MARTHA MEIER MIRÓ QUESADA
Su nombre completo es Joaquín Salvador Lavado Tejón, pero el mundo lo conoce como Quino. Y para sus incondicionales no es otro que el creador de Mafalda. Recientemente a este argentino genial se le ha concedido el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades, y sus admiradores estamos agradecidos por el reconocimiento a un ícono del humor gráfico latinoamericano.
A mitad de los años sesenta, cuando el mundo estaba inmerso en la Guerra Fría y las luchas por los derechos civiles, Quino ideó la figura de una niña de 6 años que odiaba la sopa, pero que también detestaba la guerra, la injusticia, la pobreza y la falta de valores en un mundo que se iba deshumanizando de a pocos.
Una niña que había nacido para hacerles la vida imposible a esos adultos que, según Quino, estaban convirtiendo el mundo en un manicomio.
Por eso ella decía: “Cuando sea grande voy a trabajar de intérprete en la ONU y cuando un delegado le diga a otro que su país es un asco yo voy a traducir que su país es un encanto y, claro, nadie podrá pelearse ¡y se acabarán los líos y las guerras y el mundo estará a salvo!”.
Así razonaba Mafalda con sabiduría inocente y elemental, y no entendía por qué a la gente le importaba más cualquier serie de televisión, que la guerra de Vietnam.
Pero Mafalda no está sola. Ella es la protagonista de un grupo de niños (Manolito, Miguelito, Felipe, Susanita, Guille y Libertad), que representan algunas características esenciales del género humano: la codicia, la ingenuidad, el idealismo, la frivolidad, el egoísmo, la libertad, la rebeldía y la curiosidad.
A pesar de que Mafalda, esta niña eterna, cumple 50 años en setiembre próximo, su humor, sus reflexiones y sus ironías siguen muy vigentes en este mundo “donde lo urgente no deja tiempo para lo importante”. A ella y al galardonado Quino, su creador, le dedicamos algunas páginas de esta edición.