Estas no son siete, es una. Pero sí una en particular. ¿En qué se diferencian José Manuel Sabogal, el aún Gerente General de Alianza Lima y el ex técnico de la selección peruana, Juan Reynoso? Para empezar, se parecen en algo en específico, al primero, fuera de la cancha, le encargaron liderar a uno de los principales clubes de fútbol de Perú y del continente, al segundo, dirigir a la selección peruana. Dos cargos, cada uno desde su lado, muy importantes, para lo cuál han sido remunerados convenientemente.
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La diferencia principal radica en qué Reynoso demostró que es un hombre de fútbol, Sabogal no. Paso a explicar. Al ex entrenador de Cruz Azul nadie le puede cuestionar eso. Es un hombre que respira fútbol, obsesionado y meticuloso. Si le fue mal en la selección peruana como entrenador es por su carácter y visión del juego que no lograron penetrar en el equipo nacional. José Manuel Sabogal, por su parte, nunca estuvo ligado al fútbol profesionalmente y su falta de kilometraje en la industria del entretenimiento le ha pasado y le pasará una factura gigantesca en imagen y reputación a Alianza Lima tras el apagón. En lo económico tendrán que lidiar siete meses sin el uso del estadio de Matute y en materia de los derechos audiovisuales con una demanda por arbitraje en curso que podría quebrar al club. Motivos más que suficientes para hacerse responsable e irse a su casa.
Pero la principal diferencia es que Reynoso murió en su área como buen defensor que fue. Puso cara de palo frente a los periodistas cuando le preguntaron si iba a renunciar al cargo y dejó todo en manos de su representante para arreglar su desvinculación. Conoce el mundo del fútbol y jugó las cartas a su favor. El hincha de a pie lo puede odiar por eso, pero lo respeta, el tipo tiene principios. Se mantuvo firme en su posición y en todo momento, dejó en claro, que “él y el equipo eran capaces de revertir el mal momento de la selección”. No le aceptaron el pedido. Perdió la confianza, no el respeto.
Sabogal, por su parte, no ha aceptado los errores en su gestión, más bien encontró el momento exacto, y apeló al último recurso, el peor de todos, para aferrarse al cargo: lloró frente a cámaras, supuestamente admirado ante la pasión que generan los hinchas blanquiazules. No lo hizo en la sinceridad de la intimidad, de su familia, por ejemplo, lo hizo frente a un periodista de televisión, con el objetivo de ¿dar pena? Los hinchas desde ese momento, le han perdido todo el respeto. No lo identifican como el líder que aspiran para su institución. En ambos casos, la continuidad en el cargo es insostenible. Pero Reynoso no agachó la cabeza. Se fue por la puerta trasera, pero con la frente en alto. Ahí sí, al menos, estuvo a la altura de su posición.
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