Victoria Woodhull: La misteriosa dama de hierro
Victoria Woodhull: La misteriosa dama de hierro
Alessandra Miyagi

Por Alessandra Miyagi

En medio de una sala repleta de hombres respetables enfundados en elegantes trajes de color gris y expresión severa, una mujer de ojos azules y cabello rubio cenizo anuncia su candidatura a la presidencia de Estados Unidos —aun cuando el sufragio femenino sería aprobado recién en 1920—. Los hombres se miran entre sí con desconcierto, incredulidad y un gesto burlón en los labios. “Loca”, “inmoral”, “prostituta”, piensan muchos; algunos incluso se atreven a decirlo abiertamente. Ella los oye, pero no le importa; sus palabras siguen resonando con la misma fuerza visceral con la que un año atrás afirmó en la Convención de Mujeres Sufragistas que “Si el Congreso se niega a escuchar y conceder lo que exigimos las mujeres, no nos queda otro camino que seguir. […] Bajo estas inconsistencias evidentes, la tiranía injustificable y el despotismo inescrupuloso, ¿qué podemos hacer, sino convertirnos en las madres del futuro gobierno?”. En ese entonces, centenares la aclamaron, las líderes del movimiento sufragista femenino la acogieron como una importante vocera de la causa, y hasta los miembros del House Judiciary Committee quedaron impresionados por la solidez de sus argumentos; pero esta vez, en las elecciones de 1872, Victoria Woodhull no obtendría un solo voto. 

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Contrario a lo que muchos piensan, Hillary Clinton no fue la primera mujer en postular a la presidencia del país más influyente del mundo. Mucho antes —136 años atrás para ser precisos; recordemos que Clinton postuló por primera vez en el 2008— hubo otra mujer fascinante que no solo se atrevió a desafiar las rígidas convenciones de su época, sino que se enfrentó a los hombres más poderosos para cambiar la situación de postergación en la que se encontraban las mujeres.
    Editora, reina de las finanzas, médium itinerante, feminista, activista social, divorciada y comunista, Victoria Woodhull tuvo una vida agitada desde el principio. A diferencia de Clinton, Woodhull (1838-1927) provenía de una familia humilde de Ohio y tuvo una rudimentaria educación. Su padre fue un truhán que se dedicaba, literalmente, a vender aceite de serpiente; y su madre, hija ilegítima y analfabeta, era seguidora del movimiento espiritualista, al que Victoria se uniría en 1870 y gracias al cual obtendría una fortuna que le permitiría fundar, junto a su hermana Tennessee, la primera financiera de Wall Street operada por mujeres: Woodhull, Claflin & Company. 
    Para ese entonces, aunque era considerado inmoral, Woodhull ya se había divorciado de su primer esposo —con quien tuvo dos hijos— y se había vuelto a casar con el coronel James Harvey Blood —se divorciarían en 1876 para casarse con el banquero inglés John Biddulph Martin—. Fue él quien encaminó sus ideas progresistas y la apoyó en su ingreso a la política. La legalización del voto femenino; la igualdad de derechos civiles; el amor libre —libertad para casarse, divorciarse y tener hijos sin intromisión del Gobierno ni de la sociedad—; las reformas laborales y educativas en favor de los trabajadores, niños y mujeres; la abolición de la pena de muerte; y hasta la admisión del aborto terapéutico y los métodos anticonceptivos fueron las propuestas que Woodhull defendía y divulgaba ardorosamente bajo el amparo del Equal Rights —partido político que creó y con el que postuló sin éxito a la presidencia en 1872, 1884 y 1892— y del Woodhull & Claflin’s Weekly, el periódico que fundó en 1870, primer medio en publicar la traducción al inglés del "Manifiesto comunista" de Karl Marx.
     Pero evidentemente estas ideas no solo le trajeron seguidores y popularidad, sino que, como nos recuerda Francesca Denegri, profesora de literatura y experta en estudios de género, “Woodhull se ganó el repudio tanto de sus adversarios como el de algunos de sus aliados, pues consideraban demasiado radicales y violentas las tácticas que utilizaba para denunciar las hipocresías de la sociedad puritana”. Uno de estos excesos fue la publicación del romance adúltero entre el pastor Henry Ward Beecher y una de sus feligresas. Este incidente les costó seis meses de prisión a Woodhull, Tennessee y Blood, acusados de obscenidad. Así, empezó a ser atacada con mayor ferocidad. Con el fin de anularla moralmente, la acusaron de prostituta, ya que, como afirma Denegri “esta es una forma simbólica de violencia muy eficaz para mantener el sistema patriarcal intacto que se mantiene vigente hasta nuestros días”. Finalmente, estas hostilidades la empujaron a su autoexilio en Inglaterra, que se inició en 1877 y se prolongó hasta su muerte en 1927.
    Todo esto nos lleva una la pregunta inevitable: ¿por qué un personaje tan importante y polémico ha pasado desapercibido? Según Denegri, esta omisión no es casual: “Woodhull es una de las tantísimas mujeres intelectuales que han sido borradas, desaparecidas violentamente de la historia por razones políticas. Al transgredir la ideología hegemónica patriarcal —consolidada sobre todo durante el siglo XIX, y la cual le asigna a la mujer el espacio de lo privado, de lo doméstico y de los sentimientos; mientras que el espacio público, de la creación de ideas y la política, es tomado por los hombres—, se asume vocera de un grupo numeroso pero silenciado; de modo que se convierte automáticamente en una enemiga de los grupos de poder masculinos que desean mantener intacto el sistema. Porque propone, finalmente, la creación de una sociedad que otorgue las mismas libertades a los hombres y mujeres”.
    Según el sociólogo Michele Polak —sigue Denegri—, “estos personajes que han tenido tanta importancia en su época pero que fueron excluidos por los encargados de crear la memoria colectiva se mantienen como memorias subterráneas que aguardan en un estado de latencia hasta que las condiciones sociales se vuelven propicias para eclosionar y recordarnos lo que habíamos olvidado”. Durante casi 90 años, Woodhull ha aguardado pacientemente entre los resquicios más sombríos del olvido y la ingratitud. Y aunque la candidatura de Clinton y su probable victoria son los hechos que precipitaron su redescubrimiento, quizá esta misteriosa dama de hierro haya decidido volver porque se sabe necesaria en medio de esta contienda electoral, en la que el machismo y la discriminación más arcaicas amenazan con retomar el poder.

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