Martín Acosta González

Los muros de concreto del hospital Víctor Larco Herrera (HVLH) miden poco más de tres metros de altura, cercando un terreno con una extensión aproximada de 22 hectáreas. Desde fuera, los estigmas en torno al nosocomio, sus huéspedes y usuarios han construido barreras más grandes, dividiendo a través de su historia a los “sanos” y a los “irrecuperables”.

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