(Foto: Allen Quinta/ El Comercio)
(Foto: Allen Quinta/ El Comercio)
Rodrigo Cruz

Aquí hablaremos de espías y mercenarios españoles. De aquellos que trabajaron para el gobierno, pero no aparecen en la lista oficial de empleados. Los operadores del trabajo sucio: agentes en las sombras que tenían permitido transgredir la ley. Podían matar, traficar armas y transar con criminales. Pero si un día eran arrestados, debían de arreglárselas solos. Los políticos deslindarían de ellos. 

Manuel Cerdán (Alicante, 1954) los conoce bien. Desde hace 35 años investiga los excesos y delitos de los servicios secretos de España, o como él prefiere llamarlos, las “cloacas” del poder. Cerdán, uno de los periodistas de investigación de mayor prestigio en su país, forma parte de una generación de periodistas que denunciaron el uso político del espionaje y la aparición de escuadrones de la muerte. 

Como periodista, Cerdán fue uno de los que — en la década de los 90 — publicó más denuncias sobre los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL), el cuerpo parapolicial que se creó durante la presidencia de Felipe González en respuesta al terrorismo de ETA y sus colaboradores al sur de Francia. Algo no muy diferente de lo que vimos aquí con el denominado Grupo Colina.

Los GAL fueron organizados y financiados por el Ministerio del Interior y se les atribuye el asesinato de más de 25 personas durante los años que operaron (de 1983 a 1987). En el 1998, el Tribunal Supremo de España condenó a José Barrionuevo, ministro del Interior de González, y Rafael Vera, ex secretario de Estado para la Seguridad, por malversación de fondos y el secuestro en 1983 del ciudadano Segundo Marey por parte de los GAL que lo confundieron con un dirigente de ETA.

Los GAL fueron uno de los mayores escándalos políticos que enfrentó el gobierno de Felipe González. Incluso, fue llamado a declarar en tribunales por el secuestro de Segundo Marey.
Los GAL fueron uno de los mayores escándalos políticos que enfrentó el gobierno de Felipe González. Incluso, fue llamado a declarar en tribunales por el secuestro de Segundo Marey.

En 1997, Cerdán plasmó el caso, con más detalles y revelaciones de los responsables políticos, en el libro “El origen del GAL, guerra sucia y crimen de Estado”. También tiene publicaciones como “ Lobo, un topo en las entrañas de ETA” (2003), la historia y peripecias del espía español Mikerl Lejarza y cómo fue que se infiltró en la cúpula de ETA para desarticularla, así como la intervención política en los servicios secretos. Otro libro es “Matar a Carrero: la conspiración” (2003), que aborda los entretelones detrás del asesinato en 1973 del ex presidente del Gobierno español Luis Carrero Blanco, el sucesor del dictador Francisco Franco, que planificaron y ejecutaron los etarras en Madrid.

Pero en especial está su libro sobre Francisco Paesa (Paesa, el espía de las mil caras). Una investigación que el periodista español publicó en el 2006, al año siguiente de haber ubicado en París a este agente, el más famoso en la historia reciente de España y que siete años atrás había fingido su muerte en Bangkok.

Además de agente encubierto, diplomático (llegó a tener un puesto en la ONU) y banquero, Paesa era un estafador, encubridor, lavador de activos y traficante de armas. Con un ritmo de vida a lo James Bond pero con la diferencia de que operaba en el mundo real del espionaje. Hoy su historia se puede encontrar en Netflix como “El Hombre de las Mil Caras”. Una película basada en el libro de Cerdán que ganó dos premios Goya: el de actor revelación y el de mejor guion adaptado. 

Cerdán estuvo en Lima para presentar la reedición del libro “Muerte en el Pentagonito” del distinguido periodista de investigación Ricardo Uceda. Conversamos con él en la redacción de El Comercio.

-¿Por qué esa necesidad de los gobiernos de utilizar los servicios secretos para fines propios?
Eso ha ocurrido siempre en España. Desde que el primer servicio secreto fue creado por Carrero Blanco en 1973, poco antes de su muerte. Después, el partido de UCD creó uno nuevo que se llamó el CESID (Centro Superior de Información de la Defensa), que luego cambió su nomenclatura por CNI (Centro Nacional de Inteligencia). Desde entonces, todos los periodos de los diferentes servicios secretos, han querido convertirse en un Estado dentro del Estado. Y se han movido en un brazo [político] ejecutor [….] pues en el caso de España el jefe de Estado ha sido el jefe de los servicios secretos. Hubo años en que se dedicaron a cubrirle las espaldas al jefe de Estado, al gobierno de turno, y no al ciudadano que es quien paga los impuestos.

