"Intolerancia", se podrá visitar hasta el 27 de setiembre en el Centro Cultural de la Universidad de Lima.
"Intolerancia", se podrá visitar hasta el 27 de setiembre en el Centro Cultural de la Universidad de Lima.
Max Hernández Calvo


Mario y María Acha presentan una amplia instalación que, recurriendo a los ejes feminicidio, homofobia, acoso escolar, terrorismo, fundamentalismo y racismo, traza un panorama de la problemática social que la intolerancia y la discriminación suponen en nuestro país.

El proyecto, concebido como una actividad complementaria a la obra de teatro El proyecto Laramie (sobre el asesinato del estudiante gay Matthew Shepard en EE. UU. en 1998), está estructurado alrededor de una serie de “estaciones” que corresponden a cada uno de los ejes mencionados, en las que encontramos una serie de imágenes, textos y videos que ofrecen una idea general de cada concepto.

La organización del espacio busca que el público se posicione de cara a los tipos de intolerancia citados y simbólicamente los rechace (o abandone) en el acto de atravesar estos umbrales. Este tipo de estrategia escenográfica va de la mano con el carácter marcadamente didáctico de la muestra. Las estaciones incluyen definiciones de sus conceptos, datos, objetos, fotografías e imágenes representativas del problema (se han reunido para ello trabajos de gente como Anamaría McCarthy, Daniela Ysla, María María Acha-Kutscher, Raúl García, Teresa Bracamonte, entre otros) con miras a ilustrarlo.

Esta orientación pedagógica, que responde a la gravedad del tema —como sociedad, nos queda un largo camino por recorrer— y al contexto de su presentación —el Centro Cultural de la Universidad de Lima, donde su público mayoritario está conformado por estudiantes—, es especialmente patente en la inclusión de descripciones de casos específicos de crímenes de odio (y sí existen los crímenes de odio, ¿o acaso es la corrupción producto del odio al Estado?): “mujer que tenía dos cortes en la frente, provocados por hachazos, y baleada en la cabeza fue abandonada en el río Rímac”.

El uso de elementos de diseño, fotografía y obras gráficas apuesta por facilitar la comunicación: las siluetas de cuerpos sobre el piso, las fotografías de Fabiola Lavalle de marchas de orgullo LGTBI, las de niños del Taller Verte Mirarte de Pilar Pedraza, la escultura de Rudolph Castro, los signos religiosos, la hoz y el martillo (aunque se echan en falta signos de los fundamentalismos de extrema derecha, como el nazismo), etc.

La instalación termina con una pieza de alambre de púas ubicada sobre el piso, que ilustra las barreras sociales, seguida de una proyección de palabras como incluyente, amparar, acoger, confiar, ayudar, etc. Situado al final de la secuencia de umbrales, el video imprime a este recorrido el carácter de un tránsito afectivo, discursivo y político de la intolerancia a la tolerancia. Junto al video leemos la siguiente información: “2017. Dos jóvenes mueren encerrados con llave en contenedores en incendio de Las Malvinas; ganaban 20 soles diarios por falsificar marcas; no se les permitía ni ir al baño”.

Un aspecto que ameritaría tocarse es la “interseccionalidad” implícita a esta problemática: la convergencia de las identidades discriminadas (por género, raza, clase, etnicidad, orientación sexual, religión, edad, discapacidades físicas y/o mentales, etc.) y los sistemas de opresión que las afectan. Asimismo, el eje económico solo aparece oblicuamente en el dato sobre los jóvenes muertos en Las Malvinas (que más que resultado de la intolerancia, es producto de la tolerancia del mercado hacia la explotación), cuando está presente de muchas formas. Por ejemplo, aunque el feminicidio es el rostro más atroz del patriarcado, la desigualdad salarial es parte del mismo continuum; la marginación por homofobia o racismo supone menos oportunidades laborales, etc. Ello por no mencionar que el fundamentalismo político-económico no se agota en el comunismo: recordemos las nefastas consecuencias de las políticas de austeridad del neoliberalismo que el mismo FMI ha reconocido aumentan la desigualdad, poniendo en riesgo la expansión duradera.

Los ejes “acoso escolar” y “terrorismo” resultan menos claros porque, en el primer caso, sus víctimas responden a otras formas de intolerancia (en mi escuela el bullying tenía un componente homofóbico clarísimo); y, en el segundo, porque sus víctimas pueden ser aleatorias (aunque también existan ataques basados en identidades sociales y/o nacionales).

Disquisiciones teóricas aparte, cabe resaltar la importancia de abordar este tipo de temáticas en espacios educativos y de poner en agenda la necesidad de responder, como sociedad, a estos cánceres que nos afectan.

Más información
Centro Cultural de la Universidad de Lima
Av. Javier Prado Este 4600, Surco. Hasta el 27 de setiembre.

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