Después de casi dos años de espera, “Emily in Paris” regresó con su cuarta temporada. Aunque la serie continúa desarrollando la historia de Emily, quien quedó enredada en la desastrosa boda de Gabriel y Camille al final de la tercera entrega, parece haber perdido gran parte del encanto que la hizo destacar inicialmente: el choque cultural entre Francia y Estados Unidos. Sigue siendo una opción divertida y entretenida en Netflix, ideal para quienes buscan algo ligero, pero su narrativa se ha vuelto cada vez más simple y superficial. ¿Por qué? Te lo explico en esta reseña.
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En la temporada anterior, Gabriel y Camille estaban a punto de casarse, pero Camille ocultaba su aventura con la artista griega Sofia Sideris, excusándose con que “sabía que Gabriel seguía enamorado de Emily”. Esta revelación no solo confirmó las sospechas de Alfie, sino que también provocó su ruptura.
La temporada 4 retoma este triángulo amoroso—sí, otra vez—ahora que Gabriel está soltero, pero con la posible llegada de un hijo con Camille. Mientras tanto, Emily sigue enfrentando desafíos en su trabajo y en su vida personal.
Aunque el 15 de agosto de 2024 solo se estrenaron los primeros cinco episodios de la temporada, la narrativa se sintió acelerada y superficial, dejando una sensación de vacío.
CADA VEZ MÁS ACELERADA
“Emily in Paris” siempre ha tenido un ritmo acelerado, lo que le da ese toque dinámico y chispeante tan típico de una comedia. Pero en esta temporada, parece que se han pasado de la raya: en solo cinco capítulos, han roto y reparado relaciones, abierto un club, cancelado al CEO de un conglomerado, renunciado a la agencia y vuelto a ser contratados. ¡Todo en un abrir y cerrar de ojos! Si parpadeas, te pierdes media temporada. (Ryan Condal, toma nota: esto es resumir, resumir, resumir).
Aunque la serie te mantiene pegado a la pantalla durante los 30 minutos que dura cada episodio, no pude evitar sentir que estaba en medio de una sesión de HIIT (entrenamiento a intervalos de alta intensidad) y necesitaba un respiro para procesar todo lo que estaba pasando. Seguro que los fans de “Rick and Morty” saben exactamente a qué me refiero.
NARRATIVAMENTE HOLGAZANA
No espero que “Emily in Paris” sea una obra maestra del guion, al nivel de “Succession”, “The Last of Us” o “House of the Dragon”. Siempre ha tenido su toque de ridicule (como dirían los franceses), pero eso era parte de su encanto. ¿Quién no disfrutaba ver a una estadounidense perdida en el mar de costumbres francesas? Era como un croissant mal horneado, con inconsistencias y todo, pero aún así delicioso.
Con cada temporada, esas situaciones divertidas y culturales se han ido esfumando como el humo de un cigarro parisino. Recuerdo cuando Emily llegó a la oficina a las 9 a.m., solo para descubrir que era ridículamente temprano para los franceses. Ahora, sin esos momentos, el vacío narrativo y la falta de profundidad son más evidentes que nunca.
Por ejemplo: ¿Cómo es posible que Ami use la imagen de Emily y Alfie en su campaña sin permiso, sin contratos y sin pagarles ni un céntimo? ¿Cómo Sylvie, la jefa de la agencia, deja a su equipo al garete solo para regañarlos o felicitarlos después? ¿Y un cliente pidiendo la estrategia de redes en un evento en lugar de en una reunión? ¡Por favor! Podría seguir enumerando, pero me llevaría más tiempo que un monólogo de Luc.
En la parte 1, los choques son menos evidentes, pero en el adelanto de la parte 2, vemos a Emily esquiar con Camille y Gabriel, dos expertos en el deporte. Si esto no es un choque cultural de los buenos, no sé qué lo es. Yo también he sido esa Emily, revolcándome en la nieve mientras mi amigo francés subía y bajaba la montaña como si nada.
Así que sí, me intriga ver cómo desarrollarán los próximos 5 episodios. Quiero saber si Camille le contará la verdad a Gabriel y quién es ese misterioso italiano que aparece en el adelanto. Les recomiendo que vean la serie y saquen sus propias conclusiones, porque tal vez estoy exagerando... and it’s not that deep. Además, aunque Luc tenga sus momentos de cringe, sigue siendo uno de los pocos que aporta humor al show.
NO TODO ES MALO
Lo que realmente me encantó de esta temporada fue cómo el vestuario de Emily refleja su evolución personal y profesional. Si echamos la vista atrás, recordamos esos atuendos extravagantes y ultra “estadounidenses” de la primera temporada, que gritaban novata en París.
Ahora, vemos a una Emily más sofisticada, que ha aprendido a mezclar la elegancia parisina con su estilo único, sin perder su esencia vibrante. Es como si su guardarropa contara su historia de crecimiento y adaptación a la vida en la Ciudad de la Luz.
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Periodista de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC). Interesada en temas culturales como el cine y series. Actualmente se desempeña como redactora del Núcleo de Audiencias del Grupo El Comercio.