“El Callao, el cómplice del paro”, por Pedro Ortiz Bisso
“El Callao, el cómplice del paro”, por Pedro Ortiz Bisso
Pedro Ortiz Bisso

A pesar de las miles de personas varadas en las calles, a expensas de los abusos de colectiveros y taxistas informales, la huelga de ayer de los transportistas del Callao distó mucho de parecerse a otras.

No se vio a alguna autoridad municipal chalaca monitoreando la situación, coordinando la seguridad, disponiendo de transporte alternativo para quienes debían esperar hasta una hora en sus paraderos. Ni siquiera aparecieron en los medios para expresar su parecer por lo que sucedía. En la hora punta mañanera, cuando el usuario de a pie chalaco sufría más por la falta de movilidad, quienes dicen representarlos y velar por sus intereses, brillaban por su ausencia.

Más que llamarlo extraño, el calificativo que le cae a pelo a este paro es cómplice. Y la Municipalidad del Callao lo fue. Apoyó la medida porque no le interesa cambiar el statu quo. No le disgusta que Orión y sus satélites sigan al mando de las calles. Y no le molestó que miles de chalacos hayan pasado las de Caín para llegar a sus destinos.

Hizo bien el Concejo de Lima al anunciar ayer mismo que el reordenamiento en el corredor Javier Prado no tiene marcha atrás y que el sábado continuará sacando a las unidades sin permiso de circulación. Fue un mensaje oportuno, a la yugular de quienes se oponen al cambio, pese a que su apoyo a la reforma del transporte ha sido, hasta el momento, a media caña, sin punche.

Salta a la vista que la administración Castañeda vea la reforma no como una oportunidad de modernizar la ciudad, sino como una herencia indeseada con la que debe lidiar. Lo evidencian sus marchas y contramarchas, su pasividad para cumplir con los cronogramas, su incapacidad para tomar decisiones. Y que el alcalde no haya ejercido su liderazgo para convertirla en uno de los ejes de su gestión.

Por eso el sorpresivo comunicado de ayer representa un saludable giro que puede devolverle la confianza a los usuarios y a las empresas que hicieron una inversión considerable para adquirir una flota de buses, contratar choferes calificados y quebrar el funesto sistema comisionista afiliador.

Pero las patas de esta mesa no estarán completas si el Gobierno no asume el protagonismo que requiere un problema de esta dimensión. La urgencia de una autoridad única que maneje los destinos del transporte público en Lima y el Callao no resiste más demoras.

Si ya es un problema urbano que Lima y el Callao tengan autoridades diferentes en el plano regional y provincial (que se puede complicar con ese absurdo llamado provincia de Ventanilla), el salvajismo que impera en las calles requiere una solución de raíz y para ello no hay nada mejor que una sola autoridad que se encargue del transporte.

Semanas atrás, en el Ministerio de Transportes y Comunicaciones  señalaron que estaban en esa ruta. Es hora de apretar el acelerador, señor ministro. Hágalo antes de que una combi lo vaya a atropellar.

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