Los esfuerzos para una respuesta global a la epidemia del VIH/sida han dado como resultado esperanzadores avances en la atención médica a los pacientes seropositivos y en el acceso a tratamientos antirretrovirales. Sin embargo, seguimos siendo testigos del sufrimiento y el desamparo que padecen miles de pacientes atrapados en zonas de conflictos en diferentes partes del mundo. Son “víctimas por partida doble”: sufren las consecuencias de la guerra y la imposibilidad de recibir atención médica al enfrentarse a sistemas de salud devastados por los ataques.
Desde Médicos sin Fronteras (MSF) sabemos que tratar a pacientes seropositivos en contextos violentos sí es factible. Por ello, instamos a la comunidad internacional, gobiernos, ONG y donantes a que tomen conciencia de las necesidades humanitarias de las personas con VIH, independientemente del lugar en el que vivan, y que actúen en consecuencia.
Cuando los pacientes seropositivos o trabajadores sanitarios se ven obligados a huir por la violencia, cuando el conflicto impide el suministro de medicamentos antirretrovirales (ART) o el acceso a servicios médicos, las consecuencias en la salud de las personas portadoras del VIH son devastadoras. Años de experiencia en el abordaje de la epidemia VIH/sida demuestran que la adherencia al tratamiento es crucial para el control de la enfermedad. Por ello, los programas nacionales de VIH/sida y los actores humanitarios deben dedicar sus esfuerzos a facilitar el acceso a los antirretrovirales en zonas de conflicto.
La carencia de una adecuada alimentación, la falta de acceso a agua potable, el estrés físico y psíquico, así como la aparición de otras enfermedades infecciosas son los nefastos efectos colaterales de los conflictos y que inciden muy negativamente en la evolución del virus. En MSF sabemos que tratar a pacientes seropositivos en zonas de guerra es difícil y complejo, pero no imposible. Contextos como República Centroafricana (RCA), Sudán del Sur o Yemen, sumidos en continuos brotes de violencia e inestabilidad, son un gran ejemplo.
En el África subsahariana viven alrededor del 70% de las personas afectadas por el VIH en el mundo, alrededor de 5 millones. Países como RCA y Sudán del Sur tienen una prevalencia de entre el 2% y el 10%. Sin embargo, solo 20% de los pacientes seropositivos recibe tratamiento ART, es decir, una de cada cinco personas tiene acceso al medicamento que le puede salvar la vida. MSF ha puesto en marcha en ambos países métodos innovadores como los llamados paquetes de contingencia (paquetes con la cantidad de medicamentos que el paciente necesita tomar en caso de que tenga que salir huyendo de casa) y las iniciativas que facilitan la movilidad de los pacientes transfiriéndolos a centros alternativos en zonas más “estables”. Ambas prácticas han demostrado ser muy eficaces.
Nuestra experiencia nos dice que es fundamental adaptarse a la realidad de la población. La iniciativa de llevar adelante enfoques novedosos con paquetes simplificados de atención médica y prácticas adaptadas a estrategias comunitarias son líneas de trabajo que han evidenciado su eficacia. Todos los actores implicados, incluido MSF, deben trabajar para no victimizar, aun más, a una población ya de por sí muy olvidada.
Aún queda mucho por hacer, pero sabemos por dónde avanzar. El acceso universal a la atención médica de las personas con VIH no se logrará hasta que los pacientes en zonas de conflictos sean tomadas en cuenta.