“Yo me gradué en los 90. Ya deberían salir más chicos con síndrome de Down de las universidades”, dice Pablo. (Alessandro Currarino / El Comercio)
“Yo me gradué en los 90. Ya deberían salir más chicos con síndrome de Down de las universidades”, dice Pablo. (Alessandro Currarino / El Comercio)
Renzo Giner Vásquez

Pablo Pineda llegó a Lima con la misma intención que lo llevó a recorrer toda España y gran parte de Sudamérica: concientizar sobre el . Y para esta labor no solo se apoya en las conferencias que da como consultor de Diversidad de la Fundación Adecco sino que ha escrito dos libros, protagonizado una película y brindado entrevistas cada vez que puede.

— ¡Hasta una glorieta lleva tu nombre en Málaga!
[Risas] Sí, fue iniciativa de una vecina y amiga de hace muchísimos años. Es como una fan mía, prácticamente. Me decía que con todo lo que había hecho no podía ser que no tuviera una glorieta. Ella porfió y porfió hasta que consiguió que se inaugurara la glorieta, en julio del 2014. Estuvieron el alcalde de Málaga, mis profesores, familiares, amigos. Fue muy bonito.

— Los más emocionados fueron tus padres, supongo.
Bueno, mi madre. Las gestiones de la glorieta fueron tan largas que tanto el esposo de mi vecina como mi padre ya habían fallecido para cuando la inauguramos. Pero al final mi madre y mi vecina sí estuvieron ahí.

— Tus padres fueron fundamentales en tu desarrollo y siempre los mencionas.
Así es, ellos fueron la base, confiaron en mí desde el minuto cero. Yo soy el menor de cuatro hermanos y nunca han caído en la tentación de sobreprotegerme o mimarme en demasía como podrían haber hecho.

— ¿Es un error sobreproteger a un hijo con síndrome de Down?
Totalmente, es el gran error. Eso impide que vaya progresando académica o laboralmente. Si dejas que tu hijo no haga nada, que no toque nada, que no se esfuerce, que no se forme, al final tendrás un cristalito que no se toca.

— Pero deben tener miedo.
Así es, miedo a que su hijo sufra. Siempre se justifican con eso. Creen que con la ignorancia el niño no va a sufrir. Pero la vida al final también es sufrimiento. No puedes quitarle vida a un chico para ahorrarle el sufrimiento.

— Me gusta cómo en tus conferencias marcas la diferencia entre “ser” y “tener” síndrome de Down.
Parece una tontería, ¿verdad? Pero no lo es. El “ser” es como un sello, te condiciona; mientras que “tener” es un verbo accesorio. Si yo dijera que soy síndrome de Down me estaría definiendo y limitando. Por otro lado, si digo que lo tengo lo relativizo, le quito importancia y no me condiciona. Los padres que piensan que su hijo es síndrome de Down, lo sobreprotegerán; si piensan que es algo que tiene, lo estimularán.

— Un profesor fue el primero que te habló sobre el síndrome de Down.
Sí, fue mi mentor, don Miguel López Melero. Cuando yo aún era pequeño, él me explicó lo que era el síndrome de Down, no le entendía nada y le hice tres preguntas.

— ¿Cuáles?
¿Soy tonto? No. ¿Puedo seguir estudiando? Sí. ¿Puedo seguir jugando con mis amigos? Sí. Contestado eso yo no tenía problemas.

—Nunca seguiste un currículo especial, ni en el colegio ni en la universidad.
Así es, nunca. Siempre estuve a la par. Es que la educación es básica para cualquier sociedad. Por eso los políticos deberían enfocarse en mejorarla. ¿Por qué no lo hacen?

— Un pueblo culto es peligroso para los políticos.
¡Claro! A las personas formadas no nos manipulan con facilidad. Pero igual, deben entender que una buena educación es un problema de Estado. En España cada vez que entra un nuevo gobierno cambia la ley educativa. Eso no puede ser.

— Hay otro tema importante en torno a las aulas: el ‘bullying’. ¿Lo has sufrido?
Como mucho me ninguneaban. Una chica y yo éramos los bichos raros de la clase por lo que estábamos solos en una esquina. De por sí era malo, pero ahora es peor. Hay insultos, golpes, amenazas de muerte. ¡En 25 años hemos empeorado!

— ¿Por qué?
Porque se ha inculcado el odio al diferente.

— Hay mucha intolerancia ahora, ¿no?
Eso es. La gente entra a las redes sociales para pelearse o insultar. Se ven cosas terribles. Pero más allá de eso, hay padres que van a ver partidos de fútbol de sus hijos y terminan peleando entre sí.

— A ti no te gusta hablar de integración, prefieres hablar de normalización.
Hasta diría que de inclusión, que es un grado más. El discurso de integración está obsoleto porque implica que la sociedad es la hostia, que es perfecta. El que tiene el problema eres tú y debes adaptarte a lo que hay. Ese es el modelo que existió por muchos años. Pero la sociedad se ha dado cuenta de que es imperfecta, que tiene fallas, entonces intentemos que esa persona diferente pueda entrar a los colegios o trabajos porque algo bueno debe tener, ¿no? [risas]. Pero la inclusión es ver lo que cada uno puede hacer, aportar y que trabaje como uno más. Estamos en un momento en el que las diferencias deben ser vistas como algo valioso.

— Fijarnos en las virtudes.
Sí, porque vivimos siempre esperando el fallo del otro para decirle que está mal.

— ¿Nunca has dudado de tu capacidad?
Hombre, momentos de dudas siempre hay. Todos lo hemos hecho. Pero me he dado cuenta de que las dudas no sirven para nada. ¡Para atrás nunca, ni para tomar impulso! Hay que confiar en uno mismo, repetirte a ti mismo que lo puedes hacer, que eres capaz y que lo harás. Y que te dé igual lo que te digan los demás [risas].

— ¿Cómo llegaste al cine?
Eso fue pura sorpresa. Trabajaba en el Ayuntamiento de Málaga cuando llegaron dos directores jóvenes. Fuimos a almorzar y tras comer me dijeron que querían que sea el protagonista de una película [risas].

— ¿Qué les respondiste?
Pensé que era una cámara escondida [risas]. Hubo un debate en mi familia porque era un paso gigante, decidimos probar para ver cómo reaccionaba y me terminé metiendo de cabeza. Ahí me di cuenta de que era capaz de hacerlo, ¡era capaz de hacer una película! Luego me di cuenta de que el cine era una buena herramienta para concientizar a la gente.

— Los padres de algún niño con síndrome de Down pueden necesitar algún consejo, ¿cuál le darías?
Que es su hijo, no un discapacitado. Que merece una oportunidad y una buena educación. Que confíen en él y que por favor no lo comparen con lo que he hecho yo, que llegue a donde quiera llegar, a donde sea feliz

Pablo Pineda

Actor, conferencista y escritor

Nací en Málaga hace 44 años. Soy el primer europeo con síndrome de Down en obtener un título universitario: soy maestro en Educación Especial. He escrito dos libros. En el 2009 recibí la Concha de Plata en el Festival de Cine de San Sebastián.

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