(Ilustración: Víctor Aguilar Rúa)
(Ilustración: Víctor Aguilar Rúa)
Carlos Novoa Shuña

Los escándalos de vuelven a sacudir la política brasileña con unas revelaciones periodísticas que cuestionan la limpieza del proceso judicial que ha llevado a prisión al ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, encarcelado desde abril del año pasado.

En un reportaje publicado en “The Intercept Brasil”, el periodista estadounidense Glenn Greenwald sostiene que el famoso ex juez –hoy ministro de Justicia en el Ejecutivo del presidente Jair Bolsonaro– intercambió mensajes durante la investigación con el fiscal de la operación , Deltan Dallagnol, algo prohibido por la justicia brasileña.

Aunque la investigación debe seguir su curso normal, la revelación de los diálogos ha logrado que un grupo de opositores cuestione la forma en la que se viene conduciendo la operación Lava Jato desde la justicia brasileña.

La oposición al régimen de Bolsonaro está formada por los seguidores del ex presidente Lula da Silva, representante del izquierdista Partido de los Trabajadores, que gobernó Brasil durante más de 12 años.

Lava Jato es la operación que ha revelado un esquema de corrupción a través del cual megaempresarios constructores (como los de Odebrecht y OAS) pagaron sobornos para hacerse de las obras que el Gobierno Brasileño adjudicaba en los años previos a la organización del Mundial de Fútbol 2014 o a las Olimpiadas de Río de Janeiro 2016.

Las revelaciones de los diálogos del ahora ministro Moro han desatado una ola de desconfianza en el Poder Judicial.

Y en la otra acera política, la izquierda aprovecha la coyuntura para desestabilizar al Gobierno y a las instancias judiciales, y de esa forma pedir la liberación del ex presidente brasileño.

Como se recuerda, Lula da Silva fue condenado por Moro a nueve años de prisión por haberse beneficiado del pago de sobornos entregados por la empresa constructora OAS.

La actualidad política brasileña, en plena época de fiesta deportiva por la Copa América, atraviesa un momento crucial, debido a que le corresponde al gobierno de Bolsonaro no solo respaldar a su ministro Moro, sino también evitar perder credibilidad y refrendar que la operación Lava Jato se ha desarrollado siempre bajo los estándares correspondientes sin ningún tipo de irregularidad.

Ezequiel González Ocantos, profesor de la Universidad de Oxford, sostiene que la principal pregunta a hacerse es si la operación Lava Jato es lo suficientemente fuerte para resistir al escándalo que concierne al juez Moro.

González Ocantos ha realizado un estudio en Brasil en el que intenta demostrar que los brasileños tienen interiorizado el tema Lava Jato como una operación que debe estar por encima de determinados nombres. Es decir, lo toman como una herramienta de lucha contra la corrupción en general, antes que como una referencia hacia determinados políticos.

“La marca Lava Jato es más que un tema judicial. Lava Jato es mucho más que el ministro Moro, esto ya es percibido como algo institucional, casi como un poder separado”, manifiesta, por su lado, Nara Pavão, profesora de la Universidad Federal de Pernambuco.

Matthew Stephenson, profesor de Derecho de la Universidad de Harvard, también cree que la percepción del público brasileño trasciende al escándalo Moro y va más allá porque “busca aclarar y sancionar los temas de corrupción de fondo”.

Para los expertos, resulta exagerado pensar que las grabaciones reveladas por “The Intercept Brasil” vayan a significar la anulación de la operación Lava Jato y, por ende, la liberación de los condenados por el escándalo de corrupción.

Es muy importante para los brasileños que Lava Jato siga su curso normal y sea el emblema de la lucha contra la corrupción en el gigante de Sudamérica. Y es que, si no fuera por los escándalos de corrupción que lo aquejan desde hace más de una década, Brasil ya estaría bien consolidado como un país en el umbral del desarrollo.