Su historia empezó en 1999 cuando decidió arriesgarse. Le sugirieron utilizar un documento, una visa de otra persona para entrar a Estados Unidos y no lo dudó.
Francisca Lino quiso cruzar por Ciudad Juárez, Chihuahua, hacia el sueño americano, y no lo logró, le descubrieron el documento falso; estuvo detenida un par de horas y fue regresada a México.
Pero ese mismo día, intentó cruzar por Chihuahua de la mano de un grupo guiado por un coyote, lo logró. Llegó a Chicago y hoy es presa de las políticas antiinmigrantes de Donald Trump. Está en lista de deportación inmediata y para evitarlo, se juega su última carta encerrada, desde hace 13 meses, en una iglesia santuario de Chicago.
En el segundo piso de la Iglesia Metodista Unida Adalbert, en el 2716 W. Division St., Francisca Lino, madre mexicana de seis hijos, cinco de ellos estadounidenses, lucha para permanecer en la Unión Americana. Ha entrado en periodos de ansiedad, depresión y desesperanza, toda la carga de casa la lleva Diego Lino, su esposo, residente legal en Estados Unidos y con quien se casó en 2001.
En 2005 tuvo señales de que podría obtener la residencia legal en Estados Unidos, pero no contó con que en 1999 cuando intentó entrar a la Unión Americana con documentos que no eran de ellas, quedó un récord en su contra. Fue registrada como deportada.
“No me asesoraron bien. En 2005 cuando estaba ya por obtener la residencia, salió que yo había sido deportada. Entonces me arrestaron y fue horrible porque mis gemelas estaban en el hospital.
Estuve 28 días arrestada. Mi esposo pidió ayuda y un abogado logró sacarme bajo fianza”, relató Francisca.
“Yo no soy una criminal, lo único que quiero es mantener a mi familia unida”, dijo.
Su tristeza se agudiza cuando mencionó que a la llegada de Donald Trump a la presidencia estadounidense se convirtió en un objetivo como tantos migrantes.
“En julio regresamos a migración y me dijeron que mi siguiente cita era para el 23 de agosto y debía llevar mi pasaporte y entonces pensé en que me arrestarían”, recordó.
Francisca se acercó entonces a los pastores de la iglesia metodista.
“Mi esposo me dijo que me regresara a México, pero yo le dije que no. Antes de mi cita en migración, hablé con los pastores y pedí santuario. Ha sido muy difícil este año aquí encerrada porque no he podido estar con mis hijos”, señaló.
Todos los fines de semana Francisca recibe la visita de su familia. Confía en que organizaciones civiles o congresistas tomen su caso y puedan ayudarla a salir del santuario y permanecer en Estados Unidos.
“Mi esperanza es que haya un cambio en las elecciones de noviembre [en Estados Unidos] para que pueda haber un cambio en el tema de migración. Dicen que sí pueden ganar los demócratas, eso espero.
“Lo único que me queda es esperar un milagro”, puntualizó.
Fuente: El Universal de México, GDA.