Este martes, un portavoz de los talibanes, que asumieron el control de Afganistán el 15 de agosto ante la retirada de las tropas estadounidense, confirmó que la organización envió una misiva a las Naciones Unidas para participar de la Asamblea General que se celebra actualmente en Nueva York.
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La petición, sin embargo, no es la única a nombre de ese país que se ha recibido en la ONU. El 15 de septiembre, el embajador Ghulam Isaczai, representante del gobierno del derrocado Ashraf Ghani, solicitó su acreditación como representante oficial del estado afgano.
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Los mecanismos de la ONU contemplan este tipo de escenarios. Para ello cuentan con el Comité de Credenciales, conformado actualmente por Estados Unidos, Rusia, China, Bahamas, Bután, Chile, Namibia, Sierra Leona y Suecia.
Este órgano será el encargado de decidir quién podrá hablar en nombre de Afganistán ante el panel de líderes mundiales. Pero, si bien tienen opción de emitir una decisión antes del lunes 27, último día de la cumbre y para cuando Afganistán tiene programado un espacio, un funcionario del Departamento de Estado de Estados Unidos adelantó que “podría tomar tiempo la deliberación” del tema, según la agencia AP.
“Ahora es poco probable (que los talibanes se presenten ante la Asamblea General), no lo veo posible en el corto plazo. En los siguientes años depende de cómo se comporten, si es un gobierno que respeta los derechos humanos, que no apoye al terrorismo y de muchos factores más. Eso haría que finalmente sea reconocido y participe de la Asamblea General”, comenta a El Comercio el internacionalista Francisco Belaunde Matossian.
En este primer mes bajo el régimen talibán, en Afganistán se ha eliminado los ministerios de la Mujer y de Derechos Humanos, abierto uno nuevo denominado Ministerio de Asuntos Femeninos, han prohibido que las mujeres trabajen, estudien y ordenado “quedarse en sus casas”, entre otras restricciones.
EL PEDIDO DE 1996
Los talibanes gobernaron en Afganistán entre 1996 y el 2001. En aquella ocasión, llegaron al poder tras asesinar al presidente Burhanuddin Rabbani.
Aquel periodo marcó la condena internacional de la organización, principalmente por las violaciones a los derechos de su población -especialmente de las mujeres- y al apoyo que brindó a grupos terroristas, como Al Qaeda.
Durante ese primer periodo en el poder, los talibanes solo fueron reconocidos por tres naciones: Pakistán, Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos.
En octubre de 1996, enviaron una carta a Naciones Unidas anunciando que el embajador nombrado por el expresidente Rabbani ya no representaba a Afganistán. Sin embargo, en dicha oportunidad no presentaron una lista de nuevos representantes, por lo que durante la reunión del Comité de Credenciales se presentaron dos posturas.
Rusia y los Países Bajos argumentaron a favor de acreditar al representante de Rabbani, mientras que Estados Unidos propuso aplazar la decisión.
El Comité de Credenciales terminó apoyando la iniciativa estadounidense y no emitió una decisión, en defecto el representante de Rabbani permaneció como embajador afgano ante la ONU.
Esta maniobra fue replicada en las posteriores solicitudes presentadas por ambos bandos en 1997, 1998, 1999 y el 2000.
En 2001, finalmente, Estados Unidos inició la invasión a Afganistán deponiendo al régimen talibán antes de la Asamblea General de ese año. Para dicha cumbre, la ONU anunció que esperaría a la designación del nuevo embajador afgano, a cargo del nuevo Gobierno del país, programada para diciembre.
¿QUÉ SUCEDERÁ ESTA VEZ?
Al igual que en 1996, la carta de los talibanes indica a la ONU que el actual embajador Ghulam Isaczai ya no representa a Afganistán. La diferencia con el caso de hace 27 años, sin embargo, está en que esta vez sí presentaron un reemplazo.
Mohammad Suhail Shaheen, vocero del Talibán durante las negociaciones de paz que se celebraron el año pasado en Qatar, es la propuesta del actual ministro de Exteriores Ameer Khan Muttaqi.
“Es posible que se repita la figura de 1996. Para evitarlo, sus posibles aliados, como Rusia, China o Qatar, tendrán que trabajar para que el gobierno talibán sea mínimamente presentable”, opina Belaunde Matossian.
Cabe resaltar que actualmente ningún gobierno reconoce al Gobierno Talibán como legítimo. Sin embargo, diferentes países han entablado contacto con ellos principalmente para evacuar a sus ciudadanos y colaboradores a través de un corredor humanitario que se estableció en el aeropuerto de Kabul durante las semanas siguientes a la toma del país.
Pero entonces, ¿qué rol cumpliría ahora el embajador Isaczai si representa a un gobierno depuesto? “Es una figura que no considera que a los talibanes les corresponda pronunciarse a nombre de Afganistán en los foros internacionales. Este tipo de decisiones son más individuales, similar al caso de Myanmar que actualmente analiza la ONU”, señala el internacionalista.
El caso de Myanmar, al que Belaunde Matossian hace referencia, se encuentra actualmente en debate bajo el mismo Comité de Credenciales. En él se analizan las posturas tanto de la dictadura militar que se hizo del poder a inicios de año como del gobierno depuesto.
En este tipo de casos, según el experto, los representantes de los gobiernos derrocados cumplen una suerte de oposición diplomática a los regímenes actuales. “Es una forma de oponerse, en este caso al Talibán, y negarle la posibilidad de expresarse ante la comunidad internacional. Sin embargo, no deja de ser un caso curioso”, acota.
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