Por: Francisco Melgar
La llegada de los Beatles al santuario indio de Rishikesh a inicios de 1968 generó una ola de interés por la cultura oriental. Desató una gurumanía en Occidente y estimuló a miles de jóvenes a iniciarse en el yoga y la meditación. Medio siglo después del “año del gurú” —tal como lo llamó la revista Life—, las técnicas de meditación que los cuatro de Liverpool intentaron aprender al lado del Maharishi Mahesh Yogi cuentan con cinco millones de seguidores alrededor del mundo.
La historia del viaje se remonta a mediados de 1967, cuando la esposa de George Harrison, Pattie Boyd, encontró un anuncio del curso de Meditación Trascendental del Maharishi en un periódico. “Anhelaba algo espiritual en mi vida”, le confesó a una amiga. Los Beatles, quienes ya habían usado el sitar en sus discos, e incluso trabajado con músicos del Asian Music Circle de Londres, decidieron asistir al evento. Los días que siguieron al encuentro de los Beatles con el gurú son una muestra del entusiasmo que el Maharishi despertó en ellos, pero también de la enorme angustia existencial de los cuatro integrantes.
Un año antes, a mediados de 1966, los Beatles se habían tomado unas vacaciones. Harrison quería renunciar al grupo para dedicarse al estudio del sitar y Brian Epstein, el mánager de la banda, recomendó un receso para evitar su partida. Lennon había viajado a España para actuar en una película y regresó a Londres con la idea de comprar una isla donde los Beatles pudiesen vivir aislados del mundo.
Según Marianne Faithfull, “para Paul la idea de John era una pesadilla. Lo último que Paul quería era vivir aislado”. Aun así, la presión grupal tuvo consecuencias sobre McCartney. Aunque, en ese momento, declaró que lo había hecho para descubrir el sentido de la vida, unos años más tarde recordaría su primer viaje en ácido como una imposición: “John, George y Ringo ya lo habían hecho y yo pensaba que no podía seguir en los Beatles si no lo hacía”.
Unas semanas más tarde, para complicar más las cosas, Brian Epstein, la figura paterna de la banda, moría de una sobredosis.
—El ‘álbum blanco’—
En este contexto, el viaje a Rishikesh, en la India, se presentó como una oportunidad. Las drogas psicodélicas no estaban alimentando la creatividad en la banda y la meditación parecía algo que los cuatro podían hacer juntos, otra vez: buscar un espacio de calma interior a través de una práctica simple y natural que los alejara de sus preocupaciones. Al final, por supuesto, lo que descubrieron es que querían separarse. Pero esa es otra historia.
A las pocas semanas de iniciadas las clases, el rumor de un intento de abuso sexual a Mia Farrow por parte del Maharishi llevó a los Beatles de vuelta a Londres y, aunque al principio los cuatro admitieron estar decepcionados del gurú, Harrison no tardó en retractarse y señalar que fueron ellos, los propios Beatles, los que se habían comportado de un modo inadecuado.
La grabación del siguiente disco, conocido como el ‘álbum blanco’, encontró a los músicos trabajando en estudios separados, a Yoko Ono colaborando en una canción y a Ringo renunciando a la banda. De alguna manera, el álbum —genial en su fragmentación— era una muestra de lo difícil que se había vuelto mantener al grupo unido. En medio de peleas y sinsabores, los Beatles no durarían mucho más de un año después de su lanzamiento.
Paradójicamente, Harrison, Starr y McCartney se reconciliarían con su gurú. En los 90, George y Paul se convencieron de la inocencia del Maharishi y ofrecieron sus disculpas públicas. En el 2008 McCartney señaló que el gurú solo fue alguien que trató de unir a las personas; luego, junto con Starr, participó de un concierto organizado por David Lynch para recaudar fondos para enseñar meditación trascendental en los colegios. Como muchos jóvenes de su generación, los Beatles buscaron un sentido a la vida alternativo al de la sociedad de sus padres y este tipo de meditación formó parte de esta búsqueda. Paradójicamente, a pesar del conflictivo viaje a Rishikesh —que acabó distanciándolos—, la meditación fue algo que ya no los abandonó.
Como dijo George Harrison poco antes de morir: “El Maharishi solo hizo cosas buenas por nosotros y, aunque no volví a verlo en persona, yo nunca me alejé de él”.