-¿Por ejemplo, a qué se dedicaron?
Al espionaje masivo, a la guerra sucia, a la trastienda del [fallido] golpe de Estado del 23F. Se dedicaron a cuidar los negocios particulares del anterior Rey (Juan Carlos), cuando en España tuvimos momentos muy delicados con el terrorismo de ETA y con el terrorismo internacional. Por ejemplo, los servicios secretos españoles no olieron nada cuando pusieron una bomba en Atocha el 4 de marzo del 2004. Y también, yo lo he publicado, del atentado que cometieron en las ramblas de Barcelona (2017). El imán que había creado toda aquella cédula había sido confidente de los servicios secretos. Y después hay otros fenómenos verdaderamente de comedia. Como cuando el CNI no se enteró del operativo golpista de Cataluña. No se enteraron y después se fuga [Carles] Puigdemont, que es el jefe del golpe. Oiga, yo a ustedes les quiero pagar por los trabajos que hay que hacer de cara a la ciudadanía. No para que se dediquen a barrer la casa de alguien.

 -¿Por qué sucede esto?
Por una razón: los servicios secretos dependen directamente del gobierno. Si no tenemos una estructura sólida de los servicios secretos, muy independiente, muy rocosa, con un estatus que sea inviolable [esto no pasaría]. Hemos visto cómo se le enfrenta el jefe del FBI y de la CIA al presidente [Donald] Trump cuando llegan a la Casa Blanca. Los servicios secretos llevan ahí una labor de manera independiente. Si tú no consigues una estructura, un organigrama interno (para los servicios secretos), para que no seas el perro faldero del político de turno, pues muy mal lo tienes.

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-¿Son los servicios secretos españoles el perro faldero del gobierno?
Ha ocurrido. Espero ahora, con la nueva etapa que va a iniciar España, habrá elecciones dentro de unas semanas, que el gobierno que salga ponga un poco de orden ahí. Tenemos que acabar con esas asignaturas del pasado, con esas especies de rémoras que estamos viendo todavía. Que todo lo que publicamos los periodistas se lleven a buen fin y que sirven para vacunarnos de eso.

-¿A qué servicio secreto lo encuentra más parecido al CNI español?
Los servicios secretos españoles,quiero ser justo, tienen gran prestigio internacional. Tienen buenas relaciones con el MI6 (Reino Unido), los servicios franceses y alemanes. Ellos crecieron y aprendieron bajo el paraguas de la CIA, porque fueron los que le dieron el aprendizaje cuando Franco retoma las relaciones con EE.UU. después de la segunda guerra mundial. Los estadounidenses son los que se hacen cargo del relanzamiento de los servicios secretos españoles. Les pagan los cursos, les dan los medios técnicos. El Mosad también ha ayudado mucho en temas de telecomunicaciones y equipos tecnológicos. Pero si comparamos nuestros servicios secretos internacionalmente con otros, ellos han hecho una buena labor. Por ejemplo, en los diferentes conflictos en Asia, Libia, en las guerras que hubo en Irak. España colaboró porque había muchas empresas españolas en el extranjero. Lo que falla es lo que hemos hablado antes. La cúpula y la utilización política.

-Pasemos al tema Paesa. ¿Este espía fue una excepción en la historia de España?
Hay un secretario de Estado que, arrestado y condenado por el tema de los GAL, en una entrevista dijo: los Estados necesitamos de cloacas porque la democracia necesita drenar lo sucio y entonces esas cloacas ocultas sirven y tenemos unos márgenes para limpiar. Paesa, como otros personajes que han ido apareciendo a lo largo de los siglos XX y XXI, era un personaje que hacía los trabajos sucios y duros que no querían hacer el Estado porque podía quedar señalado en sus relaciones con países vecinos, de haber trabajado fuera de España ilegalmente. Paesa ha vendido armas y misiles a ETA, pero con el control del gobierno español en operaciones secretas para llegar a los zulos de los arsenales de ETA.

- Entonces, ¿Paesa era más una necesidad del gobierno español?
Estados Unidos tuvo a [Oliver] North, el militar del Caso Irán-Contra, de esos que aparecen en las películas, que dicen: tú haz esto, pero si te detienen, nosotros no estamos. Son ese tipo de personajes que se mueven en las sombras, que dominan muy bien el mundo bancario, el mundo del tráfico de armas, que aparecen cuando un Estado necesita vender armas, por ejemplo, en Irak o a Yemen en un bloqueo, pues hacen operaciones triangulares. 

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-¿Crees que hoy hay más Paesas operando?
Muchísimos Paesas. El éxito está en que los periodistas nos enteremos porque desde el Estado, desde el poder político y policial, nunca te los van a descubrir.

- En cuanto a los GAL ¿Es posible que hoy operen estos grupos?
Hoy por hoy no. Pero creíamos que los servicios secretos españoles habían sido reestructurados después de las denuncias periodísticas y de los escándalos, como el mal uso de los fondos, la red de escuchas telefónicas, el espionaje a periodistas, empresarios y políticos. Sin embargo, nos hemos encontrado con algo que yo he desvelado estos días en mi periódico “Ok Diario”, que es cómo los servicios secretos en el 2012 han utilizado fondos reservados para ocultar una relación que el Rey emérito Juan Carlos tuvo con una princesa alemana llamada Corina, porque toda esa relación podía sacar a la luz algunos negocios innombrables de quien era su majestad de España.

-Hablemos de periodismo. ¿Qué implica para un periodista de investigación abordar este tipo de casos?
Lo primero es una satisfacción personal, porque el que lo quiere hacer lo hace. Y si tiene miedo, no lo puedes hacer. Porque aquí hay momentos en que se ponen los pelos de puntas. Y después hay un elemento muy importante que es el desgaste porque los periodistas que nos dedicamos a esto nos han perseguido, nos han pinchado el teléfono, cada vez que vamos a sacar una serie de denuncias, vemos cómo nuestro entorno está totalmente…

-Entiendo. No se trata de hablar con un funcionario cualquiera…
Estamos hablando con gente muy poderosa, con gente que no tiene nombre. Pero, afortunadamente, la esencia del periodismo son las fuentes, pero las fuentes no espurias, las fuentes sanas. El periodista que tiene experiencia sabe discernir rápidamente si te van a tomar el pelo, si te están manipulando, si te quieren meter un gol y rápidamente tú, cuando estás hablando con una fuente media hora, te das cuenta por dónde vienen los tiros entonces no entras. A veces te quieren utilizar, y quieren que te pegues el tropezón, para que después se rían de ti. Hoy eso está funcionando mucho en el mundo de la prensa.

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-¿Cree que ese tipo de periodismo que investiga el espionaje se está perdiendo en España?
Desgraciadamente, ha habido una generación muy potente de periodistas, ha ocurrido no solamente en España, también en Europa y América, que va agotando sus reservas de ímpetu y no habido recambio generacional. ¿Y por qué? Tenemos que hacernos una autocrítica desde los medios de comunicación. Las empresas han abaratado el periodismo. Han intentado hacer un periodismo low cost. Nosotros hemos sido periodistas muy bien pagados con muchos medios para viajar. Yo hoy sin esos medios no podría hacer el periodismo que hice.

-Respecto a fenómenos como Wikileaks. ¿Cree que este tipo de plataformas están siendo un reemplazo de los periodistas de investigación?
Me niego a eso. Wikileaks no es periodismo de investigación. Wikileaks ha sido un trabajo relacionado a un personaje que ha tenido acceso a un banco de datos y a unas informaciones determinadas, pero eso hay que trabajarlo. A eso hay que aplicarle un manual de periodismo de investigación. Tener cientos de millones de datos está muy bien, pero si no hay un periodista de investigación que lo analice, profundice y haga las conexiones, eso no sirve para nada.

-¿Investigar casos como los GAL, Paesa, etc, son más complejos que hacerlo en casos de corrupción y lavado de dinero, como, por ejemplo, el Caso Odebrecht?
Odebrecht es más fácil. Porque tienes transmisiones, transferencias, contratos. Tienes a mucha gente que va a hablar y al final tienes un fluido de fuentes enorme. Nos ha ocurrido en España en casos de corrupción como el Gürtel, el Metro de Medellín, donde todo queda registrado. Hoy día, con el sistema bancario que tenemos, las comisiones rogatorias, al final sacan todo el dinero. A diferencia de las sombras de los servicios secretos donde nadie firma contratos. Tu palabra es tu palabra o la muerte. En la historia de los servicios secretos de España hay muchos muertos, que algunos de ellos no sabe cómo murieron. Cuando no hay nada escrito es muy difícil.

-¿Y qué haces cuando los casos son tan complejos?
En una novela (El informe Jano/2010) cuento que los servicios secretos habían comprado unos anestésicos que se los había proveído la CIA para pinchar a los terroristas de ETA en Francia para secuestrarlos y traerlos a España. Se lleva a cabo una operación de simulacro con las mismas jeringuillas contra unos mendigos en la calle de Madrid. Si has estado en Madrid, hay un sitio llamado Dos de Mayo que es una zona muy bulliciosa. Allí pinchan a unos mendigos que eran heroinómanos y se les mueren. Eso no está escrito, no hay ningún rastro. Por eso, el periodista debe tener una base sólida documentada y testimonios de agentes que han participado. ¿Cómo lo resolví? Escribiendo una novela. Pero yo ya me encargué en la televisión de decir que allí había más verdad que mentira. La gente cuando leyó esa novela sabía que era un documento veraz y no de ficción. A veces, en esos casos, la realidad supera a la ficción. Porque contar eso es un argumento de película de Hollywood.

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