III Festival Transcinema: cine para abrir los ojos - 1
III Festival Transcinema: cine para abrir los ojos - 1

En sus memorias, el cineasta Billy Wilder asevera que cuando una persona se prepara para dirigir su primer largometraje, es como si le dijeran: “Súbase a ese edificio y tírese desde el segundo piso”.

Cuando Luis Ospina preparaba su segunda película “Soplo de vida” (1999) –un relato de cine negro que desentraña el asesinato de una joven– después de 16 años de haber dirigido la primera, recordó la frase de Wilder y sintió que le sugerían: “Bueno, ya que sobrevivió al tirarse del segundo piso, ahora súbase al séptimo y tírese”. Él se volvió a lanzar.

Años después, Ospina concretó el documental “Todo comenzó por el fin” (2015), en el que rememora al Grupo de Cali, del que fueron parte el escritor y ‘cinépata’ suicida Andrés Caicedo, Carlos Mayolo, él y otros. Días antes de que arribe a Lima con motivo del homenaje y la retrospectiva de su obra que le dedica el III Festival de No Ficción Transcinema, se le consulta a Ospina desde qué piso se lanzó con este documental. El realizador responde: “Creo que me tiré desde el piso más alto de un rascacielos, con triple salto mortal incluido”.

Luis Ospina enfrentó al cáncer durante el rodaje de “Todo comenzó por el fin” e incluyó ese testimonio en el documental.

¿Por qué desde tan arriba? Él añade: “Porque no contaba con que me iba a enfermar gravemente de un cáncer casi letal tan pronto inicié el rodaje. Entonces le incorporé a la película el presente que estaba viviendo a la evocación del pasado, aumentándole al eje Caicedo-Mayolo una tercera línea narrativa: la evolución de mi enfermedad. La película se tornó más autobiográfica y el tema de la mortalidad y el deterioro adquirió mayor resonancia. Saqué fuerzas de donde no tenía y seguí grabando. Gracias al cine, con su aparente inmortalidad y su eterno presente, el filme se convirtió en el relato de un sobreviviente”.

‘Caliwood’

Ospina considera que quien tiró la primera piedra fue Andrés Caicedo, cuando fundó el Cine Club de Cali en 1971. Luego se sumaron Carlos Mayolo, Ramiro Arbeláez y él, para luego crear la revista “Ojo al cine”. Ellos integraban ‘Caliwood’. Eran años de militancia en la teoría del cine de autor instaurada por el francés André Bazin y la revista “Cahiers du cinéma”, cuyos secuaces eran nada menos que François Truffaut, Jean-Luc Godard y compañía. Tal postura revaloraba la cinefilia y rescataba a creadores que eran increíblemente ninguneados como John Ford y Alfred Hitchcock, además de denunciar la pomposidad, el “teatro filmado” o el aburrimiento.
Los francotiradores de ‘Caliwood’ también le disparaban a la pornomiseria, la demagogia y las ingenuidades folclóricas. Según Ospina, “apostamos por un cine provocador, arriesgado e irreverente, alejado del camino trillado de Hollywood y del cine comercial colombiano”. 

Aunque había que pasar a la acción. Caicedo siempre escribió, publicó una novela icónica como “¡Que viva la música”, reivindicó la voz urbana en Cali, perdió la batalla contra el horror que habitaba en su cuerpo y se suicidó a los 25 años, convencido de que era una tontería vivir más allá de esa edad. Su consigna era morir joven y dejar obra.

“Todo comenzó por el fin” –alabado por el Festival de Toronto y otras citas– da cuenta de esa autodestrucción y sus contextos. Ospina acota: “Los que no fuimos capaces de matarnos jóvenes como Caicedo optamos por el suicidio a largo plazo, haciendo películas sin parar durante la fiesta sin fin de drogas y alcohol de las décadas de los 70 y 80. Esos años también fueron los más convulsionados de la historia de Colombia: guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes, terrorismo de toda índole, asesinatos políticos y desastres naturales. El país y el mundo entero se desmoronaban ante nuestros ojos”.

El realizador agrega: “Cuando inicié ‘Todo comenzó por el fin’, pensé que sería la historia de un sobreviviente, y cuando me enfermé llegué a pensar que era la película de un moribundo”.

Pero Ospina sigue aquí. En casi 50 años de carrera, ha facturado obras valiosas con diversos formatos y tecnologías (“El cine ha sido como un ave fénix que muere y vuelve a nacer”, sostiene). Transcinema exhibirá 12 de esos trabajos de una filmografía signada por –precisa el cineasta– “una provocación que ha sido una constante en mi obra, ya sea por los temas abarcados o por los dispositivos narrativos empleados, que siempre cuestionan el cine mismo y su relación con la verdad y la mentira, con la ficción y la no ficción”.

Fotograma de “Las manos en los bolsillos”, primera película de Marco Bellocchio de 1965 que mostrará el festival Transcinema.

PROVOCAR EL LENGUAJE

Transcinema arranca el viernes 4 de diciembre con más de 100 títulos de todas partes del mundo y en siete sedes en Lima. La información del evento está .

En la actualidad, acceder a los productos audiovisuales está al alcance de un clic. Pero esa oferta inabarcable también acrecienta la desorientación. He ahí la relevancia de los festivales como hojas de ruta. En el caso de Transcinema, de acuerdo a sus organizadores, “se experimenta con las estéticas del documental y de la ficción, con el propósito de hacer mutar el lenguaje cinematográfico”.

Ese compromiso con los festivales es compartido con Ospina, que anota: “Como director del Festival de Cali, sigo mi militancia cinematográfica haciendo visible el cine invisible, programando lo que nuestras carteleras no nos ofrecen”.

El otro camino es la piratería y Ospina es partidario de ella: “Gracias a la piratería tenemos al alcance películas que nunca llegarían a las salas comerciales, ocupadas casi en su totalidad por el cine homogéneo y anodino de Hollywood. Para los latinoamericanos, sitios como Polvos Azules en Lima son el equivalente de la Cinemateca Francesa”. Que viva el cine.

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