“Las armas de fuego son una garantía para la supervivencia de la familia”, soltó Jair Bolsonaro en un acto público en junio para luego agregar que “un pueblo armado, jamás será esclavizado”. Un mes después se dirigió a las mujeres pare decirles que “viajando solas por ahí, creo que un arma les ayudaría a defenderse, si aparece algún graciosillo”. El presidente de Brasil no ha ocultado nunca su entusiasmo por las armas de fuego y su política favorable a su uso resulta bastante sensible a menos de un mes de unas elecciones consideradas como las más polarizadas en la historia del gigante latinoamericano.
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El lunes 5, un juez de la Corte Suprema suspendió temporalmente varios decretos presidenciales que otorgaban facilidades para comprar armas, debido a un “riesgo de violencia política” durante la contienda electoral que prácticamente ha dividido al país en dos, entre los seguidores de Bolsonaro y los del exmandatario Luiz Inácio Lula da Silva, quien por ahora encabeza las encuestas.
“El inicio de la campaña electoral exacerba el riesgo de violencia política”, lo cual “torna de extrema y excepcional urgencia” la necesidad de restringir el acceso a las armas y municiones, defendió el magistrado Edson Fachin.
La decisión de Fachin llegó ante peticiones de diferentes partidos políticos para que sea limitado el alcance de diferentes decretos de Bolsonaro, que flexibilizan el acceso a las armas en Brasil. La medida impone restricciones tanto al número de armas como al número de municiones que pueden comprar los cazadores, los coleccionistas y los integrantes de los clubes de tiro.
El factor Bolsonaro
Bolsonaro flexibilizó los permisos y las reglas para el porte de armas de fuego en uno de los países más violentos del mundo. Según el Anuario de Seguridad Pública, el número de civiles armados en Brasil ha aumentado un 473%, desde 350.000 en el 2018 hasta poco más de un millón en el 2022. El actual jefe de Estado asumió su mandato en enero del 2019.
Según los expertos, las facilidades que ha dado Bolsonaro han permitido que florezcan arsenales domésticos, la mayoría en manos de cazadores, coleccionistas y miembros de clubes de tiro. El tema se ha vuelto una preocupación en medio del aumento de las tensiones políticas. El asesinato a tiros en julio de un tesorero del Partido de los Trabajadores (PT) es considerado una prueba de esta problemática.
La ley que reglamentó la posesión y porte de armas para civiles permite a los miembros de un club de tiro comprar hasta 60 artefactos, entre los que se incluyen revólveres y hasta fusiles, en tanto que para los se declaren “coleccionistas” no existen límites.
Datos del Anuario de Seguridad Pública dicen que el 76% de las “muertes violentas intencionales” en Brasil responden a armas de fuego, en tanto que el 17% ocurre con armas blancas y el resto con “otros instrumentos”.
“El presidente Bolsonaro promueve o incita el uso de armas entre sus seguidores. Eso es algo explicito. Su modelo son los movimientos conservadores en Estados Unidos. Bolsonaro presenta las armas como un derecho, como una cuestión de liberdad personal”, dice a El Comercio el analista político Mauricio Santoro.
Por su parte, la analista Lucia Santana enfatiza que el mandatario ha sido partidario del uso de las armas con la justificación de garantizar la libertad de las personas. “Esto es un gran error, lo que se espera de un presidente es que debe cumplir con la Constitución, es decir, el estado debe garantizar la seguridad de la población”, dice a este Diario.
Si bien Bolsonaro asegura que los asesinatos en el país cayeron de unos 49.000 en el 2020 a cerca de 41.000 en el 2021 gracias a sus políticas, especialistas en seguridad afirman que se trata de una tendencia que comenzó antes del inicio de su mandato y responde a las estrategias de gobiernos regionales, que son los responsables de las policías estaduales.
En la ardua campaña
¿Qué tan preocupante es el riesgo de violencia política en este momento? Santoro afirma que hay una preocupación muy grande en Brasil con el riesgo de violencia contra candidatos o activistas en la campaña electoral.
“En el 2018, hubo el intento de matar a Jair Bolsonaro. Ahora, la preocupación es más grande con la seguridad de Lula y de sus seguidores. Ya hubo crímenes de odio, muy violentos, vinculados a las disputas políticas, como la muerte de un activista del Partido de los Trabajadores en su hogar, delante de su familia, por parte de un seguidor de Bolsonaro”, señala.
Considera que el riesgo más grande está en las actividades de campaña, en los actos públicos de los candidatos, cuando hay una multitud, de gente de distintos partidos y orientaciones ideológicas.
“También habrá un riesgo muy alto en el día de las elecciones, sobre todo cuando empecé la divulgación de los resultados”, alerta.
Esta preocupación llevó a que el Tribunal Superior Electoral (TSE) decidiera la semana pasada que, el día de las elecciones, estará prohibido que los civiles circulen armados en un perímetro de cien metros en torno a los centros de votación.
Santana explica que la violencia política es un problema grave en Brasil, “especialmente en el contexto de una alta polarización política y de las emociones exacerbadas de los votantes en torno a las candidaturas que se han presentado como las más competitivas. Sin embargo, el Poder Judicial se ha posicionado de manera de inhibir los excesos que pueden ocurrir”.