué a esto.
- Traición: La persona que es traicionada se vuelve controladora, quiere controlar absolutamente todo, inclusive quiere modificar a la persona en todas sus conductas.
- Injusticia: El que siente que han sido injustos con él, pues suele ser muy rígido en sus decisiones y suelen sentir culpa interiorizada.
- Ambivalencia emocional: Si nuestros padres han sido ambivalentes emocionalmente, es probable que monitoricen las emociones de los demás y priorizar las necesidades ajenas, antes que las nuestras.
- Imprevisión o ser “fosforito”: Es probable que en la adultez nos cueste confiar en otras personas y que tendamos a sufrir de ansiedad y disociación en las situaciones sociales.
¿Cómo reconocer que tengo un problema que se desarrolló en la infancia?
Muchos creen que no tienen heridas de la infancia, pero, según Dorio, eso es falso. “Es importante reconocer. Huyen de esto, porque lo que tienen es enfrentar aquello que le causa dolor”, añade.
Asimismo, lo que más recomienda es asistir a terapia, para curar esas lesiones y, tomando en cuenta, que no va a terapia aquel que “está loco”, porque todos tenemos problemas y acude a terapia quien quiere resolver esos problemas.
No obstante, antes de ello, debemos tener en cuenta dos puntos importantes:
- Ser honesto con nosotros mismos: Cuando negamos que tenemos algún problema de la infancia, debemos preguntarnos si realmente estamos siendo honestos con nosotros mismos y con nuestras emociones. Por ejemplo, yo no lloro porque no quiero que nadie me vea así. Entonces, la pregunta es, ¿y tú quisieras llorar? Sí, pero no puedo permitir que mis hijos sufran como yo sufrí.
- Fijarnos si nuestras relaciones interpersonales están siendo realmente productivas: Hay una teoría que nos dice que toda persona que ha sufrido esta herida emocional en su infancia, como el rechazo, el abandono, como la traición, cuando están grandes y tienen una pareja, no hay cariño suficiente que pueda cubrir esto, porque no son capaces de llenar ese vacío emocional.
“Muchos padres llevan a sus hijos a terapia y dicen, quiero que ayude a mi hijo, y esto no sirve, es que no se ayudan primero ellos. Entonces, es un trabajo lento, es un trabajo a largo trato, pero es importante que las personas aprendan a reconocer todos estos sentimientos, estos vacíos emocionales que no han sido curados en su infancia para que luego no les afecte en su vida adulta”, finaliza.
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