En los últimos días algunas encuestas muestran a Donald Trump acortando la ventaja que Hillary Clinton le había sacado. Más aun, el director del FBI ha reabierto la investigación sobre los correos electrónicos de Clinton, lo que podría dañar su candidatura. Así, una victoria del candidato republicano se va haciendo menos improbable.
Por eso sería necesario pensar en qué haría Trump en política exterior –el área donde un presidente estadounidense tiene más poder– y qué consecuencias tendría esto para el mundo. Partiremos de medidas que él mismo ha ofrecido durante su campaña.
Trump afirma que el libre comercio, que Estados Unidos ha defendido desde 1945, en realidad hace que otros países le saquen ventaja y ha hecho perder millones de puestos de trabajo estadounidenses. Para corregir esto, propone aplicar severas sanciones a aquellos países (China en particular) que supuestamente juegan sucio, y “renegociar” los tratados de libre comercio que tiene con México y otras naciones. Es fácil predecir que los países afectados tomarían represalias contra el comercio de Estados Unidos.
El candidato republicano también plantea una enorme reducción de impuestos. El hueco fiscal resultante deberá ser cubierto emitiendo deuda, lo que aumentará las tasas de interés. Eso y la reducción en el comercio mundial podrían desacelerar aun más el crecimiento global, que ya es débil.
Trump ha sostenido que el calentamiento global es una invención, justamente cuando aumentan las evidencias de que está ocurriendo, y crece el peligro de no actuar de inmediato para frenarlo.
Propone también que Estados Unidos intervenga bastante menos en el mundo, inclusive sugiriendo que no acudiría en ayuda de países aliados, tales como los estados bálticos, Corea del Sur y Japón. Si EE.UU. se retira tan notoriamente del mundo, esto generará grandes vacíos de poder en regiones importantes y tentará a otras potencias a llenarlos, incluso usando la fuerza militar.
Cabe recordar cómo el aislacionismo estadounidense en las décadas de 1920 y 1930 facilitó la expansión de la Alemania nazi. Trump ha sugerido a aquellos países que se consideren amenazados (Japón, Corea del Sur, Arabia Saudí) que fabriquen armas atómicas para defenderse. Esto cambiaría 180 grados la política de décadas de Washington –luchar contra la proliferación– porque mientras más países adquieran armas atómicas, más probable será que estalle una guerra nuclear.
Numerosos funcionarios que han servido en puestos muy altos en los gobiernos republicanos de Reagan y los Bush han publicado cartas advirtiendo que las propuestas de Trump son muy peligrosas. Más aun, afirman que si estallara una crisis internacional grave, Trump podría fallar en contenerla debido a su notoria falta de interés en estudiar seriamente los temas mundiales cruciales, y a su creencia de que –sobre cualquier asunto– él sabe más que los expertos. Cabe preguntarse qué habría hecho Trump si él, y no Kennedy, hubiese sido presidente en la crisis de misiles de Cuba en 1962.
Así, si Trump es elegido el 8 de noviembre e intenta aplicar esas propuestas, lo más probable es que su gobierno lleve a un mundo con menos crecimiento, más fragmentado y más violento.
Trump ofrece a sus votantes “hacer a Estados Unidos grande de nuevo”. Más bien, elegir a un candidato así sería un peligroso salto al vacío para su país, y para todo el mundo.