Don José y su hijo. (Foto: El Universal)
Don José y su hijo. (Foto: El Universal)
Redacción EC

Hace 20 años sucedió. Don José ya lo esperaba: el glaucoma lo venció y su vista desapareció. Mas el masajista decidió que no era su momento de darse por vencido. La falta de luz no impediría que siguiera haciendo lo que había hecho por más de 40 años: trabajar para sacar adelante su familia, esa que llevó a Los Ángeles –desde la Ciudad de México- en busca de una mejor vida.

José Manuel es su hijo; se ha vuelto los ojos de su padre, ojos que lo han llevado hasta Rusia, porque don José vive el Mundial a través de la mirada de su vástago.

Van de la mano. Don José, con el bastón, y José, su hijo al lado. No es que cuide sus pasos, simplemente está al pendiente de estos. Él puede hacerlo todo, solo tienen que darle una pequeña ayuda: contarle todo lo que se vive alrededor de la Copa del Mundo Rusia 2018.

“Este es mi tercer Mundial. Resultó que era el Día del Padre y me salió la oportunidad de traérmelo, se dieron las circunstancias. Llegamos a la inauguración [Rusia-Arabia Saudita]: estuvimos en el México-Alemania, contra Corea y vamos a Ekaterimburgo para el juego contra Suecia”, cuenta el hijo.

José está atento a todo. Su sentido del oído se ha agudizado, pero su muchacho le cuenta todo lo que ve.

“Trato de ser sus ojos en las calles. En todos lados le digo qué pasa, y ya en el estadio, con la gente se emociona. Le cuento las jugadas, le platico todo”, comparte.

José papá solo alcanza a decir “es mi hijo, la continuidad de la especia. Ahí me va diciendo, poco a poco nos vamos organizando”.

(El Universal)

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