A estas alturas es ocioso decir que Doña Tota era la madre de Diego Maradona, pero no mentimos si decimos que fue su pasión. Si me pide el cielo, se lo doy, ha dicho el ídolo más de una vez que se ha llegado a tatuar la leyenda Tota te amo, junto a una rosa turquesa.

Hace ya un tiempo, cuando Doña Tota estaba internada en la clínica Los Arcos por un mal cardíaco, Diego ya daba un visos de lo que sería para él la pérdida de su madre: “A mi vieja la tenemos con el respirador, está muy mal, lo único que le pido a Dios es que no me la lleve, que nos dé otra oportunidad de poder verla en casa, comer con ella, tomar mate con ella, darle un beso. Lo único que le pedimos a Dios es eso: ojalá que los médicos hagan un milagro, se los pido de corazón”.

Pero esta vez no hubo milagros. Doña Tota ha fallecido. La mujer que avalaba cariñosamente que Diego (Pelu, si vas a jugar después de las cinco, cuando caiga el sol) y lo impulsaba paso a paso es la misma madre que un día de 1969 convenció a Don Diego –el papá de Maradona– para quitarse horas de descanso y llevar al futuro ‘Diez’ a probarse en las divisiones menores de Argentinos Juniors, su primer club. Es la misma madre que se ha peleado con hinchas y periodistas en los estadios y que ha derramado lágrimas por su hijo más de una vez.

Sin embargo, lo que la retrata de cuerpo entero a Doña Tota es aquella confesión que hiciera Diego hace poco, en una entrevista que le hicieron por el Día de la Madre.

“Mi madre siempre nos hizo creer que tenía dolor de estómago, y fui ‘boludo’ hasta los trece años, porque no tenía dolor de estómago: ella quería que comiéramos nosotros. Y siempre cuando llegaba la comida decía que tenía dolor de estómago”, ha dicho sobre la señora que el el 5 de enero de 1961 puso la cabeza negrita de Diego en una pila bautismal y solo pidió una cosa a Dios: Que sea buena persona y que crezca sanito.