“No tenemos conciencia de nuestra historia”
Luis Jochamowitz
Periodista
En 1993 publiqué “Ciudadano Fujimori: La construcción de un político” y el 2002 “Vladimiro, vida y tiempo de un corruptor”. También he incursionado en el cuento y la crónica policial. Actualmente, escribo la sección Archivo Expiatorio de la revista “Caretas”.
Por: Alberto Rincón Effio (@arinconeffio)
En un principio le interesó estudiar Historia del Perú en San Marcos, donde fue un alumno reaccionario al entonces compromiso intelectual y a las izquierdas. No fue hasta que llegó a “Caretas”, en 1980, que publicó sus mejores piezas escritas y descubrió su vocación: las hemerotecas. A pesar de rechazar todo afán por el vértigo periodístico, sus trabajos son materiales rigurosos e imprescindibles para el periodismo de investigación. Pocos periodistas como Luis Jochamowitz llegan a ser autores de culto o, menos aun, prefieren negarlo.
—¿Con los años qué cree que ha perdido y ganado el periodismo?
Una cosa que ha perdido es su importancia social en su vínculo con la gente de la calle. Me refiero a la prensa escrita. En cuanto a calidad, no sé, cada periódico tendría que hacer su balance. Si hacemos una suma general, no es para entusiasmarse; pero esto refleja, más que a los periodistas, al país y al medio donde están. Técnicamente, el periódico es mucho mejor. Antes había mucho relleno, los artículos eran larguísimos; hoy las posibilidades de decir tonterías es mucho menor.
—Y el debate político…
La única vez que he seguido la política fue en la Constituyente del 78, que fue maravilloso al principio y después increíblemente reiterativo. Las primeras semanas hubo una atmósfera eléctrica, casi todo lo que se decía desataba una pifiadera, carpetazos. Estaban allí desde Haya de la Torre hasta Diez Canseco. Habían sido 11 años de congelamiento y, de pronto, todos estaban allí. Fue fantástico.
—¿Cómo ha visto en estas últimas elecciones al diario impreso respecto a los nuevos formatos?
No creo que lo haya hecho mal, probablemente lo hizo peor en otras oportunidades. Quizá por la intermediación que hay entre el momento en que se hace y se publica, que aparentemente es la gran desventaja, esto le da un tono distinto. En cambio, los otros medios te demuestran que el pensamiento se produce en la boca, es creación instantánea. El margen de acierto es un poco mayor en el papel.
—En general, ¿cómo analiza las últimas elecciones?
Nunca muy rico ni enriquecedor. Pero muy intenso. Una cosa que noté es que la televisión ha sido poco importante. Por ejemplo, la publicidad ha sido casi ausente, antes la gente esperaba el spot en la televisión, ahora no me acuerdo de alguno. Otra cosa es que estas elecciones han sido cancelatorias, han jubilado a Toledo y Alan.
—¿Qué cree que tuvo el candidato Fujimori que no tuvo la candidata Fujimori?
Alberto se benefició de su falta de historia, eso le permitió llenarla con lo que quisiera, en su caso fue esa imagen de “Honradez, tecnología y trabajo”. Era una pantalla en blanco donde la gente proyectaba lo que quería. En el caso de Keiko, ella misma lo ha dicho, carga una mochila, yo diría que carga un fardo.
—Ud. afirma que nunca creyó que los Fujimori serían una dinastía…
Es asombroso. Creo que nadie lo intuyó, nuestra imagen de la política no podía ser dinástica; sin embargo, esos son los cambios de estos tiempos, de la política del espectáculo, sin ideología. Por otro lado, esto pueden ser solo los deseos de Fujimori y no necesariamente va a ocurrir. La historia de Keiko lo confirma.
—Como su biografía sobre Fujimori, ¿deberían hacerse de otros políticos?
Alan sería el más interesante porque no solo es él, sino la historia que trae. Muchos otros políticos no tienen nada casi. Más interesante para una biografía me parece Cipriani, hay más materia… pero materia oscura. Averiguar sobre el Opus Dei es muy difícil en el Perú.
—¿Haya de la Torre fue el político más importante del siglo pasado?
Yo diría que es el más interesante. Belaunde podría estar cerca. Haya vivió en una época clásica, en la que el siglo se cuaja. Haya trae cosas nuevas, organiza grupos por primera vez. Por otro lado, Mariátegui tuvo la virtud de la muerte oportuna; cuando mueres temprano, queda lo mejor y evitas todos los errores que ibas a tener. El Mariátegui que nos quedó es un joven inteligente, culto, lleno de idealismo y ahí acaba, entonces es fantástico.
—¿Qué lugar le espera a Humala en las futuras hemerotecas?
Ningún lugar. Pero es culpa de que nuestros políticos son muy longevos. Los políticos de la generación de Alan, en otros países, ya pasaron a la historia. Pero, ¿qué hace que los nuestros sean tan resistentes a pesar de su fracaso? Sin embargo, lo que más me sorprende de estos políticos es cómo son tan radicales en su ambición y tan parcos en sus posibilidades reales. Ven las elecciones como una rifa y creen que si tienen el boleto correcto nadie los detiene.
—¿Cómo deberíamos alcanzar el bicentenario?
Lo más interesante quizá, donde está nuestra paradoja, es que somos un país con tanta historia que vive fuera de la historia, sin conciencia de su historia. Y la historia no son los libros, el conocimiento, eso es para especialistas, sino una forma de ser, hasta de disfrutar el tiempo. Invirtamos la frase de Piérola “El país de las desconcertadas gentes”, seamos concertados. Si el bicentenario nos ayuda a serenarnos y a poder sentir la densidad de nuestra cultura, sería fantástico.
—¿Ya habrá una respuesta a la pregunta de Zavalita: “¿En qué momento se había jodido el Perú?”.
No lo sé, porque quizá no se jodió una vez, tal vez son capas sucesivas. Yo me acuerdo el sentimiento que tenía en los años 95, 96 y 97, donde se notaba una sensación de podredumbre, allí nos estábamos jodiendo. A mí me deprime un poco recordar la forma como el primer belaundismo se desarmó y luego con Velasco fue sorprendente la sangre fría, la inconsciencia para querer cambiarlo todo sin saber por qué. Quizá la pregunta no es cuándo nos jodimos, sino cuántas veces